La noche era tan profunda como los abatidos ojos de Jimin, que se habían concentrado demasiado en leer una y mil veces la carta que Hoseok le había escrito cuando era sólo un niño. Un millón de ocasiones no eran suficientes para agotar el estremecimiento que sus emociones sufrían a su causa, a causa del que alguna vez fue un niño en su primer amor.
Su corazón latía cálidamente al percatarse de lo mucho que eso estaba importándole ahora, el cómo Hoseok fue siempre sincero y él sin embargo actuó y hizo tantas cosas mal. Oh, y nació en él un impulso de correr y huir lejos, uno que no podía exterminar de sí, porque después de todo no hay manera de escondernos de nosotros mismos, de perdernos nuestros errores y las represalias que nos abruman la mente después de todo lo que nos arrepentimos de hacer.
¿Qué era exactamente eso que lo hacía querer huir? ¿Qué era exactamente eso de lo que se arrepentía tanto? Tal vez de su gran y estúpida excusa de que la juventud no aprende a amar sinceramente sino hasta que se termina. Estaba tan mal, y ahora que todo se descubría lentamente como lo que fue un cielo nublado y poco a poco se volvió soleado, deseaba con fuerza remediar todo.
Respiró tranquilo en medio de su propia presencia desatendida del mundo por primera vez. Sus manos recargando su cuerpo contra el barandal de un balcón en su habitación que había sido olvidado con su partida. Algo había esa noche, que dócilmente le sugería dejarse ir de una vez.
Miraba al frente, las estrellas con su brillo se burlaban de todas las cosas que le gustaría no haber hecho, mientras que la luna se tentaba en retarlo por haber sido tan malo con el amor que le concedió noblemente. ¿Por qué es que hablamos cuando no tenemos nada que decir?
Y cómo podía lograr eso, cómo podía de repente abandonarlo todo de sí y aceptar que necesitaba tanto de algo que no conocía y no podía controlar, de algo que le lastimaba suavemente cerca del alma pero también le recordaba que estaba bien porque el dolor siempre es buena señal de que estamos vivos y podemos sanar.
Las estrellas lucían bien esa noche a pesar de todo, brillaban y le daban un poco de luz en esa noche de cielo limpio. Le gustaría que todas sus noches fueran así, y que su mente estuviera así de despejada.
Era como si él fuese el cielo nocturno, tan profundo e imperturbable, y Hoseok apareciera a complementarlo en forma de luceros brillantes y eternos. Eran buenos juntos, ¿Cierto? Ya lo había comprobado, lo bien que se sentían estando juntos, la complicada pero grata sensación que le provocaba el mirarlo a los ojos y sonreírle con sinceridad, como si ellos y el mundo entero supieran que no estaba mal si querían estar juntos, porque el amor está bien después de todo y tiene la razón.
¿No era hora ya? Él sólo debía tomar la decisión de dar un paso adelante y afrontar, no lo que alguien le impuso, sino lo que él mismo se dispuso. Ya era suficiente, había intentado con esfuerzo ignorar todas las señales y pretender que nada estaba pasando, pero no podía hacerlo del todo, porque Hoseok estaba tan adentrado en sus pensamientos que le resultaba incluso doloso intentar sacarlo.
Sentía algo, era emocionante y asfixiante, le hacía sentir ansioso por más y temeroso de todo pero también le llenaba el estómago de una estúpida y juvenil sensación que conocemos como mariposas revoloteando en el estómago, y vaya, ¿Él de verdad estaba sintiéndose de esa manera, siendo un adulto, sólo por pensar en lo bien que su cuerpo encajaba con el de Hoseok cuando se abrazaban?
—Es una tontería...— su voz salió de entré sus labios, como si un viejo amigo le estuviese escuchando los pensamientos y se hubiera burlado de él por verse tan patético y perdido en un lío amoroso. Sonrió también, como si el peso que oprimía su pecho al pensar en la última vez que estuvo con Hoseok y en todo lo que le dijo sin pensar, juzgándolo sólo por amarlo, no existiera. Oh, eso le dolió. Y sus labios se destendieron lentamente, dándole un sabor amargo a esa sonrisa lastimera, y es que todo lo hizo tan mal— Lo es, pero, en realidad no quiero irme de nuevo, no quiero terminar esto...
Justo en ese momento se percató de algo nuevo, y es que no recordaba alguna otra vez en la que haber estado enamorado hubiese sido tan doloroso, y sin embargo hermoso. ¿Significaba que era la primera vez? ¿Estaba llamándolo amor, aún después de lo mucho que se contradijo y se intentó convencer de que no podía ser algo como eso? Porque claro, quién podría tomar en serio todo eso, cuando él se fue por ocho años y de repente regresa hacia el niño que le recuerda la promesa que le hizo de ser novios cuando creciera.
Nadie lo haría, y no importaba después de todo, porque los únicos que debían tomarlo en serio eran ellos dos y tenían la oportunidad de estar juntos y corresponderse. ¿Qué tan difícil es tomar la decisión de aceptar el amor?
Allí, en medio del agitado palpitar de su corazón, levantó la mirada de nueva cuenta hacia el cielo y sacó de su bolsillo la carta de Hoseok. Sus ojos brillaron y no sabía si era por el reflejo de los cuerpos celestes en ellos o por las nuevas y cristalinas lágrimas que se habían albergado en sus ojos por lo conmovedor que era aceptar algo que siempre quiso y nunca entendió.
Entonces, ¿Estaría bien si se arrepentía, pedía perdón, y se recostaba a lado de Hoseok para reír de lo tonto que fue y mirar juntos al mundo pasar a su alrededor sin que les importase en lo más mínimo algo más que su propio esfuerzo por ser felices?
Con un nudo en la garganta, limpió sus ojos y se dejó guiar por el impulso que brotó de sí, haciéndolo caminar y salir de aquella habitación de una vez, bajando las escaleras como quien estuviese seguro de tener todas las respuestas a cualquier pregunta existente.
—¿Jimin?— escuchar su nombre de la voz de su madre lo hizo detenerse, se detuvo frente a la puerta de salida y la miró atento, esperando que cualquier cosa pudiera detenerlo en ese momento, seguro de que la evitaría para ir hacia donde su mente estaba. — ¿A dónde vas?...
—Voy a cumplir una promesa, mamá. — contestó, y el tono de voz decidido que empleó no combinó del todo con lo frágil que en ese momento lucía. Su cabellera rubia como la noche estaba un poco desordenada, y sus ojos brillaban un poco cansados, su suéter parecía el de alguien listo para dormir, y ese no era su mejor par de jeans rasgados, pero su mano empuñando el recuerdo de un futuro que estaba por alcanzar le daba toda la seguridad que necesitaba.
No era un adulto del todo responsable justo en ese momento, ¿Pero qué importaba si lo único correcto que debía hacer era preocuparse por su felicidad? Después de todo, es bueno que nos percatemos pronto de que la felicidad no envejece y se queda ahí siempre, quienes lo hacen somos nosotros y debemos alcanzarla antes de que se nos agote el tiempo; el perderse en el camino y dejarse caer por los obstáculos es cuestión de quien la busca.
Su madre levantó una sonrisa sincera en sus delgados labios, se acercó a su hijo y sintió ese apretujón en el corazón que se padece cuando algo te enorgullece muchísimo. Levantó sus manos y peinó suavemente algunos mechones del cabello de Jimin, también lo dejó cerrar los ojos cuando le acarició las mejillas tenuemente húmedas. Y Jimin aceptó su consuelo y el apoyo que le estaba dando aún sin decírselo, porque Hoseok había cumplido su promesa de cuidar de su madre mientras él no estuvo.
—Las promesas deben cumplirse siempre, Jimin. — Le sonrió, mientras sus ojos casi idénticos se afirmaban. — Así que anda.
Jimin asintió, y tan valiente como nunca antes lo fue, entendió muchas cosas. No podía explicarlas exactamente, pero podía desmotrárselas a Hoseok y juntos aprender a interpretarlas. No era demasiado tarde, no estaban demasiado equivocados, no eran lo suficientemente jóvenes ni lo suficientemente grandes para no intentarlo.
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❥ Crecer → [Hopemin]
Fanfic❝ ¿Para qué era que Hoseok quería crecer? Ah sí, para follarse a su hyung. ❞ ▷ Jung Hoseok × Park Jimin ▷ Angst, smut, drama, soft ▷ Edades alteradas ☑ Adaptación Historia original de © daeguyz