¿Nunca has conocido a alguien, le has visto por primera vez, y tras compartir unas cuantas palabras con esa persona, sientes como si os conociérais de toda la vida?
¿Nunca has sentido una conexión extraña con quien es prácticamente un desconocido? E...
"No te enamores. No te enamores... No te enamore... No te enamo... No te ena... Pero esque... mira esa sonrisa."
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Bueno, debía de reconocer que nuestra broma había llegado a mal puerto. Ahora me sentía más avergonzada que nunca y traté de evitar la mirada de Reo sobre mí. ¡Es que él me caía tan mal....! Ugh...
Salimos de la tienda, yo iba cargando con las bolsas y el de mirada morada se había guardado su jodida caja de condones. Menos mal, mi mamá llegaba a encontrar eso y no lo contaba.
Nos despedimos de Reo en cuanto este se desvió hacia su casa, por lo que Nagi y yo seguimos caminando juntos.
― Por cierto, Nagi, me mudé― Dije entonces, pensando que realmente era buena idea decírselo.
― ¿Sí? ¿Dónde?― Sus grandes orbes me observaron. Sinceramente se veía muy lindo pese a su expresión desinteresada.
Me sentía tan aliviada de estar al fin a solas con él. Nagi era algo así como... mi lugar seguro. Aunque me sentía incómoda por mi propia percepción de eso, era muy extraño sentirse así de segura con alguien que no conocía demasiado.
― Mmm... Mi mamá no está en casa hasta tarde, así que supongo que te puedo enseñar mi casa desde fuera. Eso sí, no entras.
― Está bien... Ni que fuera un perro― Refunfuñó.
¿Nagi refunfuñando por eso? Realmente era muy lindo.
Así que le indiqué donde era mi nuevo hogar mientras ambos hablábamos de asuntos sin importancia. Llegamos a la calle en donde estaba el bloque de edificios en el que vivía yo. Ilusionada por enseñarle mi casa al contrario, le jalé ligeramente de la manga para llamar su atención y señalé mi bloque de pisos.
― Mira, mira, Nagi, ahí vivo yo― Canturreé.
― ¿Hmmm...? Ahí también vivo yo― Respondió él.
La sorpresa recorrió mis instintos y le observé atónita.
― ¿Cuál número?― Cuestioné casi que dudando de él. ¿Me estaría tomando el pelo? En seguida descarté esa posibilidad en cuanto cruzó mi mente, porque, era Nagi, después de todo: ¿para qué se molestaría él en bromear?
― Quinto A.
― Mierda... Yo en el quinto B...
¿¡Vecina de Nagi!? Habían demasiadas coincidencias...
― ¿Cuándo te mudaste?― Preguntó ahora el masculino.
― Ayer en la tarde...
― Ah, eras tú...
A Nagi no pareció importarle mucho más el asunto, por lo que yo intenté actuar como él y mostrarme indiferente. Así que con ello, ambos entramos en el edificio y nos subimos en el ascensor sin mediar palabra. Tal y como pensaba, al de cabellos blanquecinos no parecía incomodarle que yo fuera su vecina, pero yo no paraba de darle vueltas al asunto.