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𝕻odría ser raro pero estaba acostumbrada a desmayarse, por algún tiempo sufrió anemia por deficiencia de hierro y vitaminas y no le gustaba ir medico a que la recetasen, pero en este "Desmayo" sintió un golpe seco en la sien antes de caer rendida. Eso y que al despertar sintió como la llevaban de aquí para allá como si fuese un saco de papas, le hizo creer que no fue un simple desmayo por una anemia que, dicho por su médico, no tenía más.
—¿Hace cuánto está así? ¿No la mataron?—Fue lo primero que oyó, una voz monótona y masculina.
—¿Ella es la ladrona?—Una voz femenina la aturdió por la otra oreja, quiso moverse pero percibió que estaba atada a una silla, no veía nada por la bolsa de consorcio puesta en su cabeza. Podrían haber sido más delicados y ponerle una venda.
—Al parecer...—Se unió otra voz también de una mujer, sonaba desilusionada. De un momento a otro, le quitaron la bolsa de la cabeza haciendo que la brillante luz del día la ciegue por completo. Verdaderamente, ¿Cuánto había estado inconsciente?
—Gracias, es la primera vez en años que duermo bien—Abrió la boca por primera vez y salió una voz ronca y adormilada—Pero creo que con una invitación bastaba.
—Perdón por la rudeza, pero no nos gustan las rateras—Respondió una mujer alta con anteojos de sol.
—¿Cómo me has dicho?—Respondió ásperamente y sus ojos se entrecerraron mostrándose desafiante.
—Hoy si que son buenos días—La puerta principal se abrió haciendo que se cancele aquella desagradable conversación, entró un hombre vestido como si estuviese en el mejor resort del país y embadurnaba el ambiente con olor alcohol—Tantos días buscándote y...—Divagaba demasiado y sus palabras eran lentas, a Shiori la estaba poniendo nerviosa y no de un buen modo—Aquí estás. Bienvenida a La Playa, la utopía.
—Asumo que ustedes me molestaban al final de los juegos—Movía su pie con ansiedad y su cara estaba más seria de lo normal, se había dejado atrapar antes de tiempo.
—Así es—Habló la otra mujer la cual tenía el mismo corte de cabello que ella, mantenía la postura como si fuese una muñeca y trataba de sonar lo más simpática posible.
—¿Con qué fin necesitan las cartas?—Preguntó al divisar que en un pequeño rincón estaba su diminuta mochila, lo más probable es que la hayan revisado ya, solo rezaba que su intento de falsificación funcionase.
—Dinos tú, tú eras la que huías—Tomó palabra nuevamente la mujer alta.
—De nada, pero si alguien más quiere lo que yo tengo significa que tengo algo de poder, ¿O me equivoco?
