Otoño del 2019, nueve meses antes de la desaparición de John Routledge.
Aquellos meses en los Outer Banks no parecían reales, las cosas habían cambiado tanto al igual que las relaciones entre nuestros protagonistas.
Pero llegó el fatídico día en el...
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ᴊᴏʜɴ ʙ ʀᴏᴜᴛʟᴇᴅɢᴇ
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Salí corriendo de casa y arranqué la furgo lo más rápido posible para ir a buscar a JJ, llegamos bastante tarde. Desde que comenzaron las clases a penas habíamos ido a cuatro contadas, por no decir que el curso pasado tampoco pisábamos demasiado el instituto.
Nos pasamos todo el año fumando maría y escuchando a Marley, excepto Pope claro, él sólo hacía pellas de vez en cuando. Pero para ser verdad las cosas han cambiado bastante este año.
Aparqué delante de casa de JJ y apreté la bocina unas cuántas veces para que salga, vamos con media hora de retraso.
Solté un bufido al verlo salir de su casa, pero tomándoselo con demasiada calma.
Iba como siempre, con una de sus samarretas holgadas y pantalones piratas, con sus típicas botas y gafas de sol. Pero no soy quién para juzgarlo, somos un desastre. Los dos.
Subió a mi lado, y volví a arrancar.
—¿Qué hay, tío? —me preguntó en forma de saludo.
Lo miré de pies a cabeza para volver a emprender camino al insti.
—Llegamos tarde.
—Almenos estamos yendo, si fuese por mí me hubiera quedado en casa —contestó en forma de regaño—. Pero si no acudimos Pope nos mata así que. . .
Rodé los ojos para negar con la cabeza. —No podemos repetir lo del año pasado.
—Pues yo estaba deseándolo —puso los pies encima del intermitente.
—¡Va a saltar el airbag! —se los bajé rápidamente.
—Tío, esta cosa no tiene airbag. . .
Yo negué con la cabeza mientras suspiraba y me centraba en el camino, Pope nos va a matar sin duda. JJ no dijo nada más en los cinco minutos siguientes, en los que dejé la furgo aparcada y bajamos para entrar en el edificio.
Todo estaba desierto, porque todos ya estaban dentro.
—El señor Sunn estará contento de vernos —murmuró mi amigo en forma de sarcasmo.
Caminamos por el pasillo principal, hacia nuestra aula.
—No lo dudes —añadí con una sonrisa, entonces me fijé en que aún llevaba gafas de sol—. ¿No te las quitas? —se las señalé.
