SIETE

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Llegamos al palacio al día siguiente. Minju y yo cada uno en las habitaciones que nos asignaron. Me sorprendí al encontrar que no estaba en las habitaciones de los criados como esperaba, sino en el ala principal. Era grande y suntuosa. Las cortinas de terciopelo estaban hechas de lino y seda. Era lujosa al extremo. Minju se enfureció cuando se enteró, sobre todo porque yo estaba más cerca de Jeno que ella. Sabía que eso la irritaba hasta el infinito. La totalidad de mis bienes materiales sólo llenaba un enorme cajón de gabinete y me sentía completamente fuera de lugar.

Mi suposición que el príncipe tenía amigos en el palacio se disipó rápidamente. Era cierto que había un gran grupo de hombres y mujeres que trataban de seguirle, lo idolatraban y jóvenes que intentaban llamar su atención y a los que no podía evitarlos a veces.

-No son mis amigos. -Me dijo cuando me referí a ellos como tal. -Cada uno de ellos me tiraría a los lobos en un minuto, si no fuera el hijo de mi padre.

Por otra parte, Jeno parecía resignado a la boda debido a que pasaba la mayor parte de su tiempo con Minju, planeándola.

Su determinación de mantenerme lejos del príncipe era más fuerte que nunca, y durante cuatro días, me mantuvo ocupado desde el amanecer hasta el anochecer. Me enviaba a realizar recados que me mantenían corriendo de un extremo a otro del palacio. También me enviaba a la ciudad, a veces tres veces al día. Me mandaba sirvientes con órdenes y misiones. En varias ocasiones, las órdenes eran para deshacer lo que había pasado toda la mañana haciendo. No había orden ni sentido en sus instrucciones, excepto uno, mantenerme lejos de Jeno. Y así, fue capaz de alejarme durante cuatro días.

Más tarde, en el cuarto día, volví de la ciudad con un nuevo chal que Minju ordenó, cuando ella y Jeno estaban terminando la cena.

-Es absolutamente del tamaño incorrecto, -dijo cuando se lo mostré. -Y yo te dije específicamente que fuera de color verde, no azul. Vas a tener que volver mañana.

Casi no la oí porque no podía apartar los ojos del príncipe. Me sonreía con una sonrisa brillante y contagiosa que me hizo sentir como si pudiera volar.

-Es bueno verte finalmente, Jaemin. ¿Cómo has estado? ¿Adaptándote a la vida en el palacio?

-Usted también, señor. Quiero decir, Jeno. -Estaba tartamudeando como un tonto y luego respiré hondo y dije-: Estoy bien.

-Te ves bien.

-Gracias, señor.... Usted también. -No sabía cómo terminar porque los clichés comunes se me habían agotado. Él no tenía buen aspecto. Sus ojos estaban apagados, y a pesar que la sonrisa que me dio parecía auténtica, se volvió falsa cuando miró a Minju. Pude ver la tensión del inminente matrimonio en la lentitud de sus movimientos y la tensión alrededor de sus ojos.

Se veía triste.

Levantó la ceja.

-No me llames señor.

-Sí, señor.

La comisura de su boca se torció, como si otra sonrisa sincera estuviera tratando de liberarse.

-Cinder, -dijo Minju empujando el chal en mis manos, -Esto es inaceptable. Ve ahora y dile que se esmere con el trabajo que es de mala calidad. Si ella no puede hacerlo bien, llevaré mis cosas a otro lugar.

¿Ella vio cómo el príncipe la miró? ¿La forma en que reprimió una mueca?

-Sin duda, puede esperar hasta mañana. - dijo.

Ella negó con la cabeza.

-Quería utilizarlo para la fiesta de compromiso de mañana. -Es su culpa por hacerlo mal.

ある夜の呪文 [Nomin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora