Profecía

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"si me eres obediente y conservas la pureza y perfección; al concebir la muerte física podrás llegar a ser como yo, un dios. Tu poder será mas grande que el del ejercito mas vasto e inteligente que haya pisado esta tierra y cualquier otra. Tu luz y divinidad no podrán ser visibles para el ojo humano debido a tu magno esplendor, pero eso solo si me eres obediente y conservas la pureza y perfección"

Todos creímos que no era posible, pero soy la fiel testigo de que un corazón tan noble ha llegado a existir.

Todo comenzó desde que mi pequeño cerebro fue capaz de formular recuerdos.
Éramos demasiado pequeños...demasiado vulnerables cuando ambos empezamos a sufrir.
Familias distintas, casas distintas y la misma dosis de veneno inevitable.
Antes de convertirse  en mi todo, el simplemente era el niño que vivía en la casa de al lado de mi "hogar"
No recuerdo un "hola", te recuerdo a mi lado. No recuerdo un "¿cómo estás?", recuerdo tus nudillos limpiando las lágrimas que caían por mis mejillas, cada noche en que la princesa Kayuga se asomaba por mi ventana, al igual que los gritos de mis padres. Recuerdo tu pequeño rostro inocente lleno de terror cuando te escondías de tu padre en mi armario.

Nos convertimos en adolescentes en primavera, y junto a los que eran pequeños capullos, nuestros miedos e inseguridades florecieron. Comenzamos a entender lo que realmente pasaba a nuestro al rededor.
Comprendiste que a la ausencia de tu madre se le llama abandono. Aprendiste que a los amigos de tu padre se les conoce como pandilla, y que lo que vendían en sobres no eran dulces. Te enteraste que las decenas de mujeres que entraban y salían de tu casa no eran niñeras o amigas con las cuales jugar, sino servidoras sexuales... y también comprendiste que no podías protegerme de los demonios que se escondían de bajo de mi cama...y te obsesionaste con ello.

Como la naturaleza manda y dicta seguimos creciendo, y al cumplir 17  fue inevitable, lo que todos predecían y que a nosotros nos parecía ridículo, se hizo realidad. El amor que sentíamos el uno por el otro evolucionó y antes de darnos cuenta ya sujetabas mi mano en cada atardecer.

A pesar de que eras la única luz de mi vida que me daba protección y calor, quería esconderte la mayor causa de mi dolor, del deseo de que mi corazón se detuvieran al igual que el sufrimiento, pero todo fue en vano. No me di cuenta lo estúpido que fue tratar de ocultarte algo a ti, a ti que eras capaz de deducir que sentía con tan solo observarme.

En una de las tantas noches en la cuales tu padre parecía invitar a todos los rufianes y rameras de la ciudad a tu casa para destruirla, te escabulliste por mi ventana y te recostaste en la cama junto a mi.
Te encontrabas leyendo una de las pequeñas historias que solía escribirte, tratando vanamente de ser útil y ayudarte a lidiar con el insomnio. Mi madre y mi padre no estaban en casa esa noche, tenían una "cita" en intento de salvar su patético e irremediable matrimonio, que no solo los tenia cansados a ellos, sino a todo el vecindario de tantas noches sin dormir a causa de escuchar las sirenas de la policía afuera de mi casa, buscando a quien fuera que le haya tocado perder la cordura en alguna de sus rutinarias discusiones.

El calor de tu pecho era mi brigada, el sonido de tu palpitar la melodía que sonaba a través del aire y tus labios cada vez que podían reposaban frágilmente en los míos.

- "fue obligado a tomar cada lagrima que había en esa tan grande copa. El dolor y pesar de todas aquellas almas que decidieron que ya no podían mas, seria cargada a los hombros de ese pobre joven..." - paro de leer. Recargo su cabeza en la almohada y observaba el techo vacilante.

- ¿Pasa algo? - Pregunte.

- No...- guardo silencio por unos segundos - ...es tan solo que... tengo miedo, miedo a que lleguemos a ese punto. - dirigió sus hermosos ojos verdes hacia mi. Incline mi cabeza hacia un lado expresando mi incapacidad de comprender lo que trataba de decirme.

- Me refiero al punto de sentir que ya no hay salida, que ya no hay una razón por la cual vivir y...

- Pero eso nunca pasara - interrumpí sujetando su mano - jamás volverá a pasar, estamos juntos en esto.

Su expresión de angustia paso a una sonrisa llena de ternura.

- Tienes razón, perdóname.

Recargue mi mano en su cuello y acerque su rostro al mío para depositar un suave beso en sus gruesos labios, tus gruesos y adictivos labios.
Estos comenzaron a bajar por mi cuello, la sensación era embelesa, tanto que el efecto pasó fácilmente del deseo a la necesidad.
Seguiste bajando y al llegar a la parte de mis pechos, que se veían a detalle por la blusa blanca y delgada que llevaba puesta, te detuviste; pude apreciar como tu cuerpo debatía entre el respeto  y el deseo consecuente de nuestros amor. Desgraciadamente...decidiste seguir; comenzaste a besar mis pechos por sobre mi blusa, pero tu ya eras parte de mi,  y queria entregarme a ti en cuerpo y alma, te amaba tanto y confiaba desmedidamente en ti que no importaba lo vulnerable que pudiera llegar a estar...porque yo te pertenecía.
Tome tus manos y te mire a los ojos, mi corazón estaba latiendo tan fuerte que creí que podías escuchar lo asustada que me encontraba; metí tus manos por debajo de mi blusa, no tardaste ni un segundo en entender lo que quería que hicieras.
Besaste mi vientre, después mis costillas y subiste aún más... comenzaste a besar mis pechos.
Nunca llegue a imaginar que algo tan sencillo como eso pudiera hacerme sentir así de bien, así de completa, no creí que alguien fuera capaz de hacerme sentir lo que realmente es el amor.
Acaricié tu cabello y volviste tus penetrantes ojos hacia mi, me apenó que me vieras en ese estado, pero si alguien tendría que llegar a conocerme así, deseaba que ese alguien fueras tú.
Bajabas por mi piel y regresabas, era un cruel juego de tortura; pero segundos después ya te encontrabas desabrochando mi pantalón.
Te detuviste, me miraste, y susurraste.
-¿Puedo?
Tenía mi rostro escondido entre mis brazos que reposaban sobre mi frente. De mi boca no salían palabras, no podía hablar, hasta que mi corazón decidió golpear desenfrenadamente mi pecho.
Asentí con la cabeza
- ¿Segura? - quisiste cerciorar.
- Por favor - susurre temblando.
Desabrochaste por completo mi pantalón y entre besos y caricias fuiste bajándolo.
Ya no me importaba, por primera vez sentí que necesitaba de alguien, de ti... pero todo se desmoronó tan rápido como fue construido.
Asentí a la muerte de mi corazón, baje la guardia por primera vez y la mitad de lo que era mi alma fue estrujada cruelmente por culpa del arrobamiento que sentía cada vez que tú piel rozaba la mía.
Te detuviste repentinamente y eso causo recelo en mi, supe que algo malo pasaba, pero no quería ver, quería mantener mis ojos cerrados y encapsularme yo misma en un recuerdo eterno, en una fragancia eterna; pero entonces jalaste mi pantalón con fuerza hasta la altura de mis rodillas, me asuste y mi cuerpo involuntariamente al sentirse en peligro se ergio y retrocedió.
Pude comprender lo que pasaba al notar las ventanas de tu alma sumergidas en lágrimas.

- ¿Que... que es esto? - señalaste las marcas de dedos y mordidas hechas moretones en mis muslos.

Te SientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora