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Park Serim se encuentra perdido en sus pensamientos, el ruido del salón y las constantes felicitaciones lo están dejando agotado.

Era muy diferente a su primera boda.

Serim no lograba entender por qué no estaba emocionado, sería padre de un niño, podría enseñarle a jugar fútbol como siempre soñó, llevarlo a carreras de autos de fórmula 1 o simplemente ir a acampar con él y su esposa.

Quizá ese era el problema.

Había soñado con eso pero nunca lo había hecho con la mujer que desde ese momento sería la compañera de su vida. Aunque si quería ser sincero, tampoco veía a su exesposo en sus fantasías.

Estaba confundido.

Su corazón no latía fuertemente cuando sus ojos se encontraban con la pelinegra a su lado, sus ojos buscaban encontrar a alguien más.

Él no estaba aquí. Se había marchado hace meses, y aún tenía la esperanza de verlo entre la muchedumbre. Quería verlo con mucha más frecuencia que cuando lo tenía a su lado. Lo extrañaba.

«¿Dónde estás?» Se preguntaba constantemente. Suponía en dónde podría encontrarlo, sólo tenía que tomar un avión y podría estar a su lado; retomar su vida juntos y compensar sus errores. No lo merecía. Park no merecía una oportunidad más, ya le había fallado a Allen cuándo eran jóvenes, Allen había confiado en él para estar juntos y años más tarde le había vuelto a fallar.

El recuerdo de los ojos cristalizados del menor la manera en la que su agarré perdió fuerza y como su voz se fue apagando con cada segundo era algo que no podría olvidar tan fácilmente. Le había fallado y está vez no merecía su perdón.

Quizá había sido el peor de los imbéciles al soltar la bomba en el momento menos indicado pero ya no podía con su conciencia, el remordimiento era tanto que no lo pensó dos veces.

Acababan de hacer el amor y estaban hablando de volver a intentar tener un bebé; Allen estaba en sus brazos con su cabeza descansando en su pecho, expresando con tanta felicidad lo mucho que quería tener un bebé. Fue un idiota porque incluso si él cometió un error tan grande como ese Allen estaba dispuesto a perdonarlo.

Pretendió haber escuchado mal y cambió el tema, y cuándo no pudo seguir haciéndolo ofreció soluciones para ellos dos y su futuro.

Habló de adopción, de custodia compartida, de llevar a Chaein a la casa durante el embarazo, de asistir a sus citas médicas y cuidarla hasta el día del parto. Allen Ma había sido el ángel que todos sabían que era y él sólo pudo pedirle el divorcio esa misma noche.

Allen sólo había cometido un error en su vida. Casarse con él.

Sí él no hubiera buscado a Allen después de tanto tiempo él habría tenido un mejor futuro. Había sido egoísta durante tanto tiempo que esa infidelidad por fin había abierto sus ojos.

Allen merecía a alguien mejor, alguien que si supiera valorar todo lo que el menor podía ofrecer, alguien que no lo retuviera y le dejara despegar. Él había cortado las alas de Allen con su egoísmo y poca empatía. Se había engañado con que el amor era hacer sacrificios por la otra persona pero el único que lo había dejado todo era Allen.

Allen, el chico más dulce del planeta.

El hombre al que amaba, con el que  en algún momento soñó un futuro. El hombre al que había engañado.

La boda no fue más grande que la que tuvo con Allen, había tan sólo  cincuenta invitados de los que no conocía ni un cuarto; sus padres estaban presentes pero sin duda su padre sólo estaba ahí por obligación. También le había fallado.

Su madre estaba decepcionada, él lo sabía, pero también estaba feliz por la idea de ser abuela; había esperado con ansias que los resultados de las pruebas de Allen fueran positivas mucho más de lo que ellos dos hubieran deseado.

Por su deseo, cuando la boda acaba no van de luna de miel, ni mucho menos tienen la noche de bodas. Serim le ha fallado a mucha gente y desde el primer día de su nuevo matrimonio, su esposa es agregada a la lista.

Park Serim era una basura, y todos lo sabían muy bien.

No fue una sorpresa que su segundo matrimonio fuera un desastre desde el inicio. Por más se esforzó por hacer las cosas bien. La casa eran un completo caos, ni él ni su esposa tenían tiempo para hacer los quehaceres, comían comida a domicilio y casi no interactuaban en nada.

Era igual a compartir la casa con un extraño.

No podía evitar comparar su nueva rutina con la que Allen y él mantenían; Allen siempre tenía tiempo para la casa, el trabajo, su familia y para si mismo.

Ella no podía soportarlo. Quizá era por su embarazo pero apostaba todo a qué Allen pudo haber logrado balancear todo aún en ese estado.

Con el tiempo Serim deja de hacer tontas comparaciones. Su esposa no merece eso. Han encontrado un nuevo punto de apoyo para ellos, contrataron un ama de llaves y Chaein dejo el trabajo en los últimos meses del embarazo.

A los nueve meses su pequeño Hyeongjun nacio.

Eso cambio su historia.

Aquel bebé no merecía cargar con el resentimiento que su corazón mantenía. Chaein no era la culpable de su infidelidad, ellos dos cometieron un error al involucrarse más allá de los límites profesionales, pero Hyeongjun no debía de ser tratado como un error.

Era su hijo.

Su madre fue la más feliz el día del parto, estuvo de principio a fin las doce horas que tomo todo el proceso. Fue la primera en sostenerlo en sus brazos y quien acompañó a Chaein después del parto cuándo él tuvo que salir a casa a traer sus cosas para quedarse a cuidar de los dos.

La familia Park había crecido. Ahora estaba casado con Park Chaein y era padre de Park Hyeongjun. A sus veinte imaginó que la persona que entraría en parto sería alguien más pero ahora mismo estaba feliz de que la historia fuera tal cuál estaba sucediendo.

De no ser así no habría podido ver la hermosa sonrisa de su pequeño Junnie.

Diciembre[Sellen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora