Capítulo 1

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Cambios
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Había tenido la peor noche de mi vida porque ayer me cortaron la electricidad ya que no llegué a pagarla y mi ventilador dejó de funcionar exactamente a las 4 am, dejándome las 2 hs restantes que tenia para dormir, sufriendo.

Estaba realmente cansada como para bañarme, así que solo llené mi bañera de agua fría y me hundí en ella intentando reconciliar el sueño, lo cual fue imposible cuando mi reloj dio las 06:am y comenzó a sonar de manera insoportable.

Mi día empieza antes de que salga el sol. Soy una pobre camarera de 18 años por la mañana intentando rebuscarse la vida, ya que a mis padres no se les ocurrió mejor idea que sacarme de mi casa a los 16 porque "ocupaba mucho espacio y no aportaba".

-Mira que yo odio el maquillaje, pero déjame ponerte un poco de crema antiojeras Ámbar, los clientes van a salir corriendo. -dijo Sussan desde la puerta de nuestra habitación-

Nos conocimos cuando yo llegué a Estados Unidos de ilegal. Me encontraba desesperada por tener un trabajo y con 5 dolares en el bolsillo, así que solo se me ocurrió la maravillosa idea de ir por un café cerca del centro.
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El calor era abrumador, casi no podía respirar y si seguía sin comer nada probablemente me desmayaría y del hospital terminaría otra vez en México deportada.
Me metí a una pequeña cafetería llamada "Beguis" que se veía bonita, pero no lujosa y supuse que podría comprar algo.

Me senté intentando ocultar que si decía una sola palabra me caería en los azulejos del piso.

-Buenas tardes, ¿puedo tomar su orden? -Me preguntó una amable camarera-

-Si... ¿Qué me alcanza con 5 dólares? - Le pregunté llena de vergüenza-

-Bueno, puedo traerte un café... -hizo una pausa- Pero también unos hotcakes, cortesía de la casa -Dijo sonriéndome- no es fácil la ruta hasta acá, ¿no?

Luego de esas palabras me llené de miedo. Ella sabía que venía de ilegal y aunque no hubo ni un indicio de maldad en sus palabras, me sentí extremadamente presionada por la situación y mi cabeza se llenó de pensamiento intrusivos gritandome que corra.

No recuerdo más de ese momento, pues él terror me hizo cerrar los ojos en el acto y no hubo más remedio, me dejé caer en el suelo.
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Más tarde ese mismo día, cuando por fin abrí mis ojos pude ver que estaba recostada en una cama dentro lugar cerrado con algunas cajas guardadas al rededor. Supuse que era algo así como un depósito de comida, pero con un pequeño aire acondicionado del tamaño de una caja de zapatos a mi lado.

Antes de poder hacer cualquier movimiento, por la puerta entraron la camarera amable y un hombre de como 30 años con una bandeja llena de comida.

-Parece que despertaste, te diste un buen golpe -comentó el hombre sentándose en mi cama- Ten, te trajimos algo de almorzar.

-Le dije que quizás estabas cansada por el viaje, pero no tengas miedo, viene mucha gente como tú a este lugar antes de seguir.

La chica parecía muy simpática y sincera, honestamente más de lo que esperaba.

-Ella dice la verdad, pero la realidad es que nunca vimos a alguien tan joven aparecer sola... -mencionó impresionado el pelinegro- ¿Cuántos años tienes?

-Bueno... Tengo 16. Mis padres me sacaron de casa o más bien yo decidí huir y no es como si en México existiera algún futuro para alguien sin estudios, por lo que crucé la frontera con ayuda de mi vecino y un par de personas más.

-Comprendo -Expresó el hombre cabizbajo- Mira, no suelo hacer esto, pero si necesitas trabajo puedes tenerlo aquí como camarera, y quedarte en el depósito hasta que encuentres un lugar más cómodo.

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