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Como de costumbre, él no estaba ahí.

La cafetería de la secundaria se llenaba de ruido y Yeonjun odiaba el ruido, pero más odiaba los cuchicheos de los otros estudiantes.

—Oí que está a dieta. —dijo una chica en una de las mesas cercanas a la suya.

—Debería, ¿recuerdas cómo comía en la escuela? —rió otra de ellas— Parecía que no tenía fondo, creí que saldría rodando en cualquier momento.

Apretó sus dientes al escuchar aquello. Si bien no era cercano a ese chico, odiaba que otros se metieran en asuntos que no les incumbía.

—Parece un enfermo. —dijo un chico sentado frente a él.

—Es como un esqueleto andante.

—¡Basta! —alzó la voz. Todos centraron la mirada en él, pero poco le importó— ¿No sabéis comer en silencio?

Sin esperar respuesta, salió de la cafetería con su bandeja de comida, directo a aquel lugar donde el menor solía quedarse en esa hora.

Lo vio en el salón de música, ese que siempre estaba vacío en las últimas horas. Ahí se la pasaba el menor cada vez que era la hora del almuerzo, leyendo un libro sobre literatura francesa.

Literatura francesa, dijo Yeonjun para sus adentros. Ese género combinaba con él. Ni siquiera lo conocía lo suficiente, apenas sabía su apellido, pero simplemente pensaba eso.

El menor levantó su rostro, apartando la vista de aquel libro al oír como alguien se acercaba.

Yeonjun casi se perdió en aquellos ojos. No es como si fuese la primera vez que se veían. Más de una vez se habían encontrado en los pasillos de la escuela, pero era la primera vez que se miraban mutuamente. Y Yeonjun debía admitir que nunca vió unos ojos tan brillantes y hermosos en sus diecisiete años de vida.

—Toma, come. —soltó Yeonjun sin expresión alguna en su rostro, dejando su bandeja con comida frente al chico de cabellos dorados.

El menor lo miró con una expresión confusa para luego negar con la cabeza. —Gracias, pero no tengo hambre.

—Todos hablan a tus espaldas, si no quieres comer en la escuela, ¿por qué no le dices a tus padres que prefieres comer en casa?

Yeonjun solía ser brusco con todo el mundo. Alguien que desde el exterior podría parecer frío y ególatra. No era precisamente el chico popular ni el matón de la clase, pero solo parecía preocuparse por su persona.

Pero esta vez, incluso si intentó ser frío con aquel chico, se contuvo. Algo lo hacía detenerse y ser paciente. Eso le molestaba.

—Mira, agradezco tu preocupación, pero es algo más complejo que eso —dijo el rubio cerrando su libro—. Además, ni siquiera te conozco.

—¿Qué es entonces? —dijo Yeonjun, realmente no le importaba, pero solo quería hablar más con aquel chico delgado. No tenía nada mejor que hacer.

Se sentó en el suelo al lado del menor, sin ningún espacio entre ellos. Sus hombros chocaron en la acción, haciendo que el otro chico se quejara por la brusquedad de Yeonjun.

—No te conozco. —Fue lo único que respondió.

—Choi Yeonjun.

—¿Qué?

—Mi nombre es Choi Yeonjun. ¿Cuál es el tuyo?

El chico rubio se quedo mirándolo por un largo tiempo, intentando descifrar qué pretendía aquel chico. Nunca habían tenido mayor interacción que algún encuentro en los alrededores de la escuela o en la entrada cuando Yeonjun aparecía con su bicicleta a la misma hora, justo cuando Beomgyu entraba.

—Choi Beomgyu. —respondió.

—Ya nos conocemos. ¿Me dirás?

Beomgyu suspiró con molestia. Para él no era fácil hablar del tema, y odiaba que otros lo tomaran a la ligera.

—No somos cercanos, no tengo por qué contarte mis problemas.

Yeonjun sonrió, una sonrisa que al menor le pareció adorable, borrando así aquella imagen ruda que el chico siempre traía consigo.

—Seamos cercanos, entonces. Choi Beomgyu, a partir de ahora yo seré tu mejor amigo.

—Sigue soñando. —dijo Beomgyu rodando los ojos al mismo tiempo que se levantaba. De espaldas a Yeonjun, soltó una pequeña sonrisa. La forma en la que el mayor había pasado de ser intimidante a ser un niño emocionado le había parecido adorable. Y que se preocupara por él en lugar de soltar comentarios hirientes sobre su peso o hábitos alimenticios, hacía que su corazón se sintiera cálido. Se sentía como tener un amigo por primera vez en mucho tiempo.

—No me rendiré hasta hacerte comer de nuevo. —dijo adelantándose y dejando una manzana en la mano de Beomgyu, para después perderse por lo pasillos.

—¿De nuevo? —preguntó Beomgyu en un murmullo, intentando descifrar las palabras del mayor— ¡Hey, espera!

Cuando quiso seguirlo ya era tarde, Yeonjun había desaparecido y Beomgyu se encontraba demasiado cansado para buscarlo.

Miró aquella manzana y sonrió. La guardó en su mochila y se dispuso a salir de la escuela para volver a casa. Por primera vez volvería con una sonrisa.

𝐃𝐈𝐄𝐓 | yeongyu / beomjunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora