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—Hola, Choi Beomgyu. —exclamó el mayor saltando detrás de Beomgyu y apoyándose sobre sus hombros.

Beomgyu se sobresaltó del susto, casi tropezando si no es porque Yeonjun lo sostuvo de su mochila.

—¡Casi tengo un ataque al corazón por tu culpa! —gritó el rubio con la mano en el pecho y la respiración acelerada.

—¿Ya tan rápido te enamoraste de mí? —guiñó un ojo de forma coqueta— Si es que mi mamá tiene razón, soy todo un rompecorazones.

Beomgyu soltó una risa sarcástica para luego mirar al mayor.

—Tu mamá te miente.

—Qué cruel eres con tu mejor amigo, Choi Beomgyu. —hizo un puchero.

Beomgyu no podía entender cómo la personalidad de Yeonjun cambiaba drásticamente. Siempre lo vio como alguien distante y cascarrabias, pero ayer parecía un niño pequeño y hoy se comportaba coqueto y seguro de sí mismo. No sabía qué esperar si se trataba de Yeonjun.

—No somos mejores amigos, y solo dime Beomgyu.

—¿Puedo hablarte informal también?

—No —respondió con sequedad el menor, entrando al fin a la escuela.

—Está bien, Gyu —canturreó.

Beomgyu rodó los ojos, pero en el fondo le divertía aquel chico. No tenía amigos, así que siempre estaba aburrido y no tenía a nadie con quién hablar.

Su condición lo hizo alejarse de todos.

—Vayamos a la cafetería, no he desayunado —habló Yeonjun tomando la mano de Beomgyu para dirigirlo al lugar mencionado, pero Beomgyu se detuvo en seco. Yeonjun lo miró extrañado.

—Hay mucha gente, eso me agobia. —dijo con la voz temblorosa.

—Oh, no desayunaré allí, solo compraré algo.

Beomgyu quiso negar de nuevo, pero Yeonjun fue más rápido y lo arrastró con él hacia el interior de la cafetería. Algunas miradas se centraron en el rubio, algunas con confusión, otras juzgándolo.

Beomgyu se sintió intimidado, pero el agarre de Yeonjun en su mano se hizo más fuerte y por primera vez no se sintió solo y vulnerable.

—¿Qué miran? —dijo Yeonjun, volviendo a esa faceta fría y enojada que mostraba con todos.

Yeonjun compró dos sandwiches de huevo y salió de allí lo más rápido posible, aún sosteniendo la mano del menor. Caminaron en silencio hasta el salón de música.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Beomgyu viendo cómo Yeonjun se sentaba en la mesa del profesor.

—Sueles venir aquí cuando los demás comen, ¿no es así? —Beomgyu asintió con lentitud— Supongo que es como tu lugar seguro. Un lugar donde puedes estar tranquilo, desahogarte y sentirte en paz.

Beomgyu abrió mucho los ojos al escuchar al chico de cabellos castaños. ¿Cómo Yeonjun sabía eso?

—Todos tenemos un lugar seguro, Beomgyu. —terminó de hablar, como si hubiese leído la mente del menor.

Beomgyu asintió y se quedó en silencio, sentándose en una de las mesas pequeñas, justo frente a Yeonjun.

El mayor le ofreció uno de los sandwiches, pero Beomgyu negó.

—No te conozco bien y no sé nada sobre tu situación, pero puedo decir con seguridad que esto es difícil para ti. Hagamos algo.

Beomgyu lo miró curioso. Yeonjun sacó aquella mitad del sandwich de su empaque y lo partió a la mitad, quedando un triángulo que cabía perfectamente en su mano.

—No tengo el derecho de obligarte a comer, pero podemos intentar comer juntos —dijo Yeonjun con una sonrisa, levantándose y arrastrando la silla hacia la mesa donde Beomgyu se encontraba, sentándose así frente a él—. Está bien comer lo que quieras, la comida te hace feliz y te llena de energías.

—Lo sé, pero-

Beomgyu se detuvo en seco. Estuvo a punto de abrirse con el mayor, pero de nuevo el pánico lo consumió y corrió lejos de allí.

Beomgyu de nuevo estaba huyendo, alejándose de cualquiera que intentara ayudarlo.

Pero lo que no sabía era que Yeonjun no iba a rendirse, hasta hacerlo comer.

𝐃𝐈𝐄𝐓 | yeongyu / beomjunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora