El trabajo comenzaba a tornarse sofocante anímicamente, ya que en la zona no hay internet y tenía que viajar cerca de una hora y media más desde el lugar de la construcción hasta una ciudadela que contaba con los servicios necesarios para conectar mis dispositivos y llamar por teléfono, el transporte era escaso y como mencioné se necesitaban camionetas grandes para poder viajar ya que el camino era tan accidentado, polvoso e inestable que era imposible atravesarlo en un coche promedio. A unos quince minutos en camioneta del puente llegábamos al pueblito del maguey, que se había asentado en algún momento a orillas del río, no tenía más de mil personas, eran personas calladas usualmente y muy respetuosas, aunque era extraño verlos hablando en las callejuelas del pueblo siempre saludaban con "buenos días", "buenas tardes" o "buenas noches" cuando se cruzaban con alguien, sumado a alguna frase litúrgica, "Dios te bendiga" me decían casi siempre cuando nos íbamos a la construcción en las mañanas. Después de dormir en una de las casitas donde nos hospedábamos, me costaba mucho trabajo entender por qué toda esa gente vivía ahí, en ese lugar prácticamente árido, muerto, los pueblerinos tenían que recorrer largas distancias para traer el agua, aunque estaban cerca del río sólo en tiempos de lluvia podían acceder al agua de él y sólo se podía obtener alimentos de las parcelas aledañas al río que también eran pocas, no comían a sus animales porque eran igualmente pocos y según escuché por compañeros, al tener tan poco alimento y agua la carne de esos animales no era buena.
Ya hacían tres meses desde que estaba comisionado, me faltaban todavía cinco, seguía esperando algún cambio en los pilares del puente, pero no había índices, salvo los reportes semanales que enviaba no había mucho más que hacer. Un viernes le pedí a uno de mis compañeros si salíamos al centro de la ciudadela, y salimos. Fuimos a un pequeño bar del centro, no trabajábamos al siguiente día bueno, como si en realidad yo tuviese mucho trabajo, pensaba decirle que mandaría un comunicado para irme y volver comenzado el tiempo de lluvias, pasadas unas copas comenzamos a hablar acerca del puente, y de lo aburrido que se había vuelto mi trabajo durante este año y comenzó el tema de la humedad, de los hongos inexistentes, mi compañero cambió su gesto, de diversión y comodidad a algo tenso, se quedó callado, supuse que era por el nivel de alcohol en la sangre, yo estaba ebrio pero lo recuerdo todo muy bien, -No hay nada que se pueda hacer, por eso es que ninguna persona del equipo quiere salir contigo, será mejor que hagas lo mismo que los otros- me dijo, y serio señaló golpeando con fuerza su dedo índice contra la mesa -No te metas en problemas- y nos fuimos al hotel, durante la noche sentía que dormía y despertaba a cada momento, era extraño, nunca antes había soñado algo, escuchaba voces, como una fiesta, risas, voces jóvenes, las escuchaba en sueños, las escuchaba despierto no sé, no sabía distinguir cuál era la realidad, aunque dormí sólo en la habitación me sentí acompañado, no me podía mover, no los podía ver, pero sabía que ahí estaban, conmigo.
Al día siguiente mi compañero me pidió disculpas por haberse exaltado, fue culpa del alcohol me dijo, me pidió de favor que no hablara con nadie más al respecto de ese acontecimiento, me pareció entendible para evitarle una vergüenza o eso pensaba hasta que añadió: -De verdad Alejandro, mejor que continúes tus reportes como hasta ahora y al término de tu jornada te vayas, no escudriñes- en toda mi vida no había experimentado una sensación como aquella que me invadió en ese momento, sentí que mi sangre se congeló por un segundo, iba a preguntarle por qué pero pareció que leyó mi mente -No escudriñes, te he dicho- insistió, no me quedó más opción que asentir con la cabeza.