A medida que voy caminando veo la pala de mis zapatos, algo viejos pero a la vez jóvenes. Continuando mis pasos comienza a llover pero mantengo mi postura omisa y continuo mi camino muy tranquilamente.
Al llegar a mi destino, elevo un poco el rostro y observo todo a mi alrededor, había muy poca gente para la hora en aquella estación de trenes por lo que saco mi reloj de bolsillo para confirmar el tiempo pero era correcto.
Seguido procedo a sentarme en uno de los banco a esperar, poso mis codos en mis rodillas y mantengo la mirada quieta al piso hasta que veo un par de zuecos finos y delicados acercarse a los mios.
-Hola, ¿esta usted bien?
-Sí - contesto sin importancia
-Pero yo sé que no - así extiende su mano y yo como un niño atraído por un dulce la tomo y por Dios que era suave.Aquella misteriosa y amable mujer me invita a unos tragos para "olvidar los problemas" y como buen caballero accedí. Nuestra risa distorcionada era mas que destacable dando a pensar muchas cosas sin equivocarse en menos del 80%.
Tras esos momentos cerveceros terminamos en una habitación barata, calmando la sed de la lujuria pero a la mañana siguiente ella ya no era mas que una voz, voz que duró menos de dos horas dentro de mi cabeza dejando así a este hombre nuevamente a la compañia aislada junto a aquellos botines que su abuelo le había regalado.