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─¡En serio me tienes que...! ¡Me tienes que estar haciendo de chivo los tamales, Guillermo! ─Hirving gritó, golpeando el suelo con su puño. Se había caído de la cama de Memo (en la cual se encontraban originalmente hablando después de que el mayor llamase a su mejor amigo en busca de desahogar todo lo que tenía en su interior desde aquél infortunado suceso) debido a la exagerada risa maniaca que no había cesado desde que Guillermo empezó a relatarle su primera charla con Lionel Messi.
─¡Oh que la canción, Hirving, deja de reírte! ─exclamó Memo, lanzándole una almohada en el rostro a su mejor amigo, frustrado, avergonzado y muy rojo─. Me haces sentir mucho peor.
El menor inhaló un par de veces antes de encontrar su voz. ─No creo que eso sea humanamente posible, Memo ─confesó su mejor amigo, apoyando sus codos en el colchón de la cama, aún sentado en el piso─. Es decir, lo primero que sale de tu boca la primera vez que hablas con una criatura inocente como Lionel Messi es: "¿Me dejas chupártela?" ─Las mejillas de Ochoa estaban ahora en un intenso tono carmesí─. Sólo porque quedaste sorprendido por el enorme tamaño de su mini-Lio, no tan mini, según lo que me estás contando... no te da derecho de ser un indecente. Debiste invitarle un café primero.
─¡Hirving, ya párale! ─gritó Memo, tirándose de espaldas en su cama, cubriendo su rostro con una almohada, ahogando un grito de frustración en ella. Tenía ganas de llorar debido a lo avergonzado que se encontraba con Lionel Messi.