Hola, mi nombre es Cintia, y la historia que les voy a contar es algo que jamás pensé que me podría pasar con un jugador de la selección Argentina. Conozco a Nicolás Otamendi desde que éramos chicos, allá en el barrio La Paloma. Él era el típico pibe callado, tímido y de una paciencia admirable, pero nosotras, mi amiga Lucía y yo, lo tomábamos de punto. Nos encantaba hacerle bromas y meterlo en situaciones incómodas solo para ver cómo reaccionaba. Nunca se nos pasó por la cabeza que aquel pibe flacucho que soportaba nuestras burlas se convertiría un día en campeón del mundo... y que años después, de alguna manera, me haría pagar por todas y cada una de aquellas bromas.
De chicos, solíamos juntarnos en la casa de Lucía, mi mejor amiga de la infancia, y cada tanto aparecía Nico, acompañado de su papá. Con solo verlo, sumado a su silencio y su timidez eran ideales para hacernos reír a nosotras; con tan solo decirle algo, se ponía nervioso. Quizás eso tenga que ver con que era algo más chico que nosotras.
Recuerdo una tarde en particular, típica siesta donde nos juntábamos a merendar una leche chocolatada, esa vez vino con una pelota bajo el brazo, y apenas lo vimos, arrancamos a hacerle preguntas tontas como "¿Qué equipo de fútbol te gusta?" o "¿Y vos en qué posición jugás?". Él, muy serio, nos dijo que le gustaba River Plate, y yo, con ironía, le respondí: "Con razón sos tan gallinita". Pobre Nico, le hervía la sangre, se ponía loco y se moría de ganas por insultarnos, pero como nos reíamos tan fuerte solo se dignaba a ignorarnos y alejarse por un rato.
Esa tarde estaba hecha una maldita. Me le planté a Nico cerca de la puerta, donde se había sentado, y le seguí insistiendo: "¿Me vas a decir en qué posición jugás?" Él, mudo, no decía ni una palabra, así que le agarré el cachete y lo sacudí hasta que, al fin, me gritó: "¡Defensorrrr!". Ahí nomás, Lucía y yo nos miramos y estallamos de risa, diciéndole que con esas piernitas flacas y ese cuerpito, no le daba para ser futbolista.
Otra vuelta estábamos jugando a la rayuela en el parque del barrio, cuando con Lucía empezamos a joder a Nico porque era bajito y llevaba un corte de pelo bien "villero". Le decíamos que así ninguna chica se iba a fijar en él. Una de las peores bromas que le hicimos fue en una pileta pública a la que solíamos ir en verano. Quedaba a tres cuadras de la casa de Lu, y esa vez nos dejaron ir solos. Pasamos toda la tarde en el agua. Nico fue el último en salir y, apenas puso un pie afuera, salimos disparadas llevándonos su toalla. Finalmente, nos alcanzó y recuperó la toalla, se metió en el vestuario, pero como éramos tan traviesas, nos colamos sin que nadie nos viera y le sacamos el pantalón que estaba por ponerse, junto con el short y la toalla.
La idea era que tuviera que caminar esas tres cuadras en calzoncillos, pero fue más pillo de lo que pensábamos y le robó una bermuda a un señor. Al final, la broma no salió como esperábamos, pero las risas no faltaron.
Igual, Nico fue creciendo y no se quedó atrás. En verano siempre agarraba un vaso o una botella de agua y nos empapaba de un chorro en pleno pecho, dejándonos todas mojadas. Y otras cosas... mejor ni contarlas.
A medida que crecíamos, Nico empezó a mostrar un gran talento para el fútbol. Pasaba horas practicando en la cancha del barrio y rápidamente se convirtió en un jugador impresionante. En pocos meses fue seleccionado para jugar en equipos locales. Con el tiempo, su habilidad lo llevó a un equipo de primera división y, finalmente, a jugar en el extranjero. Era increíble ver cómo aquel chico callado y tímido, que solía venir a la casa de mi amiga, se había convertido en un jugador famoso y respetado. Desde que se fue, no lo volví a ver. Yo también crecí y me fui a vivir a Francia.
Pero parecía que el destino y él tenían algo planeado para mí. Argentina había llegado a la final del Mundial de Catar 2022, y justo se iba a disputar contra Francia, donde yo estaba viviendo. Durante el campeonato, la gente estaba desquiciada. Entraba en mis redes sociales y era un caos: todos copando las calles, trepándose a los semáforos, festejando hasta con las abuelas. Cada día salía una canción nueva. Y yo, del otro lado del mundo, perdiéndome cada festejo y toda esa alegría. No tardé en decidirme, pedí tres semanas de vacaciones y armé la valija para tomar el primer vuelo antes de la final. Quería vivirlo con mi gente; no podía perderme un momento tan histórico.
ESTÁS LEYENDO
Selección Argentina - One shot (+18)
RomanceSumérgete en un mundo de deseos ocultos y pasiones ardientes con "Selección Argentina One Shots (+18)". En esta colección de relatos eróticos, cada capítulo te lleva a descubrir los secretos íntimos de los jugadores de la selección argentina. Desde...