Querido Joe.

12 de Octubre.

Me levanté de la cama tratando de ignorar los sonidos irritantes que hacia el teléfono de mi casa mientras caminaba hacia la ducha para olvidar que por tercera vez me levanté a las dos de la tarde.

Mientras el agua caia por mi espalda trataba de hacerme entrar en razón y aceptar que necesitaba ayuda para salir de a lo que muchos lleva a la primer parte de la depresión.

Mi abuelo falleció en agosto del año pasado y todo el dolor que pensé había desaparecido lo tenia aun arrastrando y no solo lo arrastraba también camina conmigo, come en mi mesa, duerme en mi cama. Nada había sido superado.

—¡Tienes que salir de la ducha ahora mismo o te terminarás la reserva de agua!— escuché que mi tia mi decía desde la puerta del baño.
No había notado el tiempo que había pasado bajo el agua hasta que su voz inundó todo el pequeño cuarto de baño.

Mi mente y mi corazón aun estaban rotos y no podia imaginar como se sentia mi abuela o la familia al aceptar la perdida de mi abuelo.

—Robin, no deberías derrochar tanta agua para bañarte, no dejas nada para los demás.
—Lo sé. Tia lo lamento, no volverá a ocurrirme.
—¡Ay bueno esta bien dime que te pasa!— dijo mientras meneaba la cuchara de lo que parecia ser un guiso nuevo.
—Nada en realidad, solo que me siento en la etapa de duelo nuevamente y siento que no avanzo en nada.
—Bueno, cada duelo lleva su proceso y toda persona lleva su propio duelo como quiere llevarlo y en el orden que quiere llevarlo, no digo que este feliz por la muerte de Papá, pero creo que por lo menos él está mejor que nosotros.
—Tal vez solo necesito un café y en unos días se me pasará.

Por la noche decidí que por fin vería todos los mensajes que me habian mandado y decidir cuáles contestar y cuáles simplemente borrary hacer como si nunca existieron.

Personalmente odio las redes y lo que esas te hacen hacer y no me mal entiendan, yo también era de las que publicaba muchas cosas y queria que todos supieran lo que comia, vestía, hacia, o me gustaba. Pero dejo de importarme cuándo te das cuenta de que el enemigo no siempre es el que te odia más.