1. Viaje sin retorno

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El día estaba más agitado de lo habitual, los estudiantes, vestidos con sus pulcras filipinas blancas, conversaban con bastante emoción mientras esperaban la última clase del día y la última del año escolar, antes de iniciar las vacaciones de verano.

— ¡No lo puedo creer! ¿De verdad irás a New York?

— ¡No puedo esperar a que suene la campana!

—Mi abuela enfermó y tendré que ir con mi familia al rancho.

— ¿Qué harás en las vacaciones?

Yesenia soltó un suspiro y dejó caer la cabeza en la mesa, mientras escuchaba las voces de sus compañeros de aula. El cansancio por fin estaba haciendo efecto en su cuerpo, no había podido dormir bien los últimos días por el estrés de las tareas y exámenes que debían realizar antes de irse.

Cerró los ojos, pero no pudo relajarse porque alguien movió su cuerpo ligeramente.

—Nia.

Yesenia abrió los ojos y levantó un poco la cabeza para mirar a su gran amiga Leticia, con un rostro de preocupación.

— ¿Te encuentras bien? —le preguntó, sentándose en la silla junto a ella.

Yesenia se enderezó en su asiento.

—No, estoy bastante casada —dijo haciendo puchero.

Leticia le dedicó una sonrisa ladina.

—Ay, Nia —expresó con pena.

—Lo bueno es que es el último día. Aprovecharé para dormir bastante estas semanas —sonrió Yesenia, tratando de animar a su amiga y de animarse a ella misma.

— ¡Si! —chilló con entusiasmo Leticia, alzando sus pulgares—. Veamos el lado positivo.

No pudieron continuar hablando porque el profesor entró por la puerta, haciendo que todos volvieran a sus lugares correspondientes.

Yesenia parpadeó para alejar el sueño y se dispuso a tomar apuntes.


(...)


— ¡Niaaaaa!

Al terminar la clase, Leticia se acercó corriendo a la mesa de Yesenia.

— ¿Qué pasa? —le preguntó, mientras guardaba su libreta en la mochila.

—Nos vemos regresando, Yes, Leti. Que tengan bonitas vacaciones —se despidió de ambas el compañero de asiento de Yesenia, Julián, con una sonrisa.

—Gracias, felices vacaciones también —le sonrió Yesenia.

—Igualmente, Julián —le siguió Leticia.

Ambas lo miraron marchar y, cuando finalmente desapareció de su vista, retomaron su conversación.

— ¿Qué querías decirme?

— ¡Ah, sí! ¿Qué te parece si vamos a comer al restaurante chino que abrió hace poco?

—No lo sé, Leti —dudó Yesenia, colgándose la mochila al hombro—. Estoy bastante cansada.

—Anda, vamos. Será nuestro último día juntas antes de que me vaya Querétaro, después no podremos vernos hasta regresar y eso será... ¿qué? —Leticia hizo un conteo mental de las semanas que durarían las vacaciones—. ¿Tres semanas?

Yesenia soltó una risita, ante la expresión de confusión de su amiga.

—Está bien, tú ganas, pero sólo porque ya me dio hambre —le advirtió Yesenia pasando por su lado.

Al borde del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora