3. El abismo

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Yesenia abrió los ojos por segunda ocasión, no sólo su cuerpo le dolía, sino que también su cabeza. Le tomó bastante tiempo organizar sus pensamientos y recordar dónde se encontraba.

— ¡La niña! —gritó y se levantó con mucho esfuerzo.

Fue allí donde se dio cuenta de que ya no se encontraba en aquella habitación, sino en un lugar que parecía la nada, no había nada más que oscuridad.

—Mierda, volvió a ocurrir.

Sin embargo, se sorprendió al ver que podía mirar perfectamente todo a su alrededor. Había un único pasillo, así que se apresuró a caminar a través de él en busca de la niña.

Al final del estrecho pasillo, se encontró con una enorme habitación, y, justo en medio de ella, se encontraba la niña, sollozando.

—Debo hacerlo, debo hacerlo —escuchó que repetía la niña.

— ¿Qué estás haciendo? —le preguntó Yesenia.

Pero no tuvo que esperar una respuesta por parte de la pequeña, porque estaba claramente a la vista. La habitación no continuaba más allá, sino que acababa en un gigantesco abismo y, justo parada junto al borde, se encontraba la niña.

— ¡ESPERA! ¡NO LO HAGAS! —gritó Yesenia a medio camino, sus piernas le impedían avanzar, negándose a dar un sólo paso, quizá fuera el miedo, o algo más.

La niña volteó a mirarla con una triste sonrisa.

—Es algo que debo hacer.

Yesenia comenzó a sollozar, el sentimiento de dolor crecía y crecía.

—Detente —suplicó, pero la niña ignoró su llamado y se volteó hacía el abismo—. ¡DENTENTE! —gritó desgarrando sus cuerdas vocales cuando la niña avanzó.

Fue sólo cuestión de segundos, en los que Yesenia sintió que su cuerpo tomaba fuerzas y sus piernas comenzaron a correr como nunca antes lo habían hecho.

La niña había cerrado los ojos, mientras se dejaba caer, pero unas manos la tomaron y tiraron de ella, arrojándola devuelta a la habitación.

— ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?

— ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO TÚ? ¿PERDISTE LA CABEZA? ¿QUÉ ESTABAS PLANEANDO HACER?

Ambas trataban de recuperar el aliento que habían perdido por la adrenalina y todos los sentimientos encontrados en ese momento.

— ¿NO LO SABES YA? —escupió con rabia la niña—. TE DIJE... QUE ME DEJARAS SOLA.

Con un rápido movimiento, la niña se puso de pie y se echó a correr rumbo al abismo, pero Yesenia fue más rápida y tomándola entre sus brazos la detuvo.

— ¡SUÉLTAME, SUÉLTAME!

— ¡BASTA YA! ¡ESTÁS LOCA!

La niña pataleaba y soltaba gritos desgarradores.

— ¡POR MI CULPA ESTÁN MUERTOS! ¡NO MEREZCO VIVIR!

— ¿QUÉ ESTÁS DICIENDO? ¿CÓMO PUEDES PENSAR ASÍ? ¡NO ES TU CULPA! —gritaba Yesenia entre forcejeos, evitando los golpes que la niña le soltaba.

— ¡CLARO QUE SÍ! ¡ES CULPA NUESTRA! ¿CÓMO ES QUE DECIDISTE OLVIDARLO Y VIVIR COMO SI NADA? —gritó por última vez la niña, tomándola de la camiseta y haciendo que la mirara, con una expresión de reproche en sus ojos.

El cuerpo de Yesenia se paralizó ante las palabras de la niña.

— ¿Qué...? ¿Qué estás...? —No podía formular las palabras correctamente.

Al borde del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora