Yesenia despertó aterrada, con la respiración agitada. Revisó cada parte de su cuerpo para mirar su estado, pero no encontró ninguna herida, ni fractura. Tampoco sentía ninguna clase de dolor.
¡¿Qué estaba pasado?! Gritaba su mente.
Aún alterada, trató de regular su respiración y los latidos de su corazón. No había sido una pesadilla, estaba segura de ello, había caído con todo y auto por un acantilado.
— ¡Por Dios, por Dios! —gemía—. Cálmate, cálmate.
Aún no daba crédito a que hubiera sobrevivido ilesa de aquel accidente. Y, aún en estado de conmoción, seguía pensando que algo extraño pasaba. Entonces se di cuenta, ya no se encontraba en su auto, ni en aquel horrible acantilado, se encontraba sentada sobre una pequeña cama, dentro de una habitación infantil.
Con sus pensamientos un poco más claros, Yesenia miró el lugar y el terror y la confusión no hizo más que crecer. ¿Dónde estaba? ¿Cómo es que había llegado?
Se puso de pie con bastante lentitud, mirando de un lado a otro la habitación. Por alguna razón, lucía extrañamente familiar, pero no podía recordar el por qué.
Todo allí le parecía aterrador y curioso al mismo tiempo, sin embargo, lo que más llamó su atención fue un gran mueble de madera que iba de extremo a extremo en la pared, repleto de peluches, muñecos y toda clase de juegos y juguetes infantiles.
No podía apartar la mirada de un peluche en especial. Tragando saliva, caminó a pasos lentos por la habitación hasta quedar frente a él, era un elefante azul con un pañuelo rojo alrededor de su cuello. Temerosa, lo tomó con sumo cuidado entre sus manos.
Entonces, un destello llegó a su cabeza, era un recuerdo.
— ¿Y cómo se llama? —preguntaba una preciosa mujer con una voz cariñosa.
La pequeña niña la miró con una enorme sonrisa y levantó el peluche para que la mujer pudiera verlo mejor.
—Es el señor Tum-Tum.
La mujer soltó una risa divertida, enternecida por las palabras de la niña.
— ¿El señor Tum-Tum? ¿Por qué decidiste llamarlo así?
La mirada de la niña brilló con entusiasmo.
— ¿Recuerdas a Tambor? —la niña comenzó a explicarle—. Quería que se llamara como él, pero Tina ya le había puesto ese nombre al suyo. Por eso le puse como el sonido del tambor.
La mujer se echó a reír.
— ¿Tambor? Pero él es un conejo, no un elefante.
La niña hizo un puchero, ofendida por las burlas de su madre y llevó el peluche hacia su pecho en un abrazo protector.
—Pero es un nombre bonito.
—Es cierto —le sonrió ella, colocando su mano en la mejilla de la niña—. Es un nombre bastante bonito, mi pequeña.
Yesenia dejó caer el peluche, aturdida por las imágenes que habían aparecido en su cabeza, estaba realmente confundida. ¿Acaso ese había sido un recuerdo de su infancia? ¿Cómo es que lo había olvidado? Pero no tuvo el tiempo suficiente para pensar con claridad, un estruendoso ruido de cristal rompiéndose llegó a sus oídos. Provenía del otro lado.
Yesenia no podía dejar de sentirse aterrada, aunque comenzaba a reconocer que aquella había sido su casa cuando era una niña, el ambiente que había en esos momentos no era de la calidez de un hogar o la añoranza, sino todo lo contrario.
ESTÁS LEYENDO
Al borde del abismo
Short StoryYesenia es una estudiante de medicina que al iniciar sus vacaciones decide ir a visitar a sus padres, pero durante su viaje por la carretera sufre un terrible accidente, que la obligará a tener un encuentro con un pasado que había olvidado. "No pued...