Pesadilla 44

26 3 0
                                    

Había estado corriendo por toda la casa en busca de un escondite, me había cansado y caí detrás del sofá cuando volví a escuchar un estruendoso ruido y un grito desgarrador. Me moví deprisa a la siguiente habitación en donde estaban tres de mis compañeros de pensión y amigos de la universidad.

- Ya están aquí. No hagas mucho ruido. - Me advirtió Emily, una de ellos. 

- ¿Quiénes están aquí, qué ha sucedido?

- Es un viejo amigo, está molesto porque... - Su incomodidad era evidente. Algo malo debió ocurrir entre esos dos. - No importa ya, sólo deben quedarse muy quietos y sin hacer ruido. ¿Entendido?, es un hombre peligroso.

- ¿Han visto a mi mamá?

- No. 

- Es que no la encuentro. Debe estar arriba, pero no sé en qué parte buscar.

- No, es demasiado arriesgado. Debes quedarte. - Mi amigo me sostuvo del brazo con fuerza. 

- Es mi madre, no la puedo dejar. Sé que escucharon ese grito también y si no subo pronto podría ser demasiado tarde. 

- Naolin. - Dijo Isa con los ojos cristalizados - Si le ha hecho algo a tu madre no podrás salvarla. Sólo las matará a las dos.

- Con mayor razón, no la dejaré sola en esto. Adiós chicos. Los amo. 

Salí rápido procurando que mis movimientos fueran casi imperceptibles y subí las escaleras gateando. 

Me asomé con cuidado en la primera habitación, vacía. La segunda, vacía. La tercera también vacía y cuando llegaba al final del pasillo noté el inconfundible aroma metálico que brotaba de mi madre. 

- ¡Mamá!- corrí llorando a su lado. 

- Hija. - Apenas podía hablar. 

Analicé la imagen, ella recostada en el suelo con una tela cubriendo desde su torso hasta sus pies, empapada. Débil y pálida. Iba a morir. Levanté el paño que la cubría y observé la mitad de su cuerpo cercenado. No pude contener el llanto. 

- Mamá te voy a sacar de aquí. Te voy a ayudar, todo estará bien, no te preocupes, todo va estar bien, ¿de acuerdo? yo me encargo. 

La vi hacer un sutil gesto, estaba escuchando mis promesas. 

Traté de levantarla pero luego recobré el sentido y me di cuenta de lo estúpido que sería. La desangraría más rápido y le haría al asesino el trabajo más fácil de hallarme. 

- No tardo de acuerdo. Quédate conmigo por favor. Sólo tengo que encontrar algo para sacarte de aquí. Vas a estar bien, resiste. No me tardo

Salí corriendo, estaba cegada por la adrenalina del momento y no me importó quién estuviera ahí. Busqué en la sala a los demás, necesitaba un transporte pero no había nadie, todos los que vivíamos en esa casa estaban escondidos o muertos. 

- Ayuda, por favor, necesito un transporte. ¡Hola!, necesito un transporte por favor, mi madre agoniza, por favor alguien ayúdeme. - Comencé a gritar por toda la estancia. Entré en el pasillo que conducía a la biblioteca pero de pronto resultaba más y más largo, no podía llegar al final y las paredes de mi alrededor daban vueltas sobre mi cabeza. Había entrado en un laberinto que me aturdía. Corrí más pero me topé con enormes manchas de azulado púrpura frente a mí. Eran nubes de algún gas. 

Traté de no respirar y lo último que recuerdo es haber caído inconsciente en el suelo. Me habían drogado. 

Desperté en el suelo del baño con la puerta abierta y de milagro seguía con vida. Al menos eso es lo que el dolor me hacía creer. 

- Mi mamá- dije para mí. - Mi mamá dónde está mi mamá- les pregunté gritando a mis compañeros, aunque sus rostros no me terminaban de agradar. Había algunos allí que yo no había visto antes. ¿En dónde estamos?

- ¿Te puedes calmar? Estabas gritando como una loca y te dimos un sedante o Jeff nos mataría a todos por tu culpa. 

- ¿Quién diablos es Jeff?

- El loco exnovio de Emily. Está aquí para buscar venganza porque ella robó parte de su mercancía. En realidad, robó su dinero e hizo que lo arrestaran. 

- Ay no, ¿el químico?

- Sí. Esto es sobre su "negocio" 

- Maldición. Pero qué hacemos aquí abajo, ¿por qué no han llamado a la policía, por qué todos están tan tranquilos?

- Porque Jeff está aquí por ella, no nos hará nada a nosotros, no tenemos ninguna importancia en esto. Sólo debemos esperar en silencio a que haga lo que deba hacer y después regresaremos a la normalidad. 

- No puedo creer lo que estoy escuchando. Ella es nuestra amiga. ¿Por qué no han llamado a la policía?

- Porque cortó toda señal de comunicación. Ninguna llamada puede salir de esta casa. 

- ¿Y algún auto?, necesito un vehículo. - Recordé que mi madre me necesitaba y cada minuto discutiendo era un minuto perdido para ella - no puede ser, cuánto tiempo he perdido- susurré para mis adentros-por favor, díganme cuánto llevo dormida.

- No es mucho, veinte minutos o quizá menos. 

- Oh, no - el pánico nuevamente se apoderaba de mí. - Mi mamá está muriendo. Por favor, llévenme al hospital con ella. Se los suplico. 

- Yo te puedo llevar. 

- Gracias. De verdad, iré por ella. No me tardo

- Seguro, te veo en el estacionamiento. 

- Mamá- dije aterrada al verla nuevamente. - Mami estoy aquí perdón. Vamos a ayudarte. Ven

No hubo respuesta.

- Mamá por favor, no puedes irte todavía te necesito. Eres mi razón más importante para seguir aquí y no puedo hacerlo si no estás. No puedes irte, no puedes rendirte por favor, sé que aún me escuchas, abre esos ojos y vámonos. ¡Mamá por favor!- dije casi susurrando. Había perdido toda fuerza y la abracé llorando. 

- Vamos hija- Dijo casi imperceptible. 

- Sí, nos vamos mami. Ven conmigo. - La cargué y llevé hasta el auto, la acomodé en el sillón. - Sólo voy por mi bolso y nos vamos. No me tardo. -Besé su frente y entré corriendo a la casa, busqué como loca el bolso y en tanto lo hallé regresé al auto.

Al volver, mi compañero estaba cerrando el auto con llave lo que me desconcertó. Se suponía que me llevaría rápido para salvar a mi madre agonizando. 

- ¿Qué estás haciendo?- dije aterrada-mi madre...

- Tú madre murió. - Dijo fríamente. 

El silencio invadió mi cuerpo y el pánico se apoderó de mi rostro. Se había ido, esa era la inevitable realidad, mi culpabilidad se evidenciaba frente a mí.  Pero las preguntas inundaron mi cabeza como si alguien estuviera disparando miles de balas hacia mí ¿Por qué no fui por ella más rápido?, ¿por qué tuve que dormir tanto?, ¿por qué perdí la cabeza e hice que me sedaran? ¿por qué no evité que la atraparan a ella? ¿por qué no morí yo en su lugar?

Sabía que estas preguntas hallarían sentido en sus respuestas, así que cada vez que preguntara el porqué tuvo que morir ella, sabría que todas las respuestas conducían a un único culpable... Yo.

Me di la vuelta para regresar a la casa, siguiendo al que intentó ser mi conductor y luego sentí el impresionante peso del hierro impactando con mi cabeza. Sentí el líquido brotar de mi cráneo, después sólo recuerdo haber sentido la oscuridad. 




Una muerte accidentalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora