No podía ser ella, era imposible.
Habían pasado muchos años desde que me fui de esa ciudad y desde que perdí el contacto del todo con la que era mi mejor amiga en ese entonces. Dicen que las amistades que tienes en tu infancia la mayoría de veces no solían ser luego importantes en tu vida, pero lo cierto es que con ella no era así.
De vez en cuando me acordaba a cuando iba a su casa a jugar o cuando nos sentábamos en los columpios a imaginarnos infinidades de cosas que sabríamos que no iban a pasar pero que igual nos gustaba soñarlo, como que nos bañaríamos en una piscina llena de algodón de azúcar y que no aguantaría ni un día viva porque nos la comeríamos antes.
Era a la primera persona a la que de verdad pude llamar amiga y la persona que más me dolía imaginar que podría perder y sin embargo, fue a la primera que perdí.
Cuando me fui de aquella ciudad por motivos de trabajo de mis padres, ocurrió de una manera tan repentina que ni siquiera pude decirle un último adiós. Aún me acuerdo cuando pasé todo el viaje llorando y refunfuñando porque mis padres no me dejaban despedirme de ella, los otros niños me daban igual, no los consideraba amigos míos, pero ella era muy importante para mí y me dolió en el alma perderla.
A partir de ese momento traté de no encariñarme en exceso de la gente, tenía miedo a hacerles daño cuando me fuera y sobre todo a hacerme daño a mi misma, me tocaba mudarme constantemente y casi nunca sentí ningún lugar como mi hogar y esto provocó que me fuera por malos caminos.
La mayor parte de mi adolescencia la pasé rodeada de gente que no me aportaba nada bueno, me dejé llevar por los malos caminos y comencé a meterme en problemas, a salir de fiesta en exceso, a probar sustancias no muy sanas para mi cuerpo... Había destrozado mi adolescencia y cuando fui consciente de ello solo quise huir de todas partes y empezar de cero, me teñí el pelo e intenté centrarme en la música que era de las pocas cosas que me hacía feliz.
Tuve mucha suerte con ello, lo reconozco, pero no es tan fácil como la gente piensa, y creo que el simple hecho de que me haya tratado de esconder en el baño lo demuestra, pero por supuesto, no he conseguido despistarlos.
Tendría que haberme quedado un rato más en el baño.
Con ella.
— No ibas a conseguir nada huyendo, te acabaría encontrando tarde o temprano.
— Oh vamos Gus, no tienes que ser tan sobreprotector conmigo, me lo estoy pasando muy bien y no necesito un guardaespaldas.
— Querida, te recuerdo dos cosas, la primera es que si soy tu guardaespaldas y para algo me pagan, la segunda es que te he dicho mil veces que no me llames Gus, dime August.
—Para tener tres años más que yo la verdad es que tienes una mentalidad de señor mayor.
— Y tu de cría.
— Lo que digas Gus.
Noté como se estaba desesperando y eso me hizo reír.
August era mi guardaespaldas y era lo más cercano a un amigo que tenía. Le contaba todos mis dramas y siempre era el que me ayudaba si me metía en líos. Pese a ser solo 3 años mayor que yo era muy maduro y casi nunca lo veía divertirse con nada, eso me producía tristeza porque pese a que ambos habíamos pasado ya la etapa de la adolescencia, aún seguíamos siendo jóvenes y merecía disfrutar también.
—¿Gus?
— Dime.
—¿Podrías hacerme un favor?
— Me da miedo cuando dices eso.
— No es nada malo, solo necesito que me averigües una cosita de nada.
—¿De qué se trata?
— Necesito que me averigües si la chica que he conocido en el baño es mi mejor amiga de la infancia.
—¿Y cómo se supone que averiguo yo eso? Deberías preguntárselo tú misma.
—No puedo hacerlo, en el caso de que fuera ella no estoy preparada para volverla a ver.
— ¿Y por qué no?
— Porque me seguiría persiguiendo ese sentimiento de culpa.
— No fue tu culpa Thais, tu ni siquiera sabías que te tenías que mudar.
— Pero no hice nada por buscarla tampoco, seguro que no me perdona.
—Si no pruebas a hablar con ella, nunca lo sabrás. Yo te acompaño si quieres, bueno aunque tampoco te iba a dejar que huyeses de mí.
—Muy gracioso Gus, ¿sabes qué? Necesito pensar en ello, voy a pedir algo a la barra.
—Ni se te ocurra pasarte con el alcohol, lo que nos hacía falta ahora es otro escándalo.
— Lo sé, tranquilo.
La última vez que salí las cosas no acabaron del todo bien, había dejado casi todos los malos hábitos, pero aún había una pequeña parte que seguía estando ahí y esa era la que hacía que ocurrieran cosas como subirme a las mesas a cantar o besar paredes. Por supuesto todo esto se acababa difundiendo y hacía que mi reputación bajase.
Me dirigí a la barra y como si el destino quisiera que nos encontrásemos de nuevo, allí estaba ella junto a la barra con sus amigos mientras hablaban, bueno más bien parecía que solo estaba hablando con uno de ellos porque los otros dos no tenía pinta de ni siquiera saber donde estaban.
— Es ella. —Le dije a Gus.
— Deberías acercarte.
—Es que como no sea ella voy a quedar fatal.
—¿Desde cuándo a ti te ha preocupado eso?
—Tienes razón, voy a hablar con ella, pero necesito un trago antes.
—Thais...
—Solo uno.
— Eso dice todo el mundo.
—En el caso de que me pase tú estás aquí para controlarme ¿no?
—El problema es que eres muy escurridiza, así que no creas que es fácil hacerlo.
—Bueno, de todas formas no me voy a pasar, así que no tienes que preocuparte.
Estaba tomando mientras la miraba intentando pensar en la forma en la que me acercaría cuando August me habla.
—Quizá no te va a hacer falta acercarte a ella primero.
—¿Qué?
Me quedo confundida durante unos instantes hasta que la veo mirar para los lados como si buscara a alguien y de repente me doy cuenta que dos de sus amigos se dirigen a donde estoy.
—¿Eres Thais?—preguntó uno de los chicos.
—Eso creo.
—¡Hunter! ¡Hemos encontrado a la reina!
—¿Reina?—Pregunté.
—Eres la mejor, tu música es increíble y nos encantaría que nuestra amiga fuera una de tus bailarinas pero la muy tonta no quiere hacer las pruebas.
—¿Ah, si? ¿Ella es bailarina?
—Bueno, era, pero lo dejó. Aunque estamos seguros de que volverá a bailar.
—¿Podría hablar con vuestra amiga?
—Madre mía, no me puedo creer lo que está pasando, ¿Has oído Hunter? ¡Thais quiere hablar con nuestra Katie!
—Ahora vamos a por ella, quédate aquí por favor.
—Si, ir tranquilos a buscarla.
Ambos se fueron corriendo a buscarla dando saltitos en el camino. Al cabo de 5 minutos aparecieron arrastrándola hacia donde me encontraba.
Así fue como mi objetivo se me presentó por segunda vez en la noche justo delante de mis ojos, y ahora que estaba aquí no iba a dejarla ir tan fácilmente otra vez.
—Katie, ¿verdad?
—Sí, esa soy yo. Veo que nos volvemos a ver.
—El destino querida.
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La melodía de tus latidos
Ficção AdolescenteSe conocieron en el pasado, amigas de la infancia hasta que se tuvieron que separar. Katie con sueños rotos hasta que vuelve a encontrarse con ella. Thais, segura de si misma aparentemente, pero con muchas inseguridades en su interior. Se vuelven a...