Todas las casas del barrio donde vivía Ellis irradiaban el espíritu navideño por todos lados.
Largos cables de cientos de lucecitas les daban color a los aleros de los tejados y a los marcos de las ventanas, las coronas de garland que colgaban de las puertas eran decoradas por una delgada capa de nieve y varios bastones de caramelos artificiales les otorgaban un toque de rojos y blancos a los patios delanteros. Produciendo canciones navideñas nada más con las vibras que desprendían.
Estar caminando por allí le hizo recordar porqué amaba tanto esa época del año.
Los momentos familiares de calidad, las cenas tradicionales, esos postres que solo saben bien en ese mes, los suéteres navideños de extravagantes estampados, los colores por doquier y la ilusión de encontrar un regalo esperando por ti debajo del árbol.
Sacudió los copos de nieve que se acostaron sobre su cabello en el transcurso del viaje y trató de acomodar sus rizos torpemente. Había tardado más tiempo de lo normal para elegir qué ropa utilizar y, al final, recordó que, si no se ponía su acostumbrada ropa abrigada, iba a sufrir de frío. A pesar de, eligió su mejor camisa.
Detuvo sus pasos frente a la puerta del hogar de Ellis y presionó el timbre.
Se sentía algo nervioso por la reacción del ojiazul al ver su obsequio. El primero no tenía tanto significado como el segundo, bueno, lo tenía, pero para él ese segundo detalle era más especial; le iba a ayudar a expresarse.
Cuando pasaron tiempo en la biblioteca, solían escuchar música juntos mientras llenaban sus estómagos y en una de esas veces, se había reproducido cierta canción que nunca en su vida había llegado a escuchar. Recuerda haber dejado de masticar su sándwich y dirigir su atención hacia él. Pasó toda la canción perdido en su silueta y, cuando ya casi se iba del Centro Comercial, un letrero entre los grandes cristales avisaba que llegaron nuevos discos de Coldplay.
La puerta fue abierta de un tirón y una pequeña Grinch le dio la bienvenida con una inmensa sonrisa.
—¡Tristan!
Elisa no dudó en saltar a sus brazos y rodear su cuello en un agarre firme. El rizado por acto de reflejo abrazó su grácil cuerpo para que no se cayera y aceptó el afecto encantado.
—Oh, ¿arruinaras la navidad, pequeña ladroncita?
—¡Sí! —se acercó a su oído izquierdo y tapó su boca de costado para que nadie leyera sus labios—. Le robaré los dulces a Ellis. ¡Pero no le digas!
—Lo prometo, lo prometo.
Entró a la casa con la confianza que ya tenía y llegó hasta el pasillo con Elisa aun colgando de su cuello. Jay se percató de su presencia desde la cocina y se encaminó hacia él con una sincera sonrisa.
—Hola, cielo. Que lindo te ves hoy —lo ayudó con su hija y le dio un rápido abrazo, sonriendo con dulzura al ver como un ligero rubor se instaló en sus mejillas—. Ellis ya mismo baja. Se le han pegado las sábanas.
—Espero no llegar muy temprano.
—Para nada. Ven, vamos a la sala.
Emery y Emily estaban embobadas frente a la televisión viendo por enésima vez Home Alone. Ambas vestían uno de sus tantos famosos suéteres navideños. Ya se había acostumbrado a verlas todo el mes de diciembre así.
—Hola, Em's.
Las dos niñas giraron sus cabezas al mismo tiempo hacia su dirección y saltaron del sillón para abrazarlo por cada costado.
—Esto es para ustedes.
Dejó los regalos de Ellis a un lado, se colocó de cuclillas y les entregó la mediana caja de cartón.
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A través de las obras de Vincent van Gogh | En físico!
RomanceNo estaban destinados a acabar así: conociéndose de la manera más inoportuna. Uno trataba de hallar desesperadamente un método para escapar de su realidad, queriendo buscar una salida de todos sus problemas para volver a encontrar su alma y evitar f...