C AP Í TU L O 1

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Una cabellera castaña se asomaba curiosa por el marco de la puerta provocando que, el joven que se encontraba sentado frente a la chimenea con un libro en sus manos, se sobresaltara por el susto. Ella estaba intentando llamar la atención del contrario que la cuidaba. 

— Kathy, me asustaste — comentó colocándose una mano sobre su pecho  mientras se escapaba un suspiro de sus labios. Él se encontraba controlando el fuego de la chimenea. — ¿Qué haces despierta? Ya es muy tarde para estar jugando — sonrió amablemente mientras le decía aquello. 

— Es que, Lucas, el señor C no deja de mirarme — explicó la pequeña saliendo del marco de la puerta para dejarse ver por completo. 

Katherine tenía tan sólo cinco años y era una niña realmente preciosa. Su cabello castaño ondulado descendía por sus hombros hasta llegar a su pequeña cintura, destacando su pálida piel y aquellos ojos negros que parecían mezclados con algún azul oscuro. Sus mejillas eran sonrosadas suavemente y su nariz redondeada, con ligeras pecas que no se notaban a simple vista.

En cambio, Lucas, tenía rasgos totalmente distintos. La luz que emanaban las llamas permitían admirar al muchacho. Su cabello era rizado y de color castaño oscuro, su piel tenía un toque dorado que indicaba que el Sol había hecho de las suyas. Sus ojos eran de color café oscuro, sus mejillas eran pálidas, pero con un ligero tono rojizo, con una nariz redondeada y su mandíbula marcada.

— ¿Quién? — frunció el ceño algo confuso, dando una señal de que se acercara un poco más, creyendo escuchar mal.

— El señor C — repitió mientras hacía caso a las palabras de él. Su camisón rosado pálido se movía ligeramente a cada paso que daba. 

— Peque, ¿Quién es el señor C? — preguntó, dejando de lado el bastón que ayudaba a revivir el fuego para, después, mirar a Kathy.

— Es un amigo, siempre viene a visitarme por la noche, pero no me deja dormir — respondió mientras sus manos sujetaban con algo de fuerza su pijama.

— ¿El peluche? — suspiró mientras agarraba las manos de la pequeña para evitar que el camisón se dañara.

Ella asintió lentamente con la cabeza, abriendo sus manos mientras Lucas las observaba.

— ¿quieres que le regañe por no dejarte dormir? — la miró a los ojos y ella sonrió, mostrando sus pequeños dientes de leche.

— por favor, Lucas, me ayudarías muchísimo — dijo ella, abrazándose al cuello de él para ser cargada en los brazos del muchacho. 

Se dirigió hacia las escaleras y no perdió tiempo en subirlas, llegando a la planta de arriba. La luz de la luna entraba por el gran ventanal del cuarto, mostrando la inclinación del techo hasta la ventana, una estantería, las paredes decoradas de pequeños garabatos dibujados en un papel, un escritorio y una pequeña cama donde ella dormía.

Al encender la luz de la habitación, recostó a la pequeña y la tapó, buscando alrededor del cuarto aquel peluche hasta encontrarlo al lado del espejo, donde se reflejaban ambos.

Katherine esperaba ansiosa en la cama, arropada de pies hasta sus hombros, observando a Lucas parado frente a ella. 

Un suspiro hizo que ella ladeara ligeramente la cabeza y, el muñeco, se torciera un poco. Unos pasos sonaron en la habitación y el peluche fue levantado del lugar donde residía.

— Señor C, tenemos cuentas pendientes que saldar así que, ¿por qué no mejor dejas dormir a Kathy tranquila y ella pueda descansar? A cambio, mañana podrás ir con ella al parque. — explicó Lucas, sabiendo que era inútil negociar con un peluche.

Ella se tapó la boca con ambas manos y se sentó sin previo aviso, mirando al peluche sorprendida.

— ¡Señor C! ¡Ese vocabulario! ¿Quién te enseñó esas palabras? — frunció el ceño la pequeña y, Lucas, también hizo aquello.

— ¿Qué dijo? — interrogó a la niña, mirándola a los ojos, curioso.

Katherine quedó en silencio y negó con la cabeza, tapándose la boca.

— Dice que si no te lo digo, me dejará dormir. Lo siento, Lucas.... — respondió, estirando sus brazos hacia el muchacho con esperanza de que le diera un abrazo y, además, también el peluche.

— descansa, Kathy, mañana tendremos un día agitado — sonrió revolviendo el cabello de la pequeña antes de entregar el peluche a la dueña de este.

Antes de cerrar la puerta, sintió escalofríos al escuchar la voz de la joven.

— No puedes sacarle los ojos como si de botones se tratarán cuando te ofreció un buen trato, señor C — murmuró antes de cerrar los ojos, abrazando a su peluche.

Lucas se frotó la sien mientras pensaba en lo mencionado por la pequeña, sintiendo escalofríos por aquellas palabras que, fácilmente, podrían perturbar su sueño esa noche y, posiblemente, la siguiente. Realmente quería negar a esa gente que ella era rara y daba miedo, pero algunos factores se ponían en su contra. Sin embargo, eso no iba a detener que él le diera una buena infancia a Katherine.

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N/A:

¡Hola!

Gracias por darle una oportunidad a esta historia, espero que os guste tanto como a mi me ha agradado escribiendo esto. No sé olviden de apoyar y comentar.

Cualquier duda que tengan, pueden ponerla en los comentarios para que pueda resolverla y más gente que tenga la misma duda, pueda resolverla, ¿si?

Bye~

EL CONEJO DE PELUCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora