C A P I T U L O 2

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LLas flores silvestres coloreaban el camino de tierra y las casas que rodeaban ese lugar parecían ser bastantes acogedoras. Su paso era lento, con cuidado de no tropezar, mientras la pequeña reía en los hombros del contrario y él sonreía mirando al frente, sintiendo las pequeñas manos de la niña en su cabello. Tal y como prometió, la estaba llevando al parque para que pudiera jugar.

Algunas veces se preguntaba de dónde había sacado el conejo de juguete. Aunque recordara encontrarlo en el sótano de esa casa, junto a una caja llena de ropa, no le venía a la memoria haberle visto anteriormente.

El peluche, sin embargo, se encontraba dentro de la mochila de Katherine, todo apretujado ante la falta de espacio en ésta. Parecía que la promesa de la joven hacia su peluche se estaba cumpliendo. Ella estaba siendo llevada al parque con aquel juguete hecho con telas bastante viejas, pero sin duda, muy bien elaborado.

A lo lejos, se podía visualizar el parque, provocando una reacción inmediata en la joven, que señaló el lugar con su pequeño dedo.

— ¡Mira! ¡El parque, el parque, Lucas! — exclamó emocionada, sus ojos brillaban emocionados ante la idea de jugar al aire libre.

— ¿Tanto te agrada ir al parque, Kathy? — sonrió el muchacho divertido, mirándola de reojo, acercándose a su destino.

— Si, es un lugar tan mágico... — mencionó la niña, sin apartar la mirada del sitio. Aquel comentario hizo que la risa de Lucas provocara que ella también riera con él.

Cuando se encontraron cerca de las vallas de madera, el joven se agachó, sintiendo como la contraria saltara al suelo, sujetando las correas de su mochila.

— Y recuerda, pequeña, debes quedarte alrededor de mi. No debes hablar con gente adulta que no conozcas y, si alguien se mete contigo, debes venir a contarme todo. ¿Entendido? — comentó Lucas, sujetando los brazos de la mencionada, que asentía varias veces antes de soltarla y verla correr al arenero.

Una vez dicho eso, decidió sentarse en un banco cercano a la muchacha que sacaba al muñeco de su mochila, dejándolo recostado en el suelo, buscando el cubo y la pala para poder hacer una de sus creaciones con arena.

No era muy difícil darse cuenta de que nadie quería estar junto a Katherine. No se sentía correcto el hecho de que la marginaran por no saber de dónde provenía ni el porque se encontraba en el bosque en una noche. Aunque, de alguna manera, Lucas sabía que ella realmente no le agradaba la gente, por culpa de esas miradas extrañas, como si fueran superiores, como si ella fuera un ser inferior a ellos.

Pasó un tiempo cuando una mano apareció en su campo de visión, tapando a la pequeña. La voz masculina provocó un escalofrío a Lucas, mirando a su izquierda, dónde se encontraba un chico de aproximadamente de su edad. Su cabello era castaño oscuro, su mirada era color avellana y unas pecas casi invisibles se podían apreciar debajo de aquellas notorias ojeras. Una sonrisa divertida adornaba el rostro del muchacho mientras que Lucas se tensaba.

— Ha pasado bastante tiempo desde la última vez que nos vimos, Luke, ¿Qué tal estás? - habló primero el contrario, observando a Lucas acomodarse en el asiento.

— Lucas, no Luke — contestó mientras suspiraba, desviando su vista a la pequeña — Marcos, ¿Qué haces aquí? — preguntó, sabiendo que el mencionado ignoraría la pregunta.

— Paseaba por aquí, ya sabes, como en los viejos tiempos antes de que la niña apareciera y se armara todo ese caos. ¿Aún sigues cuidándola? — cuestionó curioso Marcos.

— Bueno, nadie quería hacerse cargo de ella y a mi no me molesta cuidarla, más bien, me encariñé con Kathy — respondió sonriendo, agachando la mirada para mirar el suelo mientras sentía la mano del muchacho sentado a su lado en su espalda.

EL CONEJO DE PELUCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora