Cap III- Cargas y el trato

162 13 4
                                    

Un día nuevo nuevas aventuras y juegos...bueno eso creía las vacaciones habían terminado eso quería decir más trabajos y tareas....
Estaba bajando y escuché a Meg y Jo quejarse

-me gustaría que fuera Navidad y Año nuevo siempre ¡Eso sería estupendo!- dijo jo en un tono melancólico y entre bostezos

-Entonces no disfrutaríamos de esos días especiales ni la mitad que ahora. De todos modos, debe de ser maravilloso que te inviten a cenar y te regalen ramos de flores, ir a fiestas, volver a casa en carruaje y, al llegar, leer un rato y descansar, sin tener que pensar en trabajar. Algunas jóvenes llevan esa vida, y yo las envidio. ¡El lujo me atrae tanto! -comentó Meg mientras trataba de decidir cuál de los dos vestidos desgastados que tenía ante sí lo estaba menos.
-Bueno, eso no está a nuestro alcance, así que, en lugar de lamentarnos, arrimemos el hombro y cumplamos con nuestras obligaciones con alegría, como hace Marmee. Para mí, la tía March es como el viejo de Simbad el Marino, pero imagino que cuando aprenda a soportarla sin protestar me quitaré esa carga de encima o me resultará tan ligera que ni pensaré en ella.

-Meg quita esa cara, te ves más linda con una sonrisa -eso me decía ella cada que me veía sería o de mala humor así que pensé en decirle lo mismo- vamos te ayudo a ponerte tu lazo y a peinarte

Meg se veía sin ánimos, no se quería poner guapa cómo solía hacer, con el salo azul en el cuello y un peinado favorecedor

-¿Qué sentido tiene arreglarse cuando los únicos que me van a ver son unos mocosos malhumorados y a nadie le importa si estoy guapa o no? -musitó cerrando de golpe el cajón de la cómoda-. Me pasaré la vida trabajando y penando, divirtiéndome solo en contadas ocasiones, y me convertiré en una vieja fea y amargada; todo porque soy pobre y no me puedo permitir disfrutar de la vida como hacen las demás. ¡Qué desgracia!

Meg bajó con aire compungido y se mantuvo en ese estado de ánimo durante todo el desayuno. De hecho, todas estaban de mal humor y quejumbrosas. A Beth le dolía la cabeza y se había tumbado en el sofá con la gata y los tres gatitos en busca de consuelo; Amy estaba muy preocupada porque no se sabía bien la lección y no encontraba sus útiles. Jo no dejaba de silbar y de armar ruido mientras se preparaba para salir; mamá intentaba terminar de escribir una carta que tenía que enviar de inmediato, y Hannah estaba muy gruñona porque no le sentaba bien acostarse tarde. Vaya día...

-¡No creo que haya una familia de peor humor! -Exclamó Jo, que perdió los estribos después de volcar un tintero, romper los cordones de sus zapatos y aplastar su sombrero sentándose encima de él.

-¡Pues tú eres la más cascarrabias de la familia! -Replicó Amy, cuyas lágrimas cayeron sobre su pizarra y borraron la suma, llena de errores, que acababa de hacer.

Todos estaban entrando en una especie de colapso mal humorístico y yo que pensaba que sería un buen día.
Todos estaban gritando, Jo riendo, Meg protestando, Beth importaba y Amy se lamentaba porque no recordaba cuánto era nueve por doce.

Y mamá hablo por fin

-¡Niñas! ¡Niñas! Callad un minuto, Debo enviar esta carta con el correo de la mañana y, con tantas quejas, no me puedo concentrar - Exclamo Marmee al tachar por tercera vez una frase de la carta.

Todas se calmaron un rato ese momento termino cuando Hannah trajo manguitos, las cuales eran dos empanadas recién hechas, Hannah nunca dejaba de prepararlas, por muy ocupada o malhumorada que estuviera, porque sabía que la jornada seria larga y que comíamos hasta llegar a casa.

Todos empezaron a hacer lo que acostumbraban, ya sea ir a trabajar o salir a hacer las compras, también estudiar...yo solía escribir canciones o poemas e ir al lugar secreto después de la escuela, pero hoy tenía ganar de hacer algo diferente.

The little Woman - Mackenzie MarchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora