Capítulo 1: Miranda de 5 a 7

2 0 0
                                    

—De haberlo sabido, Julián.

—Alma mía...

—¡De haberlo sabido, Julián, maldita sea! Maldito seas tú por irte, maldita sea yo por dejarte caer ¡Maldito sea Dios por mirar tu desgracia a lo lejos y no tener misericordia de ti!

—Aunque no puedas escucharme, Alma mía, estoy a tu lado, yaceré contigo cada noche y velaré tu sueño hasta que llegue la hora de encontrarnos.

—Julián...

—Tus lágrimas laceran mi piel que no puede ser más herida, la calidez de tu cuerpo me envenena, tu sufrimiento es mi pecado y prenderme de tu corazón palpitante será mi penitencia.

—Hasta el reencuentro, Julián.

—Hasta la eternidad, Alma mía.

El silencio absoluto en que se sumió el auditorio duró unos segundos, el tiempo suficiente para derramar una lágrima mientras Daniel, aún en el papel de Julián, sujetaba mi hombro. Entonces, se escucharon los primeros aplausos y el público se puso de pie.

—Un trabajo excelente, equipo —dijo el profesor Díaz—. El vestuario, las luces, la música, todo encaja a la perfección con la historia que nuestros dos actores en escena interpretaron magníficamente. Daniel y Miranda, miren a su público.

Alcé la vista y mi sorpresa fue genuina, al menos la mitad de los presentes seguía llorando. Giré la cabeza y me encontré con los ojos de Daniel que ya se dirigían a buscar los míos, sonreímos por la coincidencia y por la ocasión, lo habíamos logrado.

—Nos vemos mañana para continuar con la presentación de sus proyectos finales, les suplico que superen al equipo de hoy —el profesor nos miró y esbozó una sonrisa—, esto, jóvenes, es lo que espero de sus obras, que nos hagan sentir.

Sentía dos cosas, un hambre descomunal y el odio de mis compañeros por haber elevado las expectativas del profesor, lo que ya no sentía eran mis piernas, adormecidas por el tiempo que llevaba hincada. Una vez que todos salieron, decidí que era momento de levantarme y tras un lastimero acto de contorsionismo Daniel acudió a mi auxilio.

—¿Quién diría que se necesita condición física para protagonizar una obra?

—No me molestes —respondí, tomando a regañadientes la mano que me ofrecía—, el verdadero protagonista eres tú, aquí yo solo escribo.

—También diriges, produces, actúas...

—No olvides la parte en la que aseguro un diez para los cuatro.

—Y hablando de los cuatro, ¿dónde están los otros dos?

Ambos miramos hacia el fondo del escenario y, como si nos hubieran escuchado, Esmeralda y André venían camino hacia nosotros cargando con todo lo que habíamos dejado tras bambalinas. La silueta alta y desgarbada de él contrastaba con el cuerpo diminuto de ella, apenas visible detrás de las mochilas cuyo peso parecía estar a punto de romper su airoso caminar.

—Bueno, muchachos —dijo André mientras dejaba en el suelo su cargamento de utilería—, todo listo para irnos.

—¿Por qué tanta prisa, Andresito? —preguntó Esmeralda— No sé ustedes, pero yo estoy agotada y no voy a soportar las dos horas de historia despierta.

—Tiene razón —añadió Daniel—, además, la última clase dijo que no quería volver a verme porque le ofendió que me durmiera, o algo así, sus deseos serán órdenes.

Los sabinos nos siguenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora