Princess

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A Todoroki hay pocos colores que le disgustan. Considera que al haber vivido en un mundo coloreado en una escala de grises, lo mínimo que puede hacer para apreciar los pequeños detalles del mundo es disfrutar del vasto y colorido lienzo que desfila frente a sus orbes.

Le gusta el verde esmeralda, el primer color que pintó su descolorido mundo. Le recuerda la fuerza y la chispa que lo hizo desear luchar por sí mismo. Es amistad y calidez, un lugar seguro. Un empujoncito en su espalda que lo alienta a continuar.

Aprendió a querer el rojo, el tono de los rubíes que brillan en los escaparates de las joyerías es el mismo que da luz a la mirada afilada de Bakugo. La pasión abrasadora que está lista para devastar todo a su paso porque es un Dios de las Explosiones; una deidad del caos y la entropía.

Dista de ser el color exacto de sus llamas, pero Bakugo las alaba, lo excitan al verlas bailar lamiendo la pálida piel de Todoroki. Son un espectáculo peligroso y vertiginoso. La clase de adjetivos que parecen entrar en el top de Bakugo de cosas que le gustan.

Y es curioso cómo se deja influir por lo que Bakugo tiene por decir u opinar. Si bien es cierto que hace tiempo acepto quién es y lo que conlleva, también es cierto que hubo un tiempo en el que su apariencia le resultaba poco grata. Más allá de a quien le recordaban sus rasgos del lado izquierdo, existía ese claro recordatorio de que, en algún punto remoto, esa había sido la unica razón por la que sus padres lo tuvieron. Una perfecta combinación de ambos quirks, que después de todo ya no habían esperado. Natsuo incluso había llegado a pensar que si él no hubiera tenido el quirk que tenía, si familia no se habría derretido cómo la nieve en primavera. Si no hubiese tenido tal apariencia, si hubiese tenido otro quien, ¿Dónde estaría ahora su familia? ¿Dónde estaría Touya? ¿Su mamá?

Verse al espejo del baño, en medio de la madrugada cuando no podía dormir, hacia que su boca adquiriera un regusto amargo, el corazón se me hacía pequeñito y los ojos le picaba por las lágrimas no derramadas.

Su imagen era, pues, la suma de errores, dolor, desesperación y desesperanza.

La cicatriz en su rostro, el ojo infinitamente azul, la piel blanca e impoluta, la forma de sus ojos parecidos a los de su madre antes de que se llenarán de resentimiento y ansiedad, el cabello rojo del mismo tono que la sangre derramada de Touya...

Fue entonces cuando Bakugo lo descubrió una madrugada, mientras el agua corría por el desagüe del lavabo, su rostro húmedo.

Bakugo que era rojo. Igual que él. Todoroki lo había mirado a través del espejo, dos marcas de quemaduras recientes mancillaban obscenamente la piel del deltoides izquierdo. Una gotita de sangre marcaba un solitario camino brazo abajo. Desprovisto de su ira usual, Bakugo tenía un aspecto más juvenil pese a ser mayor que Todoroki. Sus mejillas redondeadas sonrosadas por el calor de las cobijas y el sueño, sus ojos temerosos, buscando señales del peligro que no estaba ahí.

—¿Tuviste una pesadilla?

—¿Parece que soy tan débil como para asustarse por un tonto sueño?

Todoroki aguardó en silencio, incapaz de decirle que las pesadillas no podrían ser consideradas para personas débiles. Solo las personas resilientes podían enfrentarse al miedo que los atormentaba en sus cabezas. Un miedo que no podía ser combatido con fuego, hielo o explosiones.

—¿Y tú, princesa?, ¿Te quita el sueño no ser el niño bonito que todos quieren?

Incluso la voz de Bakugo sonaba triste, como si no fuese capaz de aprovecharse del estado de Todoroki.

—¿Princesa?

—No esperabas que te llamara príncipe o alguna otra jodida cosa, ¿No?

Todoroki había pensado que hablar con Bakugo cuando no estaba enojado y odiando hasta al mismo aire era lindo. No fue capaz de sonreír en ese momento pero su corazón dejó de sentirse pequeño en su pecho, más cercano al corazón que también latía en el pecho del rubio.

—Quiero decir, por qué.

Bakugo había puesto los ojos en blanco, irritado, ya fuese por la pregunta o porque no eran horas para que él estuviera despierto.

—Eres ridículamente bonita, de qué otra forma te iba a decir, princesa.

Eso había empezado a cambiar sutilmente la perspectiva que Todoroki tenía sobre sí mismo. Pero había pasado un año, puede ser que más, desde ese encuentro. Y las veces que Bakugo lo volvió a llamar así fueron realmente esporádicas.

Por ello se sorprende cuando siente una suave presión en su mano derecha. Los párpados le pesan y tiemblan sutilmente cuando finalmente puede abrirlos, lo primero que ve es el techo blanco, sus ojos vagan desorientados hacia la izquierda solo para ver la pared blanca.

Todoroki solo odia un color.

Cierra los párpados al mismo tiempo que siente su corazón agitarse. Los sentidos de Todoroki van despertando y comienzan a ser bombardeados por todos los estímulos de los que no era consciente. Hay un pitido que se acelera al unisono con su corazón. Su nariz pica con el olor a desinfectante, a complejo B, quizás o puede ser hierro, y hay un débil aroma a caramelo quemado que dista de ser agradable para el olfato. Las sábanas se sienten frías contra la piel desnuda de sus piernas. Le duele todo el cuerpo y hay un dolor punzante en su brazo izquierdo, que también se siente más frío de lo normal. El cansancio lo envuelve como una pesada manta de la que no puede desembarazarse.

—Princesa, estás en la enfermería. Abre los ojos.

La voz es suave, es cálida y a la suave presión se le suma un delicado roce sobre su muñeca. Está acariciando su mano. Bakugo no hace eso salvo en contadas ocasiones.

Todoroki obedece. Su cuerpo responde antes de que su consciente tome la decisión. Es dócil cuando se trata de Bakugo.

—¿Qué...?

—Hablaremos de ello cuando te sientas mejor —Todoroki aprovecha la interrupción para acercar cuanto puede su cansado cuerpo hacia el calor de Bakugo. Tiene frío y no es algo que pueda solucionar con sus llamas. —No es grave, es solo que eres delicado, una jodida princesa.

Todoroki no lo dice pero piensa que quizás Bakugo le dice princesa porque en realidad, él es el príncipe en este cuento de hadas. Tampoco es que Todoroki sepa mucho sobre personajes y cuentos y tal.

Lo que sí sabe es que las princesas no suelen ser más altas que los príncipes. Y que no son las princesas las primeras en besar a su interés romántico. Y Todoroki se muere de ganas por levantarse y besar los pálidos labios de Bakugo solo para verlo convertirse en rojo.

Rojo, como su color favorito.

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Gracias a quienes le dan una oportunidad a esta historia, en especial a quienes votan y comentan.

Creo que iré añadiendo etiquetas conforme vaya actualizando, esto iba a ser tan dulce que fuera factor de riesgo para desarrollar diabetes, pero considerando las cosas del manga (y aunque esta historia diverge del canon no puede ignorar ciertos aspectos psicológicos de los personajes) no puedo hacer algo que sea solo dulzura sin un poco de dolor.

Recuerden que aquí todos están en su tercer año.

Nos seguimos leyendo.

¿Cómo que (no) somos novios?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora