Paciente y doctor.

62 6 2
                                    

Habitación 127, la que yo veía algunas horas algunos días y él todas las horas de todos los días. Paciente y doctor. Al principio costó mucho ganarme su confianza, pero acabó contándome todo lo que nunca le contaría a nadie más. Vaya vida. Ahora mismo toqué a su puerta como siempre hacia, para que supiera que era yo: tres toques, el primero y el último siendo cortos y el segundo siendo un toque largo. No esperé a que me respondiera, él mismo me dijo que era algo estúpido de hacer si de todos modos yo iba a entrar, asi que entré, cerré la puerta y me senté frente a él con aquella fría mesa de metal grisácea anclada al suelo entre nosotros.

- Buenos días, doctor.

Sus manos que mostraban el trabajo que hicieron durante muchos años estaban frotándose suavemente sobre la mesa, acompañadas por una sonrisa de mi paciente en cuanto le devolví el saludo. Aquí nos teníamos confianza, eso ya ambos lo sabíamos, pero si estuviéramos desarmados y solos en cualquier otro lugar seguramente estaríamos alerta del otro, esperando cualquier cosa menos gestos de amabilidad como los que había en esa sala triste y casi vacía en la que ahora él vivía.

- ¿Tiene ganas de continuar contándome su historia?

- ¿De pequeño leía mucho, doctor?

Asentí, a día de hoy sigo leyendo desde la filosofía de Nietzsche hasta cuentos para niños pequeños. Aunque supongo que eso último se debe a que tengo hijos y me piden cada noche como un ritual diario que les lea algún cuento para poder dormir, al igual que el mirar bajo la cama o dentro del armario. No les culpo, de pequeño yo era igual.

- Doctor, usted ya sabe o más bien, todos saben que yo soy un asesino. Y jamás negaré que lo fui, ha valido cada muerte que mis manos han dado, cada grito y llamado de desesperación que me ha puesto los pelos de punta ha valido la pena.

- ¿Puede repetir el por qué lo hacía?

- Por supuesto que sí, doctor. Cada persona, animal, insecto, cada ser vivo que se ha cruzado frente a mi, cada una de esas vidas que mis manos ha tocado... Siempre quise ver un alma que conectará con la mía.

- ¿Y matar ha hecho que vea alguna alma?

- No... Bueno, sí. Siempre o durante un tiempo, miraba el interior de esos cuerpos, buscaba como un cirujano busca el órgano dañado que debe operar, pero nunca veía ninguna alma. Llegué a pensar que tras morir, ya sus almas se iban, ¿sabe? Así que una vez con tanta duda y dolor sobre mi cuerpo le pregunté a una mujer que esperaba el bus como yo para ir a saber qué lugar del mundo, que qué pasaba con las almas cuando uno muere.

Se quedó en silencio, notando como los recuerdos volvían a su mente algunos más rápidos que otros pero volviendo, haciéndole también recordar posiblemente cómo se sentía con todo aquello, pues su cara mostraba la duda del qué está sintiendo. Respiró hondo y suspiró lentamente, tratando a duras penas reorganizar todo aquel alboroto de recuerdos.

- Me comentó que el alma no era parte del cuerpo, si no que estaba junto al cuerpo. Que tras la muerte iba a cualquier otra parte pero que nunca se quedaba junto al cadáver, que si eso permanecía con otros vivos para ayudar o atormentar un poco, pero que siempre siempre acababan yéndose.

Iba a admitir frente a él mientras escribía cada palabra y gesto que hacía que me resultaba interesante todo aquello que me contaba sobre el alma, pero no quería arruinar su inspiración para contarme todo aquello ya que muchas veces hablaba poco, se expresaba poco y contaba poco. Lucía lleno de cómo decirlo, inspiración para contar todo aquello y le iba a dejar claro que estaba escuchando atentamente.

- ¿Dónde cree usted que van las almas? ¿Van al mismo sitio o cada una va a su sitio? ¿Dónde cree que irá su alma, doctor?

Reí de manera que no pareciera que me estaba burlando de él, pues no era mi intención y pensé en su última pregunta durante un momento, posiblemente después de trabajar me perseguiría esa pregunta durante unos días. Donde vaya mi alma no es algo que crea que quiera saber, posiblemente me diera algo de miedo. Pero me mostré tranquilo, pues el paciente no era yo.

- Mi alma ira a algún lado, eso seguro.

- Obvio, la mía igual, ¿pero a dónde?

- No creo que sea algo que debamos saber los vivos.

- Doctor, pero hay mucha gente que lo sabe, estoy seguro. ¡Incluso los animales! ¿No ha oído de que los gatos viajan entre los dos reinos? Los de los vivos y los muertos, y lo hacen a su antojo.

Eso era algo que obviamente buscaría en internet tras terminar mi trabajo. Lo buscaría y lo borraría del historial, me daba miedo la vergüenza que podría sentir si mis hijos o mujer descubrían que me interesaba todo lo que un asesino me contaba. Sobre vivos, muertos, almas y gatos. No, prefería incluso ser asesinado por ese hombre ahora mismo antes que pasar por una vergüenza así.
Temo que me quedé embobado, puesto que el asesino me chasqueó los dedos a la par de mi cara, dándome un ligero susto. Nunca me pasaba con ningún otro paciente, pero con este muchas más veces de las que desearía admitir. Los otros a comparación de él eran aburridos. Sí, a veces me daba asco tener que hablar con ellos del sueño que tenía que fingir que no tenía pero me animaba al ver que el siguiente era él. Él siendo un asesino me hacía sentir vivo. A lo mejor se burlaba de mi.

- Bueno doctor, ya van más de 5 veces, ¿eh?

Comentó riéndose, no entendí hasta que me mostró la palma de su mano. Hacía unos días le prometí que si superaba esa cifra le daría unos caramelos, cosa que estaba prohibido con los pacientes. Se los di obviamente, soy un hombre de palabra y tardé en ganarme su confianza como para perderla por unos tontos caramelos. Si perdía su confianza vendría otro doctor para que tras un tiempo le cuente las historias a él en vez de a mi. No, me niego.

- Bueno, me temo que terminó el tiempo por hoy. Tenga una buena tarde, hasta el próximo día.

Se despidió de mi también, sonando alegre con posiblemente dos o tres caramelos dentro de la boca, saboreando su sabor con pura pasión. Seguramente igual a como buscaba las almas en los cuerpos muertos de personas, animales y no sé qué más. Salí de la habitación y me fui.

Siempre quiero oír más Donde viven las historias. Descúbrelo ahora