Una adolescente hermosa llamada Cristal Berak, de ojos azul como el cielo , con labios rojizos intenso y un largo cabello dorado. Esta joven tuvo que dejar la escuela porque al morir sus padres no tuvo como pagarla, y para poder subsistir y alimentarse contaba historias a las personas en la calle por lo general cobraba por ello.
Esta como todos los meses paga la pensión en la que se aloja mientras guarda ahorros de pocas cantidades para viajar a España, el país de sus sueños.
Al bajar a la calle con su silla de madera y su cajita de metal para ir para ir en busca de nuevos clientes, se sienta con una bella sonrisa que le sobresaltaba en su rostro y comienza a gritar
-¡Historias reales de terror para todos, vengan a escucharlas!
Mientras atraía al público un joven le pregunto
-Esta es la de hoy, aquí les va:
Llegué a casa temprano para aprovechar y estudiar un poco para los exámenes finales, no tenía más que hacer así que me encerré en mi habitación para concentrarme. Sin darme cuenta, las dos de la mañana se avistaron en mi reloj de pared cuando mi madre me llamó dulcemente desde la cocina “¡Hija, ¿Puedes venir, por favor?!” Fui sin reparo hasta la cocina, aunque me pareció extraño, y cuando me hallaba ahí no encontré a nadie, en cambio, escuché la misma voz de mi madre desde lejos “¡No vayas hija, yo también la escuché!”
-¡Wao que impresionante historia, cuéntanos otra por favor.
-Jajaja qué bueno que les halla gustado, esta es la otra:
Esta es la historia jamás contada de un cazador, que un día fue al bosque a hacer precisamente eso, cazar. En su travesía, decidió cambiar de rumbo para dar diversidad a su oficio, así que giró su camioneta y la estacionó frente a un bosque desconocido que tenía la fama de ser abundante en presas grandes. Fue con su escopeta afianzada a sus manos, en espera de algún animal descuidado, pero no pudo ver más allá de su nariz, ya que de repente, una abundante niebla se apoderó del panorama. Esta resultaba tan espesa y profusa, que el cazador no pudo dar con su rumbo de origen y se adentró en el bosque más de lo que había planeado. Caminó y caminó frotando sus manos en sus antebrazos, pues la niebla trajo consigo un frío atroz que le caló hasta los tuétanos al pobre cazador, mientras un marcado humo blanco salía de su boca con cada respiración. A su vez, temblando como una hoja, el cazador comenzó a dar gritos desgarradores por la desesperación, ya que sintió que dos días enteros habían pasado. Sentía hambre, sed, frío y angustia. Hasta que, a lo lejos, de repente divisó una pequeña cabaña de madera. Fue corriendo hasta la cabaña, y debido a su desesperación, entró sin siquiera tocar. Todo estaba oscuro, así que como pudo, encontró un pequeño interruptor, pero cuando se iluminó la única habitación, el horror pasó por sus ojos al ver un conjunto de cuadros con retratos de personas mirándolo fijamente, unos tenían el rostro completo, pero otros, no exactamente. A unos les faltaban los ojos, a otros los dientes, y a otros todo el rostro. Sin embargo, cansado, confuso, aterrorizado y a su vez, aliviado por haber encontrado un refugio, sin importar su apariencia, decidió que cualquier agujero sería mejor que aquella tortura despistante, por lo cual, sacó una manta y prácticamente, se desmayó debido al hambre, sed, y la angustia. Sin embargo, pasado el tiempo, el hombre se despertó de repente debido a una luz agobiante pegándole en el rostro, y en ese momento, al ver la manta que había usado frente a él, se dio cuenta de que aquellos cuadros no eran retratos… eran ventanas.
Y así Cristal seguía contando historias de este proceder día por día para así ganarse la vida