La cruda realidad

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Después de conocer a su padre Samantha decidió dejar a todo y a todos atrás, dejar de ser la niña sin familia para hacer todo lo necesario para integrarse a la familia de su padre Román, tomo sus cosas, se despidió de sus amigas y se marcho con el secreto deseo de que Paula la buscara, le pidiera que se quedará y fueran finalmente madre e hija, pero eso no paso.

Al llegar a la enorme casa de su "nueva Familia" los conoció, Angelica, madre de Román quien nunca la acepto y no tenia reparo en mostrar su desdén por la joven, era una mujer de baja estatura, robusta, 60 a 65 años, cabello canoso y entrecejo marcado, siempre de mal humor, Lidia, la esposa era joven, tal vez 35, cabello rubio y faz tranquila, se notaba que era toda una dama desde los detalles de su ropa hasta sus delicados modales, Mirna, la hija mayor, una encantadora niña de 11 años, con dulce sonrisa y quien obviamente seguía los pasos de su madre, por ultimo pero sin duda los mas importantes, los gemelos Edgar y Alejandro dos niños inquietos y curiosos de 8 años.

- Buenas tardes - murmuro Samantha con timidez - mucho gusto

Angelica, volteó los ojos como respuesta y se retiro a sentarse en su sillón a tejer, los gemelos se rieron y solo Lidia y Mirna devolvieron el saludo.

- Debes estar cansada, sígueme te mostrare tu habitación.- Lidia la guio a la planta alta, al fondo después de varias habitaciones, la ultima del pasillo ahí estaba, abrió la puerta mostrando una hermosa habitación delicadamente arreglada, se notaba que todo era nuevo y que se habían esmerado en prepararla - si necesitas algo puedes marcar el digito 0 en el teléfono y te conectara a la cocina donde Julia te ayudara.

- Gracias - respondió Samantha con la sonrisa mas encantadora que tenia y feliz de ese lindo recibimiento.

- Te llamaremos en un rato para comer juntos - Román estrecho con cariño a Samantha y salió tomando la mano de su esposa quien sonreía dulcemente, dejándola sola.

Felizmente Samantha exploro su hermosa habitación y comenzó a desempacar mientras creaba castillos en las nubes soñando con una familia, una carrera, estabilidad y también muchas riquezas. Pasado un tiempo se oyó un pequeño golpeteo en la puerta.

- Adelante - respondió Samantha cada vez mas dichosa, ingreso Lidia, cerro la puerta detrás suyo y con seriedad le hablo.

- Mi deber como esposa es apoyar a mi esposo, ser amable contigo y cuidar la dignidad de la familia, por lo tanto te digo que sino quieres problemas te vas a mantener callada y no vas a intentar robarle oportunidades a mis hijos, los verdaderos hijos de esta familia, a ti no te faltara nada nunca mas si me obedeces. - se dio la vuelta para retirarse pero se volvió nuevamente cuando tenia la mano en la perilla de la puerta - la comida esta lista te esperamos

- Lidia - murmuro Samantha con la cabeza baja y la voz quebrada - yo solo quiero una familia

- Pues cásate y ten una... de preferencia muy lejos de aquí - sonrió  abrió la puerta para retirarse.

-Ultima oportunidad, antes de que te arrepientas - dijo Samantha con voz firme, el rostro en alto y lagrimas corriendo por sus mejillas.

- La cruel realidad querida, es que no eres nada y no tienes nada, no importa cuan fuerte ladres no podrás morderme... - Lidia se retiro riendo.

Samantha grito y lloró en el suelo, pero solo por un minuto, se levanto, se lavo la cara, sonrió tanto como pudo y salió a comer  y a descubrir que tan cruel seria su nueva realidad.


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