Reyes, soldados, poetas e inocentes, todos seres llenos de vida, algunos de ellos con magia corriendo dentro de sus venas. Un cuento de hadas para muchos, pero para ellos, una realidad.
La unión de los cinco reinos más poderoso jamás existidos fue l...
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Narra Lassel
Aquí estoy yo, una vez más sentada sobre la dura superficie de la mesa de la sala mirando a través de la ventana a todas las personas pasar.
Abrazo mis rodillas en un intento de entrar en calor, el frío invierno está por llegar y con ello la espera que he tenido debería de acabar.
Mi padre partió a la guerra hace tan solo unas semanas, poco después de mi cumpleaños número doce. Los reinos Norte siempre han tenido una gran rivalidad entre ellos, cada uno de los reyes al mando llevados a la locura por la codicia de tener más.
Puede que sea joven y tal vez para muchos ingenua, pero siempre he sido muy inteligente y observadora, algo que a mi padre siempre le gustaba resaltar "Sería bueno que ingresaras a las filas de la Guardia, Lassel", esas palabras las he considerado durante tanto tiempo que ahora lo veo más como mi futuro que como una simple probabilidad.
Sé que la guerra algún día llegara a su fin, tal vez este invierno, tal vez en algunas semanas o incluso años, pero de algo estoy segura, todo tiene su fin y así como las vidas terminan también debe de terminar esta cruel batalla sin sentido.
—Lassel, amor. Deberías de alejarte de la ventana, el frío es cada vez mayor y puedes enfermar —dice mi madre acercándose a mi y besando mi frente.
La espada de mi padre está recostada a un lado de la mesa donde me encuentro sentada, una espada de madera que me prometió sería mía cuando él regresara y que prometió enseñarme a usar.
Un suspiro sale de mi boca incorporándome y bajando de la mesa de un salto, la cantidad de personas que ahora transitan por las calles es mayor puesto que es medio día, el invierno ha hecho que las actividades nocturnas hayan sido reducidas, sobre todo ahora que se espera una gran nevada dentro de pocos días así que sí, la mayoría de personas solo salían de sus hogares cuando el sol se encontraba en el punto más alto.
Las emociones de toda la ciudad han sido un caos últimamente y los pensamientos de los ciudadanos cada vez se llenan más de pena por lo ocurrió con la guerra, muchas familias se han perdido debido a esto mismo.
Tomo la espada caminando hacia la cocina y dándole la espalda al mundo que se ve a través de los vidrios que impiden que el frío se cole por la ventana, una punzada hace que detenga mi paso y cierre los ojos con fuerza.
Un gemido de dolor sale de mi boca sintiendo mi cabeza doler, casi como si quisiera explotar.
—Lassel, ¿qué te he dicho sobre no utilizar tu collar? —pregunta mi madre acercándose rápidamente a mí, lo sé por el sonido de sus pasos. Entreabro los ojos viendo como sostiene un pequeño collar que ahora es de mi pertenencia.
Las voces en mi cabeza y el dolor en mi pecho desaparecen en cuanto ese collar rodea mi cuello.
Una empática, eso es lo que soy por parte de mi abuela. Una persona capaz de sentir lo que otros sienten, de detectar cualquier mentira que sale por la boca de las personas.
