| 𝗞𝗮𝗶𝗱𝗮 |2001
—Quiero morir.
A pesar de que las luces fluorescentes de los distintos establecimientos del distrito Rojo cegaban su vista, no le impedían reconocer las miradas de asco y lástima de las personas que pasaban por el callejón en el que se encontraba. Le era indiferente. Se encontraba ocupada aborreciéndose a sí misma.
Sus manos estaban hechas un desastre, ni siquiera parecían lo que eran. Tenían hematomas y heridas abiertas que seguramente dejarían cicatrices, y su rostro no se quedaba atrás. El hombre que le pilló quitándole su cartera del bolsillo se había desahogado bastante con ella, incluso le golpeó con su cinturón.Terminó tan herida que sus piernas no aguantaron hasta llegar a su casa, así que tuvo que quedarse en aquel pequeño y asqueroso callejón.
"—Como vuelvas con los bolsillos vacíos, no entrarás en esta casa. ¿Me has entendido, niña inútil?"
Y así estaba. Con unos bolsillos vacíos y ojos llenos de lágrimas, preguntándose qué había hecho mal en sus cortos quince años como para que su madre le tratara como una esclava, cuando sus compañeros de clase, quienes sacaban notas por debajo de la media, recibían mucho más amor que ella, que sacaba todo sobresaliente en los exámenes. ¿Qué la hacía diferente? Sólo quería desaparecer.
—Hola muñequita.— al levantar la mirada se encontró con la asquerosa sonrisa amarilla de un tipo borracho. Era lo que faltaba en su vida.—¿Estás sola, pequeña?
No contestó, aunque le repugnara y tuviera deseos de matarlo a golpes, no hizo nada. El cansancio y el dolor le podía.
Notó cómo agarró su brazo con fuerza para levantarla.—Eres muy maleducada, zorrita, cuando una persona te pregunta algo debes contestar. Creo que necesitas una lección.—no podía ver sus ojos, pero era obvio que tenía una mirada de depravado.
Mientras tocaba su cuerpo, él posó su cabeza en el hueco de su cuello, aspirando y expirando. Le estaba empezando a dar náuseas.
—Quiero morir.—repitió sin producir sonido alguno.
Justo cuando sus lágrimas iban a salir, dejó de sentir el fuerte agarre en su extremidad, cayendo sin cuidado al suelo, junto al cuerpo del viejo, el cual tenía la nariz rota. Este salió corriendo sin decir nada más que unos insultos que se quedaron el aire.
Mantuvo su mirada en el suelo, estaba tan harta de todo que le daba igual quien fuera el siguiente.
—¿Estás bien?—la voz grave de la persona que la había ayudado hizo que alzara la vista, encontrándose con los ojos marrones de un hombre.—Vaya, parece que te han dado una paliza.—se arrodilló frente a ella, sin tocarle ni acercarse mucho más.—¿Puedes levantarte? Hay una farmacia cerca de aquí. Te ayudaré.
La chica apoyó la cabeza sobre la pared, mirándolo, sin expresión en el rostro.
—No tengo dinero, señor.—respondió después de unos segundos de silencio, sorprendiendo a su salvador. Tenía una voz bastante diferente a lo que se esperaba de una niña, era más de una adulta.
—No hace falta el dinero—habló sonriendo mientras volvía a su postura original.—Y puedes llamarme Ren, Takagi Ren. No soy tan viejo como para que me llamen señor.—hizo una mueca graciosa.—Venga, vamos.—le ofreció una mano para levantarse.
Se lo pensó bastante. ¿Irse con un desconocido que la había salvado, pero que podría ser un violador? No sonaba tan mal.
—Lo que sea...
Tomó su mano y lo siguió hasta el local. Esperó fuera, soportando las continuas miradas de pena de la gente hasta que el llamado Ren salió con desinfectante, vendas y tiritas. Empezó a curarla en silencio, ninguno de los dos hacía ruido, ni siquiera la chica al aplicarle el desinfectante.
—¿Cómo te llamas?
—¿Importa mucho?
—Una chica tan bonita como tú tiene que tener un nombre bonito, ¿verdad?
—¿Consigue ligar así?—una mujer los miró espantada. Había hablado demasiado alto.
Ren se separó rápidamente y con los brazos en alto.—No digas eso, por Dios. Me tomarán por un pedófilo. Además, ¿acaso sabes lo que es ligar?—habló entre nervioso y burlón.—Listo, ya están las manos. Mírame. Estás hecha un desastre, tienes un labio roto y varios hematomas.—le tomó del mentón para poder curarle la herida. En el proceso, él pudo ver por primera vez a la luz los ojos de la joven. Estos eran azules con motas verdes.—Bonitos ojos, niña.
Le observó fijamente.—Tengo quince años, debería dejar de coquetear con menores.
El chico puso los ojos en blanco, aguantándose las ganas de insultarle de todas las maneras posibles.
—Venga niña, será mejor que vuelvas a casa ya.
—No puedo.
—¿Por qué?—al ver que se quedó callada, preguntó.—¿Tienes una casa a la que volver?
—¿Por qué debería decírselo?—contestó algo borde, aunque al ver la cara de molestia del chico rubio suspiró cansada.—Tengo casa cuando tengo dinero en mis bolsillos. Así de simple.
El "desconocido" rarito se fue sin decir nada y volvió con un refresco de cola.
—Ten. A todos los niños os gustan los refrescos, ¿no?
Ella lo miró de reojo.—No sea padre. No sería lo suyo.
Ren le dirigió una mala mirada.—Con un "gracias" bastaba.—la niña lo ignoró.—Tengo una especie de negocio, podrías trabajar para mí y ganar un dinero extra.
La chica de ojos azules parpadeó atónita.—¿Qué?
—Toma, un adelanto.—puso unos cuantos billetes sobre sus palmas y las cerró en un puño.—Te buscaré para hablarte de trabajo.—se levantó haciendo el amago de irse.
—Repito, tengo quince años. ¿Confía en una niña que apenas está sacándose los estudios y que roba?—replicó levantándose también.—No está en sus cabales.
Ren soltó una carcajada.—Ambos sabemos que tienes la edad mental de una adulta. Y no confío en ti, estás de prueba.—se dio la vuelta y empezó a andar.—Vete a casa, es la hora de dormir, niña.
Antes de que desapareciera, susurró.—Mi nombre es 𝗞𝗮𝗶𝗱𝗮, no "niña". Rarito.
Ese fue el inicio de esta historia, la historia de 𝗦𝗵𝗶𝗿𝗮𝘁𝗼𝗿𝗶 𝗞𝗮𝗶𝗱𝗮.
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𝐊𝐔𝐓𝐀𝐁𝐀𝐑𝐄 •|𝐇𝐀𝐍𝐌𝐀 𝐒𝐇𝐔𝐉𝐈 ®
Fanfiction𝐾𝑈𝑇𝐴𝐵𝐴𝑅𝐸 •| 𝑽𝒆𝒕𝒆 𝒂 𝒍𝒂 𝒎𝒊𝒆𝒓𝒅𝒂 𝗛𝗮𝗻𝗺𝗮 𝗦𝗵𝘂𝗷𝗶 , alias "Dios de la Muerte", vive un vida sencilla: se despierta por las mañanas, va a buscar a su perturbado pero brillante amigo/jefe y se mata a golpes con cualquier cosa qu...