¿lo querés?

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Sábado por la noche. Día de preferencia de los jóvenes para salir a divertirse y tal vez probar suerte con alguna persona atractiva que se crucen en la pista.
Pablo no era excepción al estereotipo. Quedaban pocos minutos para que el reloj de su muñeca marcara las dos y media de la mañana, él junto a dos amigos esperaban firmes, siendo los siguientes en la fila para adentrarse al boliche.

El patova los conocía debido a sus habituales concurrencias, por lo que no tuvieron ni que mostrar sus documentos. Caminaron por el ancho pasillo oscuro que desemboca en el salón. Subieron rápidamente las escaleras a los balcones con vista a la pista principal. Se apropiaron de una mesa y Pablo apoyó sus brazos contra la baranda observando la escena que se desarrollaba debajo de él, decenas de cuerpos bailando pegados y una larga cola para conseguir un trago.

Se dio vuelta, descansando todo su peso sobre las varas de metal a su espalda, "¿qué vamos a tomar?", le preguntó a sus amigos, dispuesto a caminar unos metros y tomar provecho de la poca gente que había en esos momentos arriba con ellos, dejando la segunda barra del lugar casi libre.

"Compremos una promo de fernet entre los tres, no estoy para ponerme en pedo hoy", propuso Román.

El trío juntó plata, dejando a Pablo a cargo, quien  no tuvo necesidad de abrirse paso entre la gente y llegó en pocos minutos a su destino. "Una promo grande de fernet con coca, por favor".

El bartender recaudó lo que se le había pedido, dejándolo sobre el mostrador, "son tres mil cien". Aimar pagó con lo justo y volvió a la mesa, bajo su brazo derecho copones y en su mano la botella de fernet, bajo el brazo izquierdo la botella de coca y en la mano la bolsa de hielo.

Dejó que sus amigos se encargaran de preparar el suyo, a él no le salía muy bien, no lograba encontrarle el punto, siempre o muy puro o muy suave.
Tomó un trago de su fernet, y dejándolo sobre la mesa volvió a su posición inicial, viendo cómo la gente bailaba.
La típica tanda musical de cuarteto había comenzado con Ocho Cuarenta de Rodrigo y era cantada en voz baja por el riocuartense. Pablo se sintió observado y con sus ojos comenzó a buscar quién lo estaba mirando, no era nadie de la pista, entonces debería estar en el balcón, analizó a las personas que lo rodeaban, buscando conectar con otro par de ojos, hasta que lo logró.
Desde una mesa esquinada lo observaba un varón, más alto que él y que Aimar asumió también estaba con un grupo de amigos. Pablo buscó con su mano su copon y bebió de él sin cortar el contacto visual ni por medio segundo, lo que sacó una sonrisa del otro.

Por su lado, Lionel era un gato de pies a cabeza, siendo partícipe de toda salida donde se podía sumar, con el objetivo de encontrar con quién pasar la noche. En el momento en el que vio a Pablo apoyarse en la baranda de metal, sus sirenas se prendieron y entendió que esa noche trataría de que su revolcón sea el petiso. No dejó de mirarlo por mucho tiempo, ignorando a sus propios amigos, esperando que el de rulos se de cuenta, y cuando lo hizo; sus miradas se conectaron. Scaloni admiró como el varón cuyo nombre no conocía bebía lo que claramente era fernet, le gustó que mientras lo hacía estuviese mirándolo, un acto tan cándido pero que ambos entendieron que inocencia era lo único que le faltaba.

Lionel metió sus manos en los bolsillos de su jean y tiró hacia abajo, tratando de acomodar el pantalón que comenzaba a apretarle en la entrepierna. El petiso ya no le estaba prestando atención, tomó la oportunidad de distracción y se acercó a la barra. “Maestro”, llamó la atención del bartender, “¿tenés una lapicera que me prestes?”, el joven solo asintió y le extendió una Bic, de tinta roja. Scaloni sacó de la riñonera que colgaba de su hombro y torso una caja de veinte de Marlboro. Acostumbraba a fumar armados, pero siempre llevaba un atado por si lo necesitaba, y ese era uno de esos momentos. El único que le quedaba era el de la suerte, el que daba vuelta cuando compraba un paquete nuevo, dejándolo siempre para lo último. Sonrío a la casualidad, ¿cuántas posibilidades habían?, Apoyó el cigarro sobre la madera pintada de negro, y con cuidado de no romperlo escribió su teléfono, haciendo lo posible para que cada número sea entendible e inconfundible.

su número en un pucho | aimar x scaloniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora