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Su respiración se altera con espasmos cuando la adrenalina llega. Temploroso se encuentra el felino cuando Death lo acecha. Sin embargo, la presión en su pecho puede notar diferentes reacciones, tanto cómo lo estaba su corazón.
Sin poder articular alguna palabra, templando y sollozante por el miedo. Puss gritó, no logró contenerse, se cansó, se hartó y se lastimó. Sus ojos estaban empapados. Sus mejillas estaban humedas. Y cuándo creyó que por fin todo acabaría alguien apareció. Vestía una vieja y andrajosa capa con capuchón oscura, que le daba un aspecto aterrador al canino.
—¿Sientes también el abismo? Un camino que remota a lo ignoto, el mundo de los sueños y amores centellantes.
—Eres rancio, ni tan dulce como la miel. ¿Puedes dejarme ir o debería hacer algo al respecto?
—Eres libre Gato con Botas, al final, terminaré en tomar lo que me pertenece —murmuró en una voz, algo grave.
—Tarado.
Había noches donde lo único que soñaba era volver a ver el sol en las mañanas, apesar de su soledad y arrogancia del dolor espinoso, un noble corazón y gran belleza que buscaba la manera de obtener respuestas por más extrañas que parezcan.
—La vida del ser humano es ingenua y hermosa. Yo que soy la muerte, en tiempo de guerra, silbo con sonidos de tristes metales —dijo, mientras miraba al espadachín —. Creen que vivirán lo sufiente, es tan lamentable que sus corazones sean vulnerables de alguna manera, Antonio.
—Verás hombres y animales, fruto del ambiente insano. Mi madre me enseñó de niño lo que vale el cariño profundo, exquisito y verdadero, Señor. ¿No he dado lo suficiente con alejarme del peligro?
—Valoraste tu novena vida y no la tomastes a la ligera, fue un gran comienzo, Gato —confieza la sombra, ensimismada.
—Dime más, amada Muerte. Mi corazón me duele, si me amaras. ¿Puedo obtener un poco de alivio de tanto calor? —su voz suena ahogada y por un instante tiene miedo de haberse apresurado, en haber empeorado las cosas.
El amor siempre tiene un precio. Debió suponerlo de algún modo el intrépido heroe. Un abandono profundo y sentimiento profano que la soledad le hizo conseguir durante su jubilación.
—Amado, el día que te hagas viejo, moriremos los dos juntos, muy juntos. Ya no habrán reproches en tus ojos benditos; ni volveré a ofenderte —le dice la bestia de forma piadosa.
En este laberinto de la vida donde tanto domina el mal, todo tiene su precio estipulado; amor y amistad.
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