Capítulo 1: La zarza

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Todo sucedió muy rápido. Yo andaba por los lindes del bosque, como siempre, buscando leña para la fogata cuando noté una presencia cerca de mí. Empecé a ponerme nerviosa y salí corriendo hacia mi casa. Pero la presencia me seguía. Cuando no puede correr más, me paré exhausta y contemplé una zarza ardiendo. No sé cómo, pero sin darme cuenta estaba alargando mi mano hacia el zarzal, pero cuando estuve a punto de tocar las lenguas de fuego una voz resonó en mi cabeza << No es el momento>>.


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Me desperté sudando. Miré para los lados y suspiré aliviada cuando supe que estaba en mi cama y todavía era de noche. La misma pesadilla desde que sucedió. Lo que se supone que pasó fue que se produjo un incendio en el bosque y que escapé de milagro pero yo sabía que no era así. Nadie me creyó porque tan solo era una niña de doce años que acababa de ofrecer sus juguetes a la diosa Diana para pasar a la madurez y todavía era insensata e inmadura. Intenté borrar de mi mente estos recuerdos mientras me ponía mi toga y pensaba en lo que me esperaba.


Hoy era mi decimosexto cumpleaños y como siempre nada más levantarme me fui hacia el bosque. Ya adentrada en la espesura del bosque, empecé a recoger leña para la fogata cuando la misma sensación de hacía cuatro años me inundaba por completo. Asustada, salí corriendo cuando me encontré con la misma zarza ardiente. Pero cuando fui a tocarla la zarza se extinguió. Volví a casa pensando que era solo una simple ilusión, pero en el fondo todavía oía la misma voz que hacía tantos años había llegado a oír.


Cuando llegué a casa vi una escena que ya había observado antes. Mi padre, como siempre, había llegado borracho después de trabajar y estaba agarrando a mi madre con un gesto amenazador.


- ¡Padre, suéltala de una vez! -dije gritando intentando apartarle de ella.


- ¡Déjame en paz, niña insolente! -me gritó mientras forcejeábamos.


Empecé a pelearme con él mientras le alejaba de mi madre. Él, que ya no podía más, me dio un guantazo en la cara. Se hizo un silencio eterno. Estaba tan furiosa que grité todo lo que pude mientras se me resbalaban las lágrimas. Alrededor mío se empezó a formar una espiral de fuego que estalló y lo inundo todo. No se cómo escapé de la casa y huí lo más rápido que pude al sitio más seguro: el bosque.

La Última de las VestalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora