Capítulo 3: Los mercaderes

35 2 0
                                    

Sabía que todos los caminos iban a Roma pero lo que no sabía era que algunos se daban algunos rodeos hasta llegar. Y ese era el tipo de camino por el que iba. Contando con que no podía ser vista, por miedo a que la secuestrasen y la esclavizasen, tenía que esconderme cada vez que oía el rumor de una carreta.


La noche ya había dominado el firmamento y una luna llena brillaba. Esa era un buen presagio, Diana la protegía. No podía caminar más y, esperando que el presagio fuese verdad, se tumbó entre la raíces de un árbol cerca del camino.


No podía dormir. Tenía demasiadas cosas en la cabeza. Mis padres habían muerto. Desaparecidos para siempre. Nunca les había importado, ellos querían un hijo y el ser la hija única les había molestado. Pero habían muerto. No. No habían muerto. Los había matado. Accidentalmente, pero era mi culpa. Me había liberado de la carga que ellos me ponían pero ahora tenía otra. Tenía que ocultar mi culpabilidad. Sino sería mi perdición. Intente pensar en otras cosas.


Vesta me había liberado de ellos y me había pedido que cumpliese una empresa. Convertirme en vestal. Sabía que era demasiado mayor para unirme pero Vesta me lo había pedido. Y seguro que Vesta me abriría el camino. Entre estos pensamientos, me entró un sopor y algún enviado de Somnia me sumió en un profundo sueño.


————————————————————————————————————————————————


Al principio no noté nada. Yo dormía plácidamente cuando un sonido me turbó el sueño. Me desperté aún dormida y mire alrededor. Me sobresalté al ver una pareja de mercaderes junto a un niño de apenas cuatro años. Nos quedamos mirándonos sin saber que hacer durante un tiempo. Yo intentaba disimular lo mejor posible el miedo que me había dejado paralizada. El niño rompió el silencio:


- Hola, ¿quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿Por qué estabas dormida? ¿A dónde vas? ¿Te podemos ayudar?- dijo con un tono curioso.- Yo soy Titus y estos son mis padres. Somos mercaderes e íbamos a Roma cuando te encontramos tirada entre los árboles. Fuimos a ver si estabas muerta. Nunca había visto un mue...


- No seas grosero.- Le interrumpió su madre.- Perdona por haberte molestado. Estábamos preocupados por si te había pasado algo. ¡Ah! Se me había olvidado. Yo soy Junia y este es mi marido Junius y, como ya sabes, este es mi hijo Titus. ¿Te podemos ayudar en algo?


Al oírla hablar sentí algo que no había experimentado antes. Por primera vez, alguien se había preocupado de mí y me había ofrecido ayuda. No sabía si el resto de madres eran así pero de una cosa estaba segura, mi madre no era una de ellas.


- G-g-g-gracias.- logré decir.- Yo soy Hersilia y también me dirijo a Roma. Iba yo de camino cuando me pilló la noche y busqué un sitio donde descansar.


Insistieron en llevarme y, tras hacerme de rogar, acepté. Nos subimos a su carreta y seguimos el camino.


Tras emprender el camino, me aporrearon a preguntas sobre mi procedencia. Me preguntaban el porqué de mi viaje y que había pasado con mis padres. Les mentí diciendo que mis padres habían sido asaltados y que yo fui la única que pudo escapar y me escondí hasta que ellos me encontraron. Me sentía culpable puesto que eran personas muy hospitalarias pero pensó que sería mejor que no supiesen la verdad. Sí les conté que ninguno de mis padres realmente me quería por el simple hecho de ser hija única y ellos, apiadados, me dijeron que a partir de ahora serían mi familia. Esto me reconforto mucho y decidí dejar mi pasado atrás y vivir con ellos. Ya me empezaba a olvidar la visita de Vesta.

La Última de las VestalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora