3. 🥀 Mr. Heartbreaker

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El vaivén de las olas rompiendo contra la orilla a lo lejos y los últimos rayos de sol de la tarde es lo único que puede observar Jin desde su morada. El improvisado colchón a modo de cama en medio de la pequeña cabaña se extiende en el centro del lugar y es donde suele pasar la mayor parte del día. Tendido boca abajo con la cabeza hacia un lado, sus ojos color esmeralda se pierden en el horizonte, frente a la puerta abierta de la casa que deja vislumbrar la hermosa vista del océano.

Lleva varios días planteándose qué debería hacer ahora que ha despertado después de su largo sueño en su refugio marino.

Indiscutiblemente, lo primero es recuperar su hermoso rostro. Es inadmisible que el dios de la belleza pueda lucir de esta forma, con aquella espantosa marca surcando su faz.

Sabía de antemano que el tiempo en la tierra y en el Olimpo transcurrían de forma diferente. Un par de meses en el hogar de los dioses podrían significar casi cien años en la tierra de los humanos. Convencido de esa certeza, supuso que la herida en su rostro se habría desvanecido al despertar. Pensó que con el lento pasar del tiempo, al abrir por fin los ojos, esa horrenda cicatriz ya no estaría más en su bello rostro.

Pero seguía allí.

La marca que le dejó Hefestos no se había ido. Posiblemente porque la herida fue causada por otro dios como él. De haberlo sabido, no hubiera sacrificado su juventud.

Al contrario de lo que pudieran pensar los humanos, los dioses no eran inmortales. Simplemente bajaban a la tierra por breves momentos y al tener siempre el mismo joven aspecto, podría dar a pensar que tenían vida eterna.

Sin embargo, los dioses sí podían envejecer.

La última vez que Jin vio su reflejo en la vitrina de una tienda de la ciudad, observó que su semblante ahora podría pasar por un hombre entrado casi en sus cuarenta años.

Ya no era tan joven como la noche en que decidió abandonar los cielos del Olimpo. La lozana y clara piel de tan sólo veintitrés años, contrasta ahora con las pequeñas arrugas que pueden verse al final de sus párpados. El paso del tiempo puede notarse ahora incluso en las diminutas marcas de su mejillas cuando intenta sonreír, o los pequeños pliegues de su frente cuando frunce el ceño al mostrarse confundido cuando no comprende algo con exactitud en las largas charlas que mantiene con la anciana mujer dueña de la floristería.

Y es que el mundo ha cambiado tanto en su ausencia que le es difícil comprenderlo todo en tan poco tiempo. Los rasgos de la gente, sus ropas coloridas, los estilos y lenguajes diferentes, las curiosas construcciones y los diversos artilugios que parecen funcionar con algo que llaman electricidad.

Incluso a través de un portal mágico al que los humanos llaman 'Internet', pudo comprobar que ya no existen guerras como antaño y la tierra parece gozar de cierta paz y tranquilidad.

Debe ser por eso que muchos mortales dejaron de rezar en los templos y de venerar sus figuras en los altares.

Aphrodite no puede negar que le encantaba ser nombrado en incontables rezos cuando los humanos edificaban antiguamente algún templo en su honor. Muchas eran los personas que se acercaban con ofrendas de animales, deliciosos manjares o dulces frutas. Aphrodite bajaba de los cielos y los escuchaba atentamente. Algunos pedían igualar su belleza, otros solicitaban ser correspondidos por algún ser amado. Los más osados incluso se atrevían a rezar para obtener sólo un minuto de atención del bello dios, rogar por una pequeña oportunidad de observarlo de cerca, de tocar su clara piel o rozar sus rojos labios.

Deseo.

Eso es lo que despertaba en todo aquel que lo veía. Podía observar como las pupilas de los humanos brillaban de anhelo y lujuria sólo con un suave pestañeo de sus ojos verdosos. Era incluso divertido para Aprhodite ver cómo mujeres y hombres se arrodillaban ante él, venerando su belleza y besando sus pies con devoción.

🥀Be mine, Afrodita🥀 || Namjin || °°FINALIZADA°°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora