9. 🥀 Little warrior

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Los finos dedos de Aphrodite se sostienen con fuerza de la prenda del hombre más alto, como si temiera dejarlo ir incluso en sueños.

Su respiración es tranquila y acompasada, mientras duerme sobre el firme pecho ajeno. Se acurruca en los fuertes brazos de Ares, quien continúa despierto, resistiéndose a cerrar los ojos por miedo de que todo sea una efímera ilusión.

Una de sus más hermosas fantasías.

La morena mano se desliza por la blanca mejilla, dejando sutiles caricias sobre la herida ya cicatrizada. La horrenda marca que dejó su hermano mayor en el delicado rostro.

Si tan sólo hubiera intuido desde el principio las intensiones de Hefestos, no se hubiera alejado de Aphrodite ni por un segundo.

Pero en aquel tiempo, Ares era tan joven e inexperto. Era casi un niño. Sin embargo, eso no pudo impedir que su corazón comenzara a latir descontrolado cada vez que veía al precioso ser que ahora tiene el privilegio de tener entre sus brazos.

Nam lanza un largo bostezo cerca de las tres de la madrugada. Bam se asoma por la puerta semiabierta y mueve la cola alegremente al observar a ambos hombres acostados sobre las mantas. Se acerca hacia el lado de Aphrodite y como de costumbre, olisquea feliz el suave dulzor que emana del dios.

Acariciando su pelaje marrón, Nam le hace un gesto, llevando uno de sus dedos a su labios para que guarde silencio y no despierte a Aphrodite. El cachorro parece entenderlo y tras lamer las manos del entrenador, vuelve a irse, cerrando la puerta con el hocico.

El más alto suspira recostado en el respaldar de su cama y sonríe para sí mismo, al darse cuenta que Bam siempre supo quién era Jin todo este tiempo.

Aphrodite tose y tiembla por momentos. Nam apega aún más el delgado cuerpo junto al suyo, deslizando una de sus manos por la espalda del bello dios del amor.

El ondulado cabello ajeno cae como una preciosa cascada anaranjada, invadiendo gran parte del lecho. Nam se entretiene enroscando sus dedos en algunos rizos desordenados que descienden sobre los suaves hombros del ser más hermoso que jamás pudo conocer.

Lo buscó en tantos países y en tantas ciudades. Recorrió durante cientos de años diversos caminos y tantos mares. El tiempo pasaba muy lento y estar lejos de su único amor, lo volvió frío y solitario, un ser sin emociones.

Porque la llave de su sonrisa siempre la tuvo él, Aphrodite.

Ares lo había extrañado tanto. Cada año que pasaba era una completa tortura. Las estaciones se juntaban una tras otra. Las hojas del otoño le recordaban a su cabello cobrizo, el verano resplandeciente a su contagiosa risa. Sus ojos esmeralda renacían en su memoria, como la verde naturaleza en primavera. Incluso su blanca piel podía evocarla en los suaves copos de nieve que caían sobre su rostro en cada invierno.

Y como una promesa en su rudo corazón, en cada estación volvía a recoger sus queridas flores silvestres con la esperanza de volverlo a ver.

El dios de la guerra nunca dejó de buscarlo sin descanso. Cada fin de semana se acercaba a la orilla de alguna playa, de cualquier lugar, ciudad, pueblo o país que fuere.

Sólo esperaba que ocurriera un milagro.

El milagro que le auguró el oráculo antes de partir del Olimpo en busca de lo que tanto amaba.

"En tierras donde sale el sol lo encontrarás, a orillas del mar dorado"

Y así lo hizo, cada semana. Todos los meses, todos los años. Visitó muchos países de oriente, aquellas tierras donde salía el sol. Llegaba a los pies de algún océano, esperando que atardeciera, esperando ver esos destellos naranjas cuando moría el astro rey y las aguas tomaban su característico color dorado... pero caía la noche y nada sucedía. Uno a uno fueron pasando tantos años que perdió la cuenta. El mundo cambió pero su cuerpo no lo hacía al mismo ritmo, seguía siendo un dios después de todo. Transcurrieron milenios y en su rostro solo parecía que hubiesen pasado poco más de diez años.

🥀Be mine, Afrodita🥀 || Namjin || °°FINALIZADA°°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora