Capítulo 5: Cobardía

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Jotaro no estaba orgulloso de él mismo, pero resultaba ser todo un experto cuando se trataba de la rutina de Noriaki. Había pasado tantos meses tratando de evitarlo, que ahora sabía con una precisión aterradora cuáles eran sus lugares favoritos o por los cuales se desplazaba habitualmente. Aún así, si la oportunidad de hablar con él estaba ahí, Jojo no la tomó.

Y no es que no lo hubiera intentado, porque lo había hecho, pero siempre que la mirada de Noriaki lo atrapaba en el acto él se echaba para atrás. No entendía el porqué, Jotaro nunca había huído de una pelea, nunca titubeó al sacar su molestia contra las molestas chicas que lo acosaban, pero pararse frente al pelirrojo lo amedrentaba de una manera que no tenía sentido.

Incluso había ensayado lo que quería decir, pero tan pronto tenía la oportunidad, era como si lo olvidara. Eso lo atribuía a ser una persona que rara vez se disculpaba o era amable con los demás. No tenía práctica y decir lo siento era difícil. Su mayor avance era sostenerle la mirada por unos segundos antes de volver a fingir que no estaba ahí sólo para buscarlo a él.

Jotaro determinó que lo mejor era abordarlo después de clases porque Noriaki siempre se quedaba un tiempo extra trabajando en el Club de arte. Eso disminuía las probabilidades de que los vieran juntos, porque Jojo no quería que los vieran juntos y la gente hiciera rumores sobre eso. Tampoco tenía la intención de ir a buscarlo directamente. Su plan era generar un encuentro casual, decir lo que tenía que decir y olvidarse de todo el asunto de una buena vez.

Pero sus planes no resultaron. Varios días se quedó después de clases cerca de la entrada del edificio esperando por él. Siempre fumando con ese aire de no darle importancia a nada pero esperándolo a él, esperando a Noriaki. E inevitablemente, cuando se acercaba la hora de verlo, terminaba marchándose sin poder concretar nada. Jotaro descubrió que tal vez era un maldito cobarde después de todo. Y como castigo a su cobardía, la vida lo dejó sin opciones.

Ese día también se había quedado después de clases, convenciéndose a sí mismo de que lo haría, mientras fumaba un cigarrillo tras otro. La nicotina no apaciguaba su nerviosismo pero lo mantenía distraído. El sonido de la lluvia también lo mantenía alejado de la idea de huir como un maldito perdedor.

Estaba cansado de ser un cobarde pero, para variar, ese día era Noriaki el que no salía. ¿Acaso lo estaba evitando? Era una idea tonta pero le dió mucho en qué pensar e incluso se planteó entrar a buscarlo ahora que no había nadie cerca para verlo ir por él. Aún así sus piernas no se movieron de su lugar. Iba a esperar lo que fuera necesario.

Los minutos siguieron pasando, los cigarrillos se consumían entre sus labios, los nervios lo corroían pero seguía plantado en su lugar a la espera de ese chico que no podía sacar de su cabeza por mucho que lo intentara. Todo eso se vió interrumpido por el sonido de varios pasos acercándose. Era más de una persona correteando por los pasillos, por lo que Jotaro se puso alerta.

La puerta se abrió y salieron tres chicos corriendo a toda prisa. Jotaro ni siquiera tuvo tiempo de ver quienes eran antes de que estos se perdieran de vista bajo la lluvia pero uno de ellos resultó familiar. ¿Qué estaban haciendo ahí tan tarde? No lo sabía pero le dieron muy mala espina. La angustia comenzó a crecer a medida que el cielo se oscurecía y no había rastro de Noriaki. El pelinegro decidió que iba a entrar pero no fue necesario.

El cigarrillo resbaló de sus labios y se estampó contra el piso al ver al joven saliendo del edificio. La usual mirada astuta del pelirrojo ahora parecía perdida en un lugar muy oscuro. El chico tenía la camisa blanca mal abrochada, llevaba la gabardina del uniforme colgada del hombro y los zapatos en una de sus manos. Bajo la opaca luz de la farola su rostro golpeado se hizo evidente. El muchacho salió descalzo a la lluvia empezando a alejarse como si estuviera perdido en su propio mundo.

Jotaro se sintió desesperado ante esa imagen y con el pecho lleno de angustia lo llamó, sin importarle gritar su nombre. “¡Kakyoin, espera!”– suplicó sin comprender por qué su corazón dolía tanto. El joven se detuvo con el cuerpo empapado y se volvió para ver a Jotaro. Esos ojos amatista lo miraron, pero no fue como esa otra vez. Ahora había tristeza, dolor y vergüenza en su mirada. El pelirrojo tan inexpresivo, mudó su expresión neutra y le sonrió de una forma tan dolorosa antes de retomar su camino que Jotaro se cortó y no pudo ir detrás de él.

Jojo se sintió derrotado y molesto, estaba demasiado frustrado pero ya no había nada por lo que quedarse ahí, así que emprendió el camino a casa bajo la lluvia. Sabía que esos tres eran los causantes de eso y se sentía impotente por no haberlos detenido cuando tuvo la oportunidad. Ahora ni siquiera sabía quienes eran aunque tal vez si volviera a verlos los reconocería por sus espaldas. No estaba seguro y eso lo enojaba más.

Jotaro llegó empapado a casa y se rehusó a probar alimento, había perdido el apetito y lo único que quería era estar a solas con sus jodidos sentimientos. ¿Por qué demonios no acompañó a Noriaki a su casa? No eran amigos, no eran nada pero ¿y si algo malo le pasaba en el camino? Ahora no podía dejar de pensarlo.

Jojo sabía que no tenía nada que ver con lo sucedido pero no pudo evitar sentirse culpable. Se acostó y la maldita escena de Noriaki sonriéndole con tanto dolor bajo la lluvia le inundó la mente. A él le dolía, le enojaba, le frustraba… lo destrozaba. ¿Por que?, ¿por qué?, ¿por qué?

La respuesta asomó entre la ira y la impotencia, pero Jojo se negó a admitir esa estupidez. Él no estaba sintiendo “eso” de nuevo y menos por Noriaki. Kakyoin sólo era un tipo molesto con el que no tenía la mínima relación. Los problemas en los que se metiera no eran problema suyo. Noriaki Kakyoin no le importaba, no significaba nada para él. Ahora más que nunca debía alejarse y sacarlo de su mente de una buena vez por todas. Pero tal y como todos esos meses, fue una batalla perdida para Jotaro.

El pelirrojo volvió a protagonizar una de sus pesadillas. Una en la que él, Jojo, era el causante de todo su sufrimiento. El chico se despertó empapado en sudor y no pudo conciliar el sueño otra vez. Odiaba todo lo que estaba sintiendo y se odiaba por no poder ser valiente. Sobretodo odiaba esa parte de él que mantuvo oculta tanto tiempo, esa que quiso asesinar pero ahora estaba más viva que nunca.

Quiero Saber Lo Que Es El Amor [Jotakak]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora