Parte 3

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—Ni siquiera traten de explicarlo. —dijo Scaloni levantando una mano en el aire mientras cerraba sus ojos con fuerza para olvidar la imagen que tenía en frente—. Solo bañense, duerman… o mejor hagan lo que quieran. Pero mañana temprano nos vamos para el aeropuerto para volver a Argentina. Solo pasaba para ver que todos estén bien. Y veo que acá lo están. —los miró con una sorpresa muy bien disimulada. Pero por sobre todo, veías el reproche reflejado con claridad en toda su mirada—. La próxima cierren con llave.

—La próxima toca la puerta primero. —dijo Enzo mirándolo con vergüenza y enojo. Pero rápidamente desvío la mirada cuando su director técnico también fijó sus ojos en él.

Scaloni no respondió ese comentario. Todos sabían que él hacía eso para revisar que las puertas estén cerradas. Ya que como la mayoría de los jugadores eran muy colgados, olvidaban cerrar las puertas por ponerse a jugar con el celular. Y eso les pasaba muy seguido, más de lo que les gustaría admitir. Entonces, él pasaba para revisar, aunque no sea parte de su trabajo.

El DT asintió y cerró la puerta, por lo que les habló desde afuera de la habitación. —Ahora sí cierren con llave.

Alvarez se levantó con rapidez y fue a poner la trabita. —Listo. Gracias. —dijo con timidez el cordobés. Luego de eso, escuchó los pasos de Scaloni alejarse.

Enzo recostó su espalda en el piso, suspirando aliviado. Mientras que Julián, caminó un poco para estar a su lado, y se recostó también suspirando, para luego esconder con sus manos su rostro mientras se quejaba.

—Que pelotudos. —dijo el cordobés bajito, lamentándose de que justo su entrenador los haya visto.

—Pensemos que podría haber sido peor. —dijo el bonaerense sonriendo apenado mientras giraba la cabeza para mirar a su amigo—. Imaginate el escándalo que hubiesen hecho Rodri, Ota o el Papu si nos hubiesen visto. Eso sí hubiese sido para pegarnos un tiro. Scaloni no nos va a decir nada. Solo… vamos a pasar una vergüenza silenciosa.

—Bueno, es verdad que tal vez no es tan malo. —el delantero quitó las manos de su rostro y miró al contrario con una sonrisa apenada y asqueada—. Pero eso no significa que no haya sido vergonzoso. Siento que mi papá me encontró casi cogiendo con mi amigo.

Fernández estalló de la risa por aquel comentario, ya que él se sentía igual. El mayor terminó contagiado por su carcajada, y así fue como rompieron el ambiente tenso que se había formado luego de que Scaloni abriese su puerta.

Y ambos agradecían eso: que los momentos incómodos entre ellos durasen tan poco. Porque ninguno soportaría que su amistad se volviese rara luego de haber chapado de la forma que lo hicieron. Aunque, por suerte, ninguno se arrepentía de haberlo hecho. Al contrario, deseaban seguir un rato más. Ya que sentían que podrían haber disfrutado el un poquito más su momento juntos. Por lo que, inconscientemente, ambos con esa idea en la cabeza, no se movieron de sus posiciones; acostados, solo giraron sus cabezas para mirarse, tanteando terreno para ver si podían continuar con lo que estaban haciendo.

—Deberíamos tomar las recomendaciones de nuestro queridísimo DT: bañarnos y dormir. ¿No? —dijo Enzo, hablando lento y de forma vaga, sin demostrar verdaderas intenciones de cumplir con lo dicho.

—Sí, deberíamos. —Julián, al igual que el contrario, respondió bajito, lento, y resaltando la última palabra.

—¿Pero? —el bonaerense levantó una parte de su torso del piso apoyándose en uno de sus brazos para encontrar una posición más cómoda. Y luego, empezó a acercar su rostro al del mayor, con una media sonrisa en su rostro, haciéndose el desentendido.

—Vos sabes perfectamente por qué. —el delantero también se fue acercando, pero no llegó a unir sus labios.

—Me parece que me hago una idea. —y luego de ese comentario, el menor fue quien unió sus labios en un beso lento y profundo.

Ambos habían quedado algo cohibidos luego de que los hayan descubierto, por lo que esta vez ambos se lo tomaron con calma. Simplemente querían sacarse las ganas; saborear los labios del otro una última vez. Por lo que no hubo tantas mordidas. Sus labios eran los mayores protagonistas, junto con alguna que otra lengua que se entrometía para profundizar más su beso.

Enzo, en algún momento, terminó encima de Julián, con las piernas a sus costados mientras que lo agarraba de la cintura. Sus manos se mantenían ahí, moviendo solo sus pulgares para repartir pequeñas caricias en esa zona. Álvarez, por su lado, lo agarraba de la nuca con ambas manos para evitar que el contacto entre sus belfos se interrumpiese por mucho tiempo. Un beso tranquilo, pero gracias al cual ambos se quedaron sin aire.

Fernández fue el que se alejó luego de algunos besos cortos más. Sonreía, satisfecho por esta última tanda mientras trataba de recuperar el aliento. Álvarez también estaba contento y sonriendo. Él siguió peinando suavemente los cabellos de la nuca del menor, admirando las facciones de su rostro.

Pero esa paz no duró mucho. No cuando de repente, Enzo se acostó encima del mayor y escondió su rostro en la curvatura del cuello del delantero, mientras se reía de la aparente nada. Julián seguía peinando su pelo, pero le pareció extraña esa actitud. Por lo que le preguntó.

—¿Qué pasa?

—Nada. Solo me acordé que tenes que cumplir una prenda todavía. —Enzo plantó un beso en el cuello del mayor mientras este último rodaba los ojos.

—No hacia falta mencionarlo. Arruinaste todo el momento meloso. —dijo Julián mientras le estiraba algunos mechones de pelo al menor, quien se reía por su comentario.

—¿Sabes qué se me ocurrió? Te podrías escribir "Aguante Boca" en la frente cuando lleguemos a Argentina.

—Eso sería un suicidio. —el jugador del Manchester City dejó de acariciar los cabellos del contrario, y lo empujó un poco para ver su rostro. Sintió el terror recorrer sus venas hasta generarle piel de gallina cuando vió los determinados ojos del menor, quien se acomodó para estar a su lado en vez de encima de él. Y por supuesto, el mayor no pudo evitar que en su cara se notara el miedo que le producía aquella imagen. Pero eso no evitó que el menor siguiese con sus amenazas.

—Un suicidio épico. Pero no te preocupes. Ya se me va a ocurrir algo mejor. —dijo el bonaerense. Y unos segundos después, sus ojos se iluminaron y una risa se escapó de sus labios cuando una nueva imagen llegó a su mente—. Te podrías pelar.

—Enzo. —Julián odiaba escuchar las ideas del menor. Porque sabía que él era capaz de llevar a cabo cualquiera. Así que golpeó el hombro del jugador del Benfica, mirándolo seriamente.

—Bueno, bueno. —el centrocampista le sonrió con malicia—. Después veré.

—No seas tan forro. Por favor. —el cordobés suspiró rendido mientras le suplicaba con la mirada. No le quedaba otra salida más que hacer eso para ganar algo de piedad.

—Está en mis venas ser forro. Así que preparate para sufrir. —y dicho eso, comenzó a hacerle cosquillas al mayor, algo que al delantero lo había tomado completamente por sorpresa.

Y así se quedaron, jugando. Haciéndose cosquillas el uno al otro, corriendo, tirándose almohadas, y riéndose por un largo rato como los amigos que eran. Porque eso eran. Amigos.

¿No?

𝙖𝙢𝙞𝙜𝙤𝙨 ;; enzo & juliánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora