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Terminó de escribir y con un suspiro se levantó del banquito dónde se encontraba sentado. Lo agarró y lo colocó debajo de la soga. Miró por unos segundos a esta, preguntándose si lo que iba a hacer sería una buena opción mientras empezaba a llorar, otra vez.
Cerró sus ojos, sacando todos esos pensamientos que ahora lo venían a confundir.

Se subió.

Colocó la soga en su cuello, ajustándola lo suficiente mientras suspiraba con los ojos cerrados. Penso en sus padres y con lo que se iban a encontrar luego de esto, por un lado se lo merecían por haberlo tratado como mierda este último año, pero por el otro, nada, no hay otro.
No esperó más y se dejó caer mientras empujaba el banquito hacía atrás.

El arrepentimiento llegó, pero ya era demasiado tarde. Sonidos no agradables era lo único que se escuchaba en la, antes, silenciosa habitación.

Dos minutos pasaron para después quedar otra vez en completo silencio.

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Habían ambulancias rodeando la casa junto a la policía, quienes rápidamente entraron, encontrándose con los padres viendo la horrible escena en frente de ellos. Solo miraban, ni una sola expresión, ni una palabra, ni una sola lágrima.

—Dios mío— susurró un policía

El castaño se encontraba pálido y frío. Llevó horas ahí colgado sin que nadie se diera cuenta. Su cuello estaba marcado y rojo por la soga sumamente apretada contra este.

Habían vecinos y familiares rodeando la, no tan grande, casa. Enzo estaba ahí.

Intentó entrar pero los policías no lo dejaron, lo empujaron haciéndolo caer contra el pavimento.

—No podemos dejar entrar a nadie— recibió como respuesta

—Pero soy su mejor amigo— casi gritó con las mejillas mojadas de tanto llorar

—Lo siento

El morocho se levantó rápidamente y esquivó a los guardias, entrando a la casa mientras era perseguido por estos. Subió a su habitación y se encontró con Julián todavía colgado, su cara de horror lo decía todo. Comenzó a llorar más fuerte mientras se tapaba la boca, repitiéndo una y otra vez la palabra 'no'.

Los policías lo alcanzaron y lo agarraron con fuerza, el solo se resistía, quería ver a su mejor amigo aunque este ya no viviera. Los padres del chico solo lo miraban con odio, asco y desprecio.

Sueltenmegritaba con pavura, tratando de zafarse del fuerte agarre

No le hicieron caso y lo llevaron afuera de nuevo.
Enzo cayó de rodillas al suelo, diciéndose una y otra vez que debía de estar con el siempre. Nunca pensó en que el mayor se suicidaría, nunca pensó en no tenerlo más en su vida y ahora se daba cuenta de cuánto lo amaba, cuánto lo necesitaba con él para seguir adelante.

Se desmayó ahí mismo, no quería aceptarlo, no podía. Era demasiado dolor para un chico tan sensible como él.

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—¿Usted es Enzo Fernández?— le preguntó un guardia de policía.

—Si

—Esto es para usted

Le entregó una carta y se fué, Enzo al ver que era del mayor la abrió rápidamente, comenzando a leer mientras sostenía la pequeña hoja con delicadeza. Comenzó a llorar, ni siquiera había terminado de leer. Se tomó su tiempo y cuando terminó, se quebró aún más. ¿En serio no quería que vaya a su funeral? cómo le podía pedir algo como eso, obviamente iba a ir por más que este se negara.

Guardó la pequeña hoja en su bolsillo, cuando llegue a su casa iba a guardarla en un lugar donde nunca se arruinaría. Quería guardarla por más que le doliera.

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Fue complicado hacerle el funeral, ya que los padres no lo querían hacer. Enzo los amenazó con contarle toda la verdad a los policías, algo que de verdad iba a hacer pero luego de que ellos aceptacen.
Cómo esperaba, terminaron diciendo que si.

Le hicieron el funeral y por suerte salió todo bien. Le dolía tanto estar ahí, presenciando el entierro de su único mejor amigo. Lo extrañaba tanto, extrañaba su sonrisa, sus ojos, su personalidad, todo. Deseaba que todo esto fuese una pesadilla y que cuando despierte, Julián estaría junto a él, haciendo chistes y riendo como tanto solía hacer. Pero no, esta era la triste realidad y no podía cambiarla.

Cómo tanto se esperaba, los padres se fueron presos por ser los culpables del suicidio y maltrato hacia su propio hijo.

Ahora se encontraba en el cementerio, visitando al castaño despues de dos días de su funeral. Le llevó un par de rosas blancas, las favoritas de Julián.

—¿Sabés Juli? nunca pensé estar así, en frente de tu tumba hablándote. Estuviste tanto tiempo sufriendo y yo nunca tuve el valor de decirte; "Nos escapamos juntos, yo tengo todo lo necesario". No lo sabias pero yo también sufría, sufría porque me gustabas y no quería aceptarlo, y la vez que te me declaraste... yo... —Hizo una pausa para soltar las lágrimas acumuladas— Yo no sabía cómo reaccionar. E-estaba tan confundido, tan cegado. Todavía no puedo creer que hayas hecho esto Juli. Volví con Valentina solo para poder olvidarte pero nunca pasó, nunca se borraron mis sentimientos hacia a vos y-y ese día que vos te... y-yo quería confesarte todo p-pero veo que ya era muy tarde...— agachó su cabeza, quebrándose por completo —Siempre te amé, te amo y te voy a amar Juli— terminó con un susurro, se levantó, mirando por última vez la lápida la cual tenía su nombre grabado y caminó sin mirar para atrás, aún llorando.
Se juró a si mismo nunca más volver a ir ahí, quería que su amor descanse en paz después de tanto tiempo. Le dolía, pero sabía que era lo correcto.

-Fin.

☀︎︎ᴄᴀʀᴛᴀs sᴜɪᴄɪᴅᴀs¡ | ᴇɴᴢᴜʟɪᴀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora