PRIMERAS POESIAS 1924-1927

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I
Va la brisa reciente
Por el espacio esbelta,
Y en las hojas cantando
Abre una primavera.
Sobre el límpido abismo
Del cielo se divisan,
Como dichas primeras,
Primeras golondrinas.
Tan solo un árbol turba
La distancia que duerme,
Tal el fervor alerta
La indolencia presente.
Verdes están las hojas,
El crepúsculo huye,
Anegándose en sombra
Las fugitivas luces.
En su paz la ventana
Restituye a diario
Las estrellas, el aire
Y el que estaba soñando.

II
Urbano y dulce revuelo
Suscitando fresca brisa
Para sazón de sonrisa
Que agosta el ardor del suelo;
Pues si aquél mudo señuelo
Es caña y papel, pasivo
Al curvo desmayo estivo,
Aún queda, brusca delicia,
La que abre tu caricia,
Oh ventilador cautivo.

III
Desengaño indolente
Y una calma vacía,
Como flor en la sombra,
El sueño fiel nos brinda.
Los sentidos tan jóvenes
Frente a un mundo se abren
Sin goces ni sonrisas,
Que no amanece nadie.
El afán, entre muros
Debatiéndose aislado,
Sin ayer ni mañana
Yace en un limbo extático.
La almohada no abre
Los espacios risueños;
Dice sólo, voz triste,
Que alientan allá lejos.
El tiempo en las estrellas.
Desterrada la historia.
El cuerpo se adormece
Aguardando su aurora.

IV
Morir cotidiano, undoso
Entre sábanas de espuma;
Almohada, alas de pluma
De los hombros en reposo.
Un abismo deleitoso
Cede; lo incierto presente
A quien con el cuerpo ausente
En contraluces pasea.
Al blando lecho rodea
Ébano en sombra luciente.

V
Ninguna nube inútil,
Ni la fuga de un pájaro,
Estremece tu ardiente ‘
Resplandor azulado.
Así sobre la tierra
Cantas y ríes, cielo,
Como un impetuoso
Y sagrado aleteo.
Desbordando en el aire
Tantas luces altivas
Aclaras felizmente
Nuestra nada divina.
Y el acorde total
Da al universo calma.
Árboles a la orilla
Soñolienta del agua...
Sobre la tierra estoy;
Déjame estar. Sonrío
A todo el orbe; extraño
No le soy porque vivo.

VI
¿Dónde huir? Tibio vacío,
Ingrávida somnolencia
Retiene aquí mi presencia,
Toda moroso albedrío,
En este salón tan frío,
Reino del tiempo tirano.
¿De qué nos sirvió el verano,
Oh ruiseñor en la nieve,
Si sólo un orbe tan breve
Ciñe al soñador en vano?

VII
Existo, bien lo sé,
Porque le transparenta
El mundo a mis sentidos
Su amorosa presencia.
Mas no quiero estos muros,
Aire infiel a sí mismo,
Ni esas ramas que cantan
En el aire dormido.
Quiero como horizonte
Para mi muda gloria
Tus brazos, que ciñendo
Mi vida la deshojan.
Vivo un solo deseo,
Un afán claro, unánime;
Afán de amor y olvido.
Yo no sé si alguien cae.
Soy memoria de hombre;
Luego nada. Divinas
La sombra y la luz siguen
Con la tierra que gira.

VIII
Vidrio de agua en mano del hastío;
Ya retornan las nubes en bandadas
Por el cielo, con luces embozadas
Huyendo al asfaltado en desvarío.
Y la fuga hacia dentro. Ciñe el frío,
Lento reptil, sus furias congeladas;
La soledad tras las puertas cerradas
Abre la luz sobre el papel vacío.
Las palabras que velan el secreto
Placer, y el labio virgen no lo sabe;
De sueño embelesado e indolente
Entre sus propias nieblas va sujeto,
Negándose a morir. Y sólo cabe
La belleza fugaz bajo la frente.

IX
El fresco verano llena
Andaluzas soledades;
No acercarán amistades
La tierna imagen ajena.
Visos y dejos de pena
El agua me robaría;
Que la desdicha sonría
Hasta que el viento la lleve...
Y en un molino de nieve
Levanto una nevería.

X
El amor mueve al mundo,
Que descansa perdido
A la mirada. Y está
Ternura sin servicio...
Ya las luces emprenden
El cotidiano éxodo
Por las calles, dejando
Su espacio solo y quieto.
Y el ángel aparece;
En un portal se oculta.
Un soneto buscaba
Perdido entre sus plumas.
La palabra esperada
Ilumina los ámbitos;
Un nuevo amor resurge
Al sentido postrado.
Olvidados los sueños
Los aires se los llevan.
Reposo. Convertida
La ternura se deja.

Luis Cernuda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora