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Jimin se puso tenso cuando las puertas se abriendo al mismo tiempo. Era ahora, iba a conocer a sus padres, iba a vivir con ellos incluso ¿Que debía hacer? Mucho antes que su pregunta tuviera respuesta, en el salón se dejó ver una mujer. Tenía los cabellos rojos y rizados, su piel era blanca, tenía puesto un vestido blanco y largo que apenas rozaba el suelo. Parecía muy joven para ser su madre, pero sabía que era ella. Cuando el menor enfocó su vista en su rostro, la mujer se llevó las manos hacía los labios y empezó a llorar. El menor sólo atinó a levantarse cuando la mujer empezó a correr hacia el, levantando torpemente su vestido para no tropezar con este.

La mujer de rojos cabellos lo envolvió en sus delgados brazos, con fuerza. Jimin que no se había dado cuenta que retenía el aliento, suspiro cuando le devolvió el abrazo a su madre. Se sentía tan común, tan cálido, y no se sentía incómodo en absoluto. Estaba en casa, por fin, tenía una familia. Aunque todo el asunto le seguía siendo algo irreal.

— Mi hijo. —dijo Perséfone tomando el rostro del menor entre sus manos, observando cada detalle de los rasgos de su hijo.— Has crecido mucho. —continuó, sonriendo, sus hermosos ojos volviendo a llenarse de lágrimas.— ¿Sabes quien soy verdad?

Estaba aturdido por la inigualable belleza de su madre, fácilmente podría bajar al mundo de los mortales y ganar cualquier certamen de belleza, sin duda alguna.

Asintió finalmente, sonriendo.

— Hola mamá.

Persefone no pudo aguantar las lágrimas y volvió a llorar. Todos esos años, todos esos días que pasaba lejos de él, pensaba en su hijo. Había sido un sufrimiento eterno mantenerse alejada de él, ni siquiera podía ir a verlo. Estaba prohibido. Pero ahora estaba ahí, con ella, estaba entre sus brazos, y ahora una vez reunidos, no volvería a dejarlo ir.

Jimin tenía sentimientos encontrados, no tuvo la necesidad de llorar, pero si sentía una inmensa tranquilidad y mucha paz al estar abrazando a su madre. Aunque pronto se alejaron, al escuchar un carraspeo detrás de ellos. Persefone entonces se hizo a un lado. Es ahí que se dio cuenta que su madre no había llegado sola, por supuesto.

Persefone tomó la mano de su esposo.

Hades se veía visiblemente fuera de lugar, se había preparado para ver a su hijo, pero ahora que lo tenía adelante no sabía que hacer ¿Deberían darse la mano? ¿Darse un abrazo? ¿Chocar los cinco, como hacen los mortales en la actualidad? Eso ni pensarlo.

El menor escaneo a su padre con la mirada, tenía puesto un traje negro y llevaba una capa que alrededor del cuello se encontraba afelpado, una cadena de oro mantenía la capa en su lugar, la tela era negra y espesa. Era alto, mucho más alto que el, tenía la piel clara al igual que Persefone, y llevaba el cabello negro, oscuro como la misma noche, largo y lacio. Se veía joven, como si tuviera treinta años, y debía admitir que era apuesto.

— Bienvenido a casa hijo mío. —le dijo final mente inclinándose un poco hacia el.

Ahora Jimin sabía por qué las puertas eran enormes, sus padres eran casi tan altos como las puertas. Al parecer los dioses alcanzaban casi los tres metros de altura, si no es que más.

Persefone empujó a Jimin gentilmente para acercarlo a su padre, que se estaba inclinado hasta llegar a su altura. Su padre lo observaba con amor y gentileza, una mirada que sólo le daba a su amada esposa. Pero al reconocer a Jimin como su hijo, sus sentimientos como padre habían aflorado.

Para sorpresa de los tres, Jimin abrazó a su padre, y este le devolvió el gesto. Hades por fin sentía tranquilidad, su familia estaba completa ahora, Persefone ya no iba a llorar todas las noches, ni el iba a sufrir en silencio de nuevo.

ᴇʟ ʜɪᴊᴏ ᴅᴇ ʜᴀᴅᴇᴤ⸙ʏᴏᴏɴᴍɪɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora