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Otra larga semana había pasado, semana en la que Jimin recibió una carta de parte de Zeus, en dónde se le explicaba exactamente el lugar dónde se le iban a impartir las clases. Así cómo también, los temas que iban a tocar, todo por supuesto, sobre mitología griega. También le explicaban que las primeras tres horas serían de teoría, mientras que las últimas serían de práctica.

Hoy era Lunes, y sería su primer día de clases. Hace unos días deseaba hacer algo, pero si le hubieran dicho que tendría que levantarse un lunes por la mañana para ir a clases, hubiera mantenido la boca cerrada. Jimin estaba sentado en una de las ventanas amuebladas que se encontraba en su habitación, sosteniendo a Kapnós. Si, Kapnós era un gato. Un regalo de su padre.

Al principio Jimin se mantenía lejos del pequeño animal, su padre le había explicado que Kapnós no era un gato común y corriente, por supuesto, en su interior albergaba un demonio de alto rango. Su padre se lo había entregado muy satisfecho por su regalo, que aparte de hacerle compañía al menor, también le serviría de protección si la ocasión lo requería.

Para alivió de todos, Jimin terminó aceptando al gato. Para el era imposible resistirse, era un gato al fin y al cabo, se pasaba el día demandando su atención; y Jimin terminó cayendo en ante su ternura.

El menor se levantó de su sitio y colocó al gato en su cama, quién tranquilamente se acostó, al parecer tomaría una pequeña siesta. Siguió con lo suyo, metiéndose en el baño y dándose una ducha rápida. No era tarde, todavía faltaba para que empiecen las dichosas clases, pero prefería ahorrar tiempo y no hacer todo a último momento.

Al salir se puso ropa cómoda, unos vaqueros negros y una camiseta del mismo color. No sabía si debía llevar mochila y cuadernos. Al final optó por llevar una mochila, un cuaderno y un bolígrafo.

Salió de su habitación con Mocca, que había sentido a Jimin saliendo de la habitación y se levantó para seguirlo. Caminaron hasta la cocina dónde se encontraba Perséfone, quizás un poco más entusiasmada que él, por las clases. Decía que estaba felíz por prepararle el desayuno todos los días a su pequeño.

- Buen día mamá.

- Buen día cariño, enseguida está el desayuno.-le respondió en voz alta Perséfone, quién se encontraba cerca de la cocina dándole la vuelta a algo.

Jimin asintió aunque su madre no podía verlo. Tomó asiento en las sillitas que estaban al rededor de la cocina, buscando a su padre con la mirada, al no encontrarlo supuso que estaba resolviendo asuntos de su reino.

Su madre entonces se giró sonriente, y colocó un plato delante de él.

- Buen provecho...-prácticamente se lo dijo cantando.

- ¿Son hot cakes? -

- Por supuesto, ¿Es que no parecen?

Jimin se mantuvo en silencio, observando la torre de tres hotcakes que tenían una cara sonriente gracias a unos arándanos que su madre le había puesto.

- Se ven muy ricos. -respondió, haciendo sonreír a Perséfone orgullosa.

- Aquí está la miel y la crema batida.

Contrario a lo que pensó, su madre no se retiró, en su lugar se apoyó en los azulejos esperando que pruebe bocado. Jimin le puso un poco, mucha, crema a lo que su madre no le dijo nada. Probó bocado y su boca literalmente estalló de sabores, nunca había probado algo así. De todos los dulces que alguna vez probó y pensó que eran sus favoritos, este se llevaba el premio grande. Cómo era normal con los postres de su madre.

- Están deliciosos mamá, gracias.

Ella sonrió satisfecha.

- Cómetelo todo, no dejes nada. -dijo retirándose de la cocina, conteniendo las lágrimas de felicidad. Hacer algo común y corriente para su hijo había sido demasiado, algo que alguna vez anheló hacer para él en sus diecisiete años de ausencia y que ahora era posible.

ᴇʟ ʜɪᴊᴏ ᴅᴇ ʜᴀᴅᴇᴤ⸙ʏᴏᴏɴᴍɪɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora