Historias Creepypastas

Sam

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SAM WILLIAMS

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:sparkling_heart: JANE THE KILLER :sparkling_heart:
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?-“Mañana ya será Lunes”- Dijo Sam al ver el calendario que estaba sostenido por un clavo en la pared de su cuarto. Fue entonces cuando decidió poner en orden su bolso, cuaderno, lapiceras, libros, en fin; un buen estudiante, no podría ser menos que eso, debía de alguna u otra forma agradecerle a sus padres por todo lo que hicieron y hacen por él ¿A sus padres? Sí, a sus padres, a pesar de no tener lazos sanguíneos que los unan, en efecto, los une el gran cariño que tienen entre sí.

Al recordar lo afortunado que es al tener una familia y empezar a llevar una nueva vida lo llenaba de felicidad. Se dibujó una sonrisa en sus mejillas mirando, pero a la vez no, por la ventana la luna que se asomaba entre las nubes iluminando con su tenue luz el jardín trasero de la casa de grandes proporciones. Recordar, recordar, volver a aquellos tiempos cuando era un niño más entre millones que se encontraban casi en la misma situación que él, pequeños que jamás conocieron a sus padres biológicos o que fueron abandonados por los mismos, reunidos todos en un mismo lugar junto a personas mayores con el objetivo de criarlos hasta que una pareja o familia los adoptara. Los pocos niños con los que formó una amistad fueron abandonando el orfanato para convivir con su nueva familia.

-“¿Es que nadie quiere que sea su hijo?”- Pronunció con su dulce voz de infante viendo, desde la entrada de aquel amplio lugar, como el automóvil partía y, en su interior, llevándose al último de sus amigos.

-“Eres un buen niño Sam, ya verás que no tardaran en venir las personas que te adopten, y estoy completamente seguro de que tendrán mucha suerte al tener a un hijo tan hermoso como tú”- Le respondió un hombre adulto, su mano acariciaba la espalda del pequeño para alentarlo.

El niño sonrió al escuchar esas palabras y abrazó al director del lugar donde su vida tomaría un rumbo muy diferente a lo pensado.

-“¿Tendrán mucha suerte? Sólo espero no defraudarlos”- Se dijo para si mismo el preadolescente de cabellos castaños, cuando de repente un sonido en su puerta lo sacó de sus pensamientos.-“¿Quién es?”- Preguntó sentándose en su cama.

-“Soy yo. ¿Puedo pasar mi bebé?”- Respondió la única voz que lograba hacerlo entrar en el mismísimo paraíso.

Sonrió con ternura -“Puedes entrar mamá”- Dijo sonrojándose un poco ya que decirle bebé teniendo ya 13 años no era digno.

Al abrir la puerta entraron unos rayos de luz del pasillo lográndose ver la silueta de una bella mujer de cabellos castaños claro, un poco ondulados y ojos verdes.

-“Quería desearte buenas noches, hijo mío. Oh! Por cierto, mañana empiezas un nuevo año lectivo ¿Ya preparaste tus útiles?”-

-“Muchas gracias madre, yo también deseo que tengas una linda noche, y sí, ya está todo listo. Estoy muy emocionado, me pregunto si tendré nuevos compañeros”-

La mujer sonrió, se sentó al lado de su hijo y dio un cálido abrazo como todas las noches.

-“Sólo quiero que tengas cuidado. ¿Sí? Y cuando tengas algún problema no dudes en contármelo a mí y a tu padre, sabes que siempre tendrás nuestro apoyo”-

-“Lo sé perfectamente mamá”- Le regaló una sonrisa y correspondió el abrazo.

La Luna brindaba su máximo resplandor, el viento soplaba haciendo de esta una noche tranquila. No obstante, para Sam, todas las noches aguardaban misterios que eran mejor no descubrirlos; misterios ocultos en las sombras, en el armario, en los rincones, en las extrañas figuras que en un parpadeo desaparecían del espejo; incluso misterios debajo de su cama que por momentos parecía que alguien más estaba allí susurrando, esperando que se levantara, en aquella recamara que sólo se podía distinguir la tez blanca de un chico iluminada por la Luna. Cualquier persona ya no hubiera aguantado más y prendería todas las luces o habría salido del cuarto, pero no, él no; él ya estaba acostumbrado a ver personas cuyos pies eran invisibles, sombras que no estaban pegadas a las paredes, incluso luces esféricas volando libremente. ¿Estaba loco? No, absolutamente no, desde que puede tener uso de la memoria podía ver este tipo de cosas que las pupilas de las demás personas no. Tal vez es un don con el que nació, pero no, para Sam esto era un castigo, una maldición, aunque no tenía opción, tuvo que aprender a llevar este asunto ocultándolo a las personas que más ama, sus padres, para que no se preocuparan. No quería traerles problemas, al contrario, sólo quería hacerlos felices; cosa que logró obviamente, los señores Williams no podían pedir más de él, era todo lo que deseaban.