Adiós, muda

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- Un café Latte para llevar, por favor y... ¿qué vas a querer? - silencio - ¡Rosé! ¡Hey! Te estoy hablando. - los chasquidos frente a su rostro la hicieron sonreír.

- Estoy bien, gracias. - respondió recogiendo un mechón de su rubia cabellera.

La observó asentir con ese gesto de pocos amigos tan característico y volver su mirada hacia el camarero que ya estaba preparando su orden. Recorrió con la mirada la moderna cafetería a la que su mejor amiga la había invitado. La morena siempre había tenido predilección por los lugares caros y de estilo moderno.

- Sí sabes que es tu hora de descanso y necesitas comer ¿verdad?

La rubia desvió su atención de la enorme lámpara con toques futuristas y se centró en aquellos ojos marrones gatunos.

- No tengo hambre, Jennie. - devolvió con una sonrisa.

- Enfermarás y no estaré allí para cuidarte. Lo juro - dijo dando un sorbo a su café mientras salían del lugar. Rosé se limitó a sonreír y seguirla colocándose el bolso en el hombro.

Caminaron con relativo paso ligero. Si había algo que odiara Jennie era llegar tarde a los sitios. Eso y la gente con "mal gusto vistiendo". Rosé lo sabía bien.

La observó con detenimiento. Sus pasos cortos pero rápidos se escuchaban resonar por la acera de la Quinta Avenida de Nueva York. Podía escuchar vagamente a su morena amiga hablar sobre el clima, la cantidad de trabajo o de las reuniones con grandes inversionistas. Sin embargo, no podía evitar que su atención estuviera centrada en un pensamiento recurrente.

- Y nuevamente hablo sola... - bufó Jennie.

- Lo siento, Jennie. - se disculpó.

La morena se detuvo en seco.

- Rosie... - llamó su atención haciendo que ésta se detuviera también. - ¿Ha vuelto a ocurrir? - preguntó.

La rubia meditó su respuesta. La respuesta era sencilla: Sí. Sin embargo, las probabilidades de que su respuesta ocasionara una verborrea recurrente eran, si no bastante, al menos un poco desalentador. Así que, ¿quería pasar lo que restaba de camino hablando sobre lo mismo? ¿O quería disfrutar de la brisa fresca y una conversación amena sobre algún otro tema trivial?

No pudo decidirse porque Jennie ya había decidido cuál era la respuesta y ya había iniciado su discurso, por lo que no le quedó más remedio que escuchar, o tratar de aparentar interés en lo que decía.

- ¿Sabes?, creo que lo que necesitas es distraerte. Deberías salir por allí, conocer a alguien y follar como un alma libre. No sé si te has dado cuenta de que realmente eres bastante guapa - comentó con una sonrisita.

- Realmente me preocupa que seas capaz de ofrecerme eso - comentó evitando el tema mientras volvía a iniciar el paso.

- Lo digo en serio - volvió a detenerla.

Rosé suspiró y levantó la mirada para encontrarse con sus ojos desafiantes y preocupados. Desvió su atención para no mirarla, observando su reflejo en el cristal perfectamente pulido de una tienda de ropa. Observó su pálido rostro, sus ojos chocolate, su nariz respingaba, y su cabello rubio cayendo en hondas sobre sus hombros. Apreció su figura encajar con la figura del maniquí expuesto, delgada y esbelta. Y sintió la brisa golpearla amablemente, haciendo que su vestido ondeara ligeramente, haciéndola consciente de sus delgadas y largas piernas. No se veía mal, pero sí cansada. Sabía que si realmente se lo propusiera podría ligar con alguien. El único problema: no quería, solo necesitaba dormir.

No pudo evitar que un suspiro escapara de sus labios. Estaba agotada, claro que sí. Aquella pesadilla había vuelto desde hacía unos días atrás y no estaba pudiendo conciliar el sueño. No quería que la noche volviera a aterrorizarla, no quería darle ese beneplácito a sus propios demonios. Ella debía estar por encima de eso, debía vivir su vida. Al fin y al cabo, era la única conclusión a la que había llegado para justificar que el destino había decidido mantenerla con vida.

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