Es lo mejor

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Rosé abrió los ojos cuando los rayos del sol de la mañana incidieron directamente sobre su rostro. Un ligero y molesto dolor en el cuello la hizo incorporarse dándose cuenta de tres cosas. La primera, había dormido en el sofá y ahora su cuerpo se lo estaba reprochando. La segunda, su mano estaba firmemente aferrada a la de Lisa que dormía sentada en el suelo con la cabeza apoya sobre el asiento del sofá. Y la tercera y más preocupante, Jennie estaba dormida a su lado con la cabeza apoyada en el hombro de Lisa.

¿Qué diablos había pasado? ¿Cuándo había llegado Jennie?. Rosé apretó los ojos con fuerza tratando de hacer memoria. Recordó empezar a hacer la cena para Lisa. Recordó la sensación de dolor al rememorar la muerte de su familia, el calor del cuerpo de Lisa, las lágrimas y la tristeza profunda y la voz de la pelinegra meciéndola. Diablos, se había quedado dormida.

Ok, lo tenía hasta allí. Pero ¿en qué momento Jennie había aparecido? ¿Y cómo había acabado sobre el hombro de Lisa?

- Buenos días princesa - la voz ronca de Lisa la sacó de su mundo de conjeturas y teorías extrañas. 

La observó desde arriba. Sus ojos aún cerrados y su sonrisa divertida en su rostro. Se veía hermosa con los rayos del sol iluminándola. Podría decir que su imagen de chica mala había desaparecido dejando un rostro dulce y tierno y eso no hizo más que evocar la sonrisa tonta que apareció en su rostro conjuntando a la perfección con el rubor de sus abultadas mejillas.

- Ay... mi cuello - escuchó la voz de Jennie que abría los ojos para acto seguido gritar como si hubiese visto a la mismísima muerte. - ¡Mierda! ¡Qué susto! - dijo alejándose lo más rápido que pudo de Lisa quien ya había abierto los ojos con el ceño fruncido en la dirección de Jennie.

- Para tenerme tanto miedo dormiste aferrada a mí. Me lo tomaré como algo bueno gruñoncita.

- Yo no... ¿qué...? ¡Rosie! - saltó directamente de tema fijando sus ojos en la rubia.

- Hola, Nini. - sonrió. - ¿Qué estás haciendo aquí? - preguntó abrazándola dándose cuenta de que se llevaba la mano de Lisa en el camino.

- Oh... yo... vine a verte y me encontré con este demonio. - dijo achicando los ojos en dirección a Lisa que soltó una carcajada sonora. Rosé no pudo creerlo, aquello hacía latir su corazón de manera desbocada. 

- ¿De qué te ríes rarita?

- Un demonio muy lindo, apostaría por decir. - rio divertida.

- Ni en tus sueños, Stevie Wonder. Menos mal que no te ves. 

Lisa sonrió divertida pero sacudió la cabeza poniéndose de pie. Inmediatamente Rosé la siguió con la mirada.

- ¿Te vas? - Lisa asintió. 

- Ahora que estás en buena compañía, debo irme princesa - dijo apretando ligeramente la mano de Rosé. La rubia no supo si aquello la animó o la decepcionó. ¿Quizá esperaba un beso? ¿Por qué tenía que marcharse?.

- Eso, que se vaya - escuchó a Jennie murmurar.

- Tocamos esta noche en Harlem... - dijo rascándose la nuca - Podemos... podemos quedar allí si quieres. - fue más una pregunta que una afirmación. Y por primera vez Rosé no vio seguridad en su impasible rostro. 

- Claro - dijo la rubia con una sonrisa.

- Oh... genial. Tú también estás invitada gruñona - dijo Lisa divertida. 

- Estaremos ocupadas todo el día - dijo Jennie pero Rosé sonrió poniéndose en pie.

- Gracias por lo de ayer... - dijo tímida dando un paso más hacia Lisa que frunció el ceño y luego negó con la cabeza. 

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