Extra: Daddy's Love.

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Aclaración: Nayeon es Kira y Mina será satanás.  

Por favor, leer nota al final.

Nayeon había perseguido sus sueños hasta ahora; vivía feliz, y estaba segura de que sería feliz muchísimo tiempo más

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Nayeon había perseguido sus sueños hasta ahora; vivía feliz, y estaba segura de que sería feliz muchísimo tiempo más.

Su madre siempre le animaba a salir adelante; que persiguiera sus metas y alcanzara lo que tanto deseaba. Claro, siempre y cuando no se desviara de los caminos de Dios.

Nayeon era joven, sí, pero anhelaba un montón poder casarse y formar su familia.

Se imaginaba criando a sus pequeños, viviendo con su pareja y siendo feliz. Aunque su madre siempre insistía en que se consiguiera algún novio para poder llevarlo a su casa y presentarlo como su futuro esposo.

Ahora, ¿Cómo le decía a su madre que, en realidad, había estado observando a una muchacha muy atractiva?

Había algo en ella que le hacía llevar sus ojos hasta ella sin dudar; no sabía si eran sus ojos que a veces juraba se ponían rojos, si era su atractivo físico lo que le llamaba la atención, su aura tan curiosa o si era el suave tacto de su palma contra la suya.

No había podido evitarlo; ella simplemente estaba caminando un día de regreso a casa, y se había tropezado con una señora que no tardó en insultarla por no fijarse por donde caminaba.

Había agachado la cabeza y se había dejado hacer en manos de la mujer; recibiendo insultos y miradas indiscretas de las demás personas que pasaban por allí.

Entonces ella había aparecido. Como un  príncipe en su noble corcel, como una salvadora dispuesta a entregar su corazón, como un demonio listo para corromperle.

Recuerda su voz, y cómo le había defendido para después decirle:

"—Hey, ¿estás bien, chica bonita?—"

Sus defensas habían caído, y ella también.

Había sido tan raro. Porque desde entonces aquella muchacha se aparecía en sus sueños, incitándola a pecar; a tomar el fruto prohibido y deleitarse con sus jugos.

Por al menos dos semanas, Nayeon se sintió enferma. Cuando iba a la iglesia, pedía para que aquella chica dejara de acelerarle el corazón. Pedía que la memoria de su suavidad se la llevara el viento, y con ella, sus pensamientos enfermos.

Claro que Dios no le quiso escuchar, y le dejó a su suerte.

Y ahí estaba Nayeon, oliendo la femenina fragancia que emitía la chaqueta sobre sus hombros. Intentando ignorar el hormigueo que había en su piel por querer tocar la de la chica frente a ella.

¿Estaría bien si toma su mano y las entrelaza?

Quería hacerlo, como nunca antes había deseado algo. Pero no podía, no debía.

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