Capítulo 9: Born For Evil.

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El amanecer en una buena compañía puede ser una de las cosas más hermosas en el mundo; donde los rayos del sol acarician suavemente la faz de la tierra, tímido, presentándose en el horizonte, iluminando los corazones más oscuros, y tal vez inclusi...

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El amanecer en una buena compañía puede ser una de las cosas más hermosas en el mundo; donde los rayos del sol acarician suavemente la faz de la tierra, tímido, presentándose en el horizonte, iluminando los corazones más oscuros, y tal vez inclusive hasta los más perversos.

En realidad, incluso compartir la cosa más sencilla del mundo podría ser maravillosa, siempre y cuando fuera hecha junto a la persona correcta.

Es por eso que cuando Mina despertó mientras el arrebol se presentaba, un cálido sentimiento le inundó el pecho cuando en sus brazos pudo notar el cuerpo aún dormido de su amada.

La piel pálida descubierta, apenas siento tapada de la cintura hacia abajo por una fina sábana. La respiración tranquila y los revoltosos cabellos castaños, junto a esos labios bonitos entre abiertos.

Era hermosa.

El amanecer igual, pero su belleza se veía opacada por Myoui Nayeon.

Era lo que siempre había querido, deseado y anhelado, y justo ahora, mientras dejaba besitos sobre los hombros descubiertos, logró caer en cuenta, una vez más, que finalmente ella estaba allí.

Estaban juntas, finalmente después de tanta espera, y era lo único que importaba.

Mina estaba completa, todo en ella estaba justo como tenía que estar.

Su cuerpo se sentía lleno por el poder que incrementaba en ella, más fuerte y poderosa. Preparada totalmente para el plan mayor, por el que había nacido.

Pero mientras la hora aún no llegaba, disfrutaría pasar todo el tiempo posible junto a su adorada esposa.

Esposa.

Cuánto amaba ahora la manera en la que aquella palabra le hacía llenar el pecho de orgullo.

Cierto, Nayeon ahora su esposa y se preguntaba si aquello no era un sueño, o tal vez había muerto y por alguna extraña razón había ascendido al cielo.

Porque para Mina, Nayeon era un ángel.

Que extrañamente se había fijado en un demonio tonto como lo era ella.

La cabellera castaña se removió hasta dar la vuelta y quedar frente a ella, los ojitos color miel se abrieron lentamente dejando ver un brillo hermoso en ellos.

— Buenos días — habló Mina, dejó un besito en la nariz de la menor, quien se encogió en su lugar con un sonrojo.

— Bu-buenos días, Minari.

Decir que Nayeon estaba totalmente tranquila sería mentir, pues ella se encontraba hecha un desastre.

Se sentía bien despertar en los brazos fuertes y robustos de la pelinegra, mientras su cuerpo descubierto era examinado y ella se sentía pequeñita bajo la mirada hambrienta.

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