Capítulo 01.

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Liliana

Pasar dificultades en tu relación es cuestión de tiempo, no tiene nada de malo y no implica que vayan a direccionarse al fracaso, sin embargo, cuanto te piden un tiempo, no puedes evitar pensarlo. Desde el principio debimos haber trabajado en esto. Es culpa de ambos que ahora estemos separados, aunque si lo vemos con amplitud, realmente hemos estados distanciados hace muchos años, negándonos a verlo.

Jaxon es mi mejor amigo, nos tenemos el uno al otro para confiarnos nuestros miedos y confusiones, pero desde hace unas semanas que la relación es tensa. No sé por lo que esté pasando, ni qué lo orilló a tomar la decisión de nuestro posible rompimiento, solo sé que estoy preocupada por él y me duele alejarme. Nuestros padres no lo saben. Para nuestros amigos y familiares seguimos estando juntos. Si vine aquí fue para despejar mi propia mente, necesito a mi padre y a mi mejor amiga, incluso cuando Nueva York es... todo mi pasado.

Regresar a casa es como respirar memorias muertas. Nueva York está lleno de recuerdos amargos y conflictos internos. El ruido de la autopista no va a ensordecer mis memorias; las promesas rotas floran en el aire quemándome el rostro. No llevo ni medio día aquí y ya me siento la horrible persona que abandonó el país y a él hace dos años.

Sacudo la cabeza. Nada de recordar cosas pasadas. Eso ha quedado atrás, él debió superarme. Siempre fue una persona ocupada, estoy segura de que después de mi huida me olvidó con números y negocios importantes. No perdería su tiempo buscando a la chiquilla cobarde que fue incapaz de enfrentar a su familia por él.

Me bajo del avión tratando de no tropezar con las altas botas de cuero y me aseguro de tener bien sujeta mi maleta. No he traído muchas cosas, los beneficios de nacer en una familia rica es que nunca deberás preocuparte por haber empacado menos de lo necesario, porque tendrás el dinero para cuatriplicar la cifra.

—¡Liana! —grita alguien —. ¡Por aquí!

Una melena pelirroja salta a la vista en el momento que levanto la mirada y miro hacia el frente. Miriam y mi padre me esperan al lado de un Ferrari. Miriam agita los brazos efusivamente y se gana una mirada de extrañeza y diversión de las demás personas. Mi padre, a su detrás, se mantiene estático, pero con una amplia sonrisa.

Me apresuro a alcanzarlos y, una vez que piso tierra, debo hacer acopio de toda mi fuerza para no tropezar con mis tacones. La primera en envolverme con un abrazo de oso es mi mejor amiga, que me aprieta demasiado antes de besarme las mejillas y casi asfixiarme cuando me sacude por el cuello. Cuánta delicadeza.

—Te extrañé —dice, casi llorando —. Es bueno tenerte de regreso.

—Actúas como si no nos hubiéramos visto nunca —respondo, burlona.

En estos dos años mis padres y Miriam me han hecho algunas visitas a Francia, las suficientes como para poder decir que nos hemos visto con frecuencia —considerando la distancia y los horarios apretados —, aunque comprendo que no es lo mismo. He sentido la ausencia de mi padre a pesar de mantenernos en contacto y hacer videollamadas.

—No es lo mismo tomar un avión que tomar un taxi hasta tu casa para verte —protesta, apartándose.

Le sonrío con gracia y miro a mi padre, que ya ha abierto los brazos para recibirme. Me aviento sobre él, hundiendo la cara en su pecho. No existe otro lugar donde me sienta más segura que con mi papá. Aspiro su aroma y me aferro a él. Besa mi pelo ante de acunar mi rostro.

—¿Estás bien? —pregunta, buscando el rastro de algo. Papá siempre sabe cuándo estoy mal, es imposible esconderme de él.

Asiento sabiendo que es una mentira, y él lo deja pasar por ahora. Deja otro beso en mi frente y guarda mis maletas en el auto. Me siento melancólica durante todo el viaje, contemplando las calles con familiaridad. La ciudad penas ha cambiado algo, se siente tan ajena y tan cercana al mismo tiempo. Papá intenta distraerme con una charla animosa y recuerdos que le salten a la cabeza, se está esforzando por subirme los ánimos, así que trato de seguirle el ritmo.

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⏰ Última actualización: Mar 22 ⏰

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Más allá de lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora