Capítulo II

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Mar de oro

Margot

El sonido de las olas impactando sobre las rocas, los gritos de los niños persiguiéndose entre ellos, el sudor corriendo por mi espalda, los mechones pelirrojos de mi pelo enredados por la arena, los rayos de sol acariciando cada espacio de mi pie...

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El sonido de las olas impactando sobre las rocas, los gritos de los niños persiguiéndose entre ellos, el sudor corriendo por mi espalda, los mechones pelirrojos de mi pelo enredados por la arena, los rayos de sol acariciando cada espacio de mi piel desnuda. 

Eso era todo lo que necesitaba.

El verano era todo lo que anhelaba durante el resto del año. Pasaba todas las estaciones deseando que acabaran, contaba los días y cuando por fin llegaba el verano me lanzaba a vivirlo como si fueran los únicos días del año que de verdad valía la pena vivir. Me encantaba la sensación de poder sentirme libre, no tener horarios, no tener preocupaciones ni obligaciones que cumplir.

Adoraba ese momento del año en el que simplemente te permites dejarte llevar a través de los días, observando como pasa uno detrás del otro pudiendo sentirte dueña del tiempo. La vida era mucho más sencilla en verano, y a la gente se le notaba en las expresiones de su rostro, todos parecían más felices. Al menos yo lo era. El verano era el momento en el que ningún aspecto de mi día a día importaba, la vida que tenia en casa se detenía por completo y me esperaba hasta que regresara a ella en septiembre. Me daba un permiso de tres meses para que mis únicas preocupaciones fueran broncearme lo suficiente en la playa, escoger un buen libro que llevar conmigo a la orilla y tratar de nadar hasta la roca más lejana que pudiera ver. 

Mis tíos vivían en un pueblo costero, mi familia y yo solíamos visitarlos a menudo, siempre que mis padre conseguían reunir vacaciones en sus respectivos trabajos o no estábamos visitando cualquier otro lugar. Me encantaba ese pueblo, me encantaban los días allí. Y ese fue el primer año que mis padres me dejaron pasar todo el verano en casa, con mis tíos.

Ese lugar tenía todo lo necesario como para que el tiempo que pasara en él siempre se me hiciera insuficiente, todos los años había tratado de alargar los días y por fin lo había conseguido. Era como si estuviera hecho a mi medida porque tenía todo lo que necesitaba para tener una sonrisa en mi rostro. Una playa luminosa, con el agua cristalina y gente a la que se le veía feliz, un lago escondido entre la naturaleza, librerías por el paseo, hospitalidad en sus personas. Allí era como si el tiempo se detuviera dejando que lo valorara porque en la ciudad pasaba demasiado rápido. 

Me sentiría muy agradecida si pudiera vivir allí toda mi vida, pero de momento debía conformarme con pasar tres meses en una casa en primera linea de playa, donde podría pasar la mayor parte de mis horas en el mar.

No podía explicarlo, pero desde pequeña había sentido una conexión especial con el mar, podía pasar horas nadando en él, hasta que los ojos me escocían por la sal y las palmas de las manos se me quedaban completamente arrugadas. Mi padre insistía en que debería apuntarme al equipo de natación de mi ciudad, pero no era lo mismo, el agua de la piscina nunca me parecía suficiente. Necesitaba la inmensidad del mar.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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